."La Princesa Perdida de Noveria: El Despertar del Hielo"

Capítulo 11: El despertar de la esperanza

Aquella noche, soñé con mi madre real.
Estaba en un lugar oscuro y triste, con los ojos llenos de lágrimas, pero aun así su voz sonaba cálida y serena cuando me susurró:
—Confía en ti, mi niña. Tu fuerza vive en tu corazón. Yo creo en ti.

Corrí hacia ella, deseando abrazarla, pero justo antes de alcanzarla, el sueño cambió bruscamente.
Me vi a mí misma, arrodillada, cubierta de sangre, suplicando ayuda a alguien cuya identidad no lograba reconocer. Un terror profundo me invadió, y desperté llorando.

JJ, que se encontraba cerca, se alarmó al verme así. Se sentó junto a mí, preocupado, y preguntó qué me pasaba.
Por un instante dudé, pero algo en lo más profundo de mi corazón me dijo que podía confiar en él. Así que le conté todo: quién era realmente, mi verdadero nombre, y cómo había terminado en este extraño mundo.

Él escuchó en completo silencio, su expresión era una mezcla de asombro, tristeza y orgullo. Cuando terminé, se inclinó hacia mí y me confesó:
—Soy un fiel guerrero de la reina, tu madre Madison Windsor. Mi deber era protegerte. Pero cuando desapareciste, Deysi me culpó, y convenció a tus padres de despedirme.

Me relató que había presenciado el secuestro, que intentó advertir a mis padres, pero Deysi ya los había manipulado.
—Nunca les guardé rencor —aseguró, su mirada firme—. Sabía que actuaban bajo engaño. Mi única misión desde entonces fue encontrarte. Siempre supe que tú eras la única capaz de derrotarla.

Me explicó que Deysi no era simplemente una traidora, sino una hechicera poderosa y peligrosa, capaz de destruir reinos enteros.
—No estás sola —me dijo, tomando mi mano con fuerza—. Te ayudaré a vencerla.

Entonces me llevó a un lugar oculto, donde residían los mejores guerreros del mundo. Caminamos durante horas. Antes habría terminado agotada, pero gracias al entrenamiento que había recibido, mi resistencia era ahora mucho mayor.

Finalmente, nos detuvimos frente a un enorme portón blanco.
JJ susurró unas palabras en un idioma que no comprendí —latín, quizás—, y las puertas se abrieron lentamente, como si reconocieran su voz.

Lo que vi dentro me dejó sin aliento: un inmenso jardín de flores, donde rosas, tulipanes y lirios de todos los colores se mecían con suavidad bajo la brisa. Las paredes y los caminos eran de un blanco casi celestial, con detalles en gris plateado. Todo estaba perfectamente limpio y en un silencio reverente.

JJ me pidió que esperara en el pasillo mientras él iba a hablar con los líderes de aquel lugar. Me senté en uno de los bancos de mármol, admirando el paisaje.

De repente, sentí una presencia a mi lado. Un ser de luz, con alas enormes y resplandecientes, se sentó junto a mí.
Su voz, suave como la brisa, me saludó:
—Hola, princesa Amelia.

Lo dijo como si me conociera desde siempre.
Sonreí, un poco tímida pero agradecida, sintiendo por primera vez en mucho tiempo que quizás, solo quizás... la esperanza estaba renaciendo en mi corazón.




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