Benedict Jasper Mortensen I era considerado el Rey más joven y poderoso de todos los reinos, de hecho, su reinado era muy controversial por lo rápido que fue adquiriendo terreno y como su valentía y poder habían relucido desde el principio de su gobierno, dando como resultado algunas guerrillas de menos magnitud y es que varios reinos no esperaban el Rey de Roznok quisiera recuperar algunas tierras expropiadas desde hace varios años.
– ¿un baile? –pregunto con incredulidad Jasper a su fiel amigo Brandon–No estoy interesado en ver a un grupo de señoritas derritiéndose por verme.
–Podría ser beneficioso. –Añadió el hombre de perfecta barba y pequeños ojos cafés– analizar a tu próxima víctima, reunir aliados… formar una alianza provechosa. No lo sé piénsalo.
La pluma dorada cayó de entre los dedos del Rey de Roznok y haciendo que los dos hombres impotentes se sumieran en un silencio profundo.
–El imperio de Roznok no necesita una “alianza provechosa” – reprocho el Rey haciendo énfasis mientras fruncía sus labios– Rechaza esa invitación.
– ¿serviría de algo mencionar que sus padres irán al baile? – intento de nuevo Brandon.
–A veces no sé si mis enemigos son mis propios padres. –resoplo Jasper mirando hacia el techo forrado de divinas pinturas y detalles en oro– Acepta la dichosa invitación, solo porque es en Borgoña y me interesa conocer algunos detalles de ese tal Rey Anthony.
–Claro majestad– dijo Brandon con una sonrisa satisfactoria e inclinando su cabeza– tal vez encuentre algo que le guste en el baile.
–No cantes victoria, mi querido amigo– contesto Jasper– Sé que tienes interés en que me interese por la princesa Antonia, pero sinceramente lo que menos quiero es casarme con una princesita gritona y caprichosa.
Brandon se limitó a sonreír con cortesía y finalmente salió de la biblioteca porque por más que quisiera quedarse a discutir con su amigo y rey, tenía otras cosas que hacer, entre ellas organizar el viaje de sus majestades a Borgoña.
–En realidad no me refería a esa princesa. –susurro Brandon con satisfacción.
Si su plan iba como esperaba recibiría una sustanciosa cantidad de dinero y por fin podría comprarse la propiedad que tanto anhelaba para él y su interés amoroso, aunque dicho interés todavía tardaría en llegar.
Alice había sido una mujer muy hermosa y poderosa, había podido unir a dos familias enemigas con un simple matrimonio y el gobierno con su marido había sido muy prospero, se decía que durante el periodo del rey William y la reina Alice había sido lleno de paz y abundancia, claro que todo tiene un fin y lastimosamente William había dejado el mundo terrenal desde hace veinte años, pero Alice seguía haciendo de las suyas como en aquel momento en la puerta del castillo de Borgoña.
Alice seguía teniendo esa apariencia íntimamente y esos fuertes ojos grises con contables arrugas alrededor de los ojos que seguían impartiendo miedo a los sirvientes.
– ¡abuela! – el grito de Antonieta interrumpió el regaño de la Alice hacia uno de los sirvientes que había dejado caer su maleta.
–Oh mi querida Antonia– Alice dejo de lado el desplante que el joven le había hecho y se concentró en su nieta.
Durante el abrazo Alice diviso a su otra nieta, la más pequeña, de estatura mediana, grandes ojos azules, cabello excesivamente largo, ondulado y castaño. Alice se separó de su parlanchina nieta y se dirigió a la otra, que irradiaba totalmente lo contrario a Antonia, los ojos de Luana habían dejado de brillar y su sonrisa no había vuelto a ser como la de antes.
–Hola abuela– saludo Luana con una leve inclinación– espero que tu viaje haya sido…
–Luana soy tu abuela, no tu reina– regaño Alice a su nieta– deja esas formalidades, ven y salúdame como se debe niña tonta.
Luana trago en seco y no tuvo de otra más que abrazar a la abuela Alice, para desgracia de Alice el abrazo no duro demasiado y pronto se encontró de frente a sus dos nietas, las vio una junto a la otra como agua y aceite, como fuego y agua, nadie pensaría que fueran primas o que una de ellas fuera princesa y eso último es lo menos que querían, nadie podía enterarse que Luana era una princesa de un reino poderoso.
–Vayamos dentro, quiero ver a Dagma y tengo ganas de pelear con Anthony.
– ¿abuela no es malo que pelees todo el tiempo con mi padre? –pregunto Antonia ya que a pesar de que su abuela era fuerte, está ya contaba con 85 años encima.
– pero ¿qué dices niña? – Exclamo Alice agarrándose de sus dos nietas– Mis visitas en Borgoña es para ver a mis nietas favoritas y para molestar a tu padre, para eso existo.
–Abuela tu nunca cambias– susurro Luana conteniendo su sonrisa.
Las tres mujeres siguieron caminando, iban enganchadas de los codos y compartiendo sonrisitas ante la plática que Antonia dirigía. De camino al saloncito de la reina Dagma se encontraron al “rubito” como le decía Alice a Andrew de cariño.
–Abuela Alice, al fin llega– saludo el rubio a su abuela política. –Luce resplandeciente, esas canas brillosas le favorecen su tez y sus ojos grises irradian juventud…
–Rubito parece que tu labia ha mejorado considerablemente– interrumpió Alice sonriendo hacia el joven, ambos se abrazaron y sonrieron con cariño– ¿ya le pediste matrimonio a mi Luana? – le pregunto en un susurro a Andrew mientras que este solo se ponía rojo de vergüenza– Si no es así, te estas tardando mucho.
–pronto abuela Alice, pronto.
Dentro del castillo era bien sabido la atracción que mantenían el príncipe y la protegida de la reina, aunque esta última poco mostraba interés, aunque las mejillas sonrojadas y los ojos azules brillantes de emoción no podían engañar a nadie.
Aunque claro no todo era color de rosa en el mundo de la realeza. El príncipe Andrew no podía casarse con cualquier mujer y aunque Luana era una princesa de nacimiento dentro de Borgoña no era nadie, esto último lo quisieron tanto Alice como Anthony y Dagma.
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Editado: 08.11.2021