La princesa sin reino

Capítulo veinticuatro: De rosas y cigarrillos

–Cambiaremos la medicación– dijo el doctor a Luana inspeccionando su temblorosa mano– Al parecer uno de los ingredientes no le ha caído bien a tu organismo, pero no te preocupes con esto mejoraras.

–Gracias doctor.

Luana tomo las pastillas que le tendía el doctor y sonrió, seguido de eso se despidieron lacónicamente y por fin la reina salía de aquella clínica, por la parte de atrás para no atraer miradas curiosas.

– ¿Todo bien? – pregunto Ariana cuando Luana se metió al coche.

–Perfecto– respondió Luana.

– ¿segura? Se supone que tu cita seria dentro de dos semanas– indago Ariana frunciendo el ceño.

–Decidí adelantarla– Luana sonrió y dejo el tema estar.

Mientras Ariana y Smith se miraban por el espejo retrovisor.

Los tres bajaron del auto una vez que llegaron al palacio y por más extraño que pareciera los tres iban caminando a la misma altura, cosa que le extrañó a Jasper desde su despacho.

– ¿Cuándo crees que lleguen? – le pregunto Jasper a Brandon quien estaba a sus espaldas.

–Dos o tres semanas– dijo Brandon.

–Bien, aun no le he dicho a Luana– comento Jasper volteándose.

–No entiendo porque olvidas darle esos pequeños detalles a tu esposa– dijo Brandon y seguido de eso subió los pies al escritorio de caoba del rey.

–Quita tus sucias botas de mi escritorio ancestral– dijo Jasper aventando los pies de su consejero.

–No seas ridículo, lo compraste hace un año– Brandon rio y después bebió wiski. –Dicen que el príncipe Dorian es muy apuesto.

Jasper soltó un suspiro y rodo sus ojos; su amigo ya va a empezar con sus gustos, a veces le hablaba de mujeres, otras de hombres y otras de ambos. Brandon siempre insistió que lo acompañara a una de esas fiestas locas, pero fue dos veces y con ellas fue suficiente.

 – ¿y…? – Dijo Jasper– Yo también soy guapo.

Brandon resoplo con burla y prefirió quedarse callado.

–Dicen que tiene los ojos violáceos– comenzó a divagar Brandon mirando al techo– Y el cabello largo y plateado ¿te imaginas? Deben ser unos ojos peculiares.

Jasper trato de imaginarse aquella imagen, ojos morados que extraño ¿sería posible? Él siempre se consideró un hombre simple, aunque eso no era lo que opinaban sus fans y aquellas cartas que día con día llegaban ¿pero ojos morados?

El rey frunció el ceño y se le vino a su cabeza aquella primera noche que paso con Luana y de repente en su cabeza se formó una conexión, < ¿sería posible?> Pensó Jasper con cierta amargura, pero eran solo conjeturas. Era una simple coincidencia que aquel nombre hubiera salido de los labios de su esposa <Dorian>  

– ¿te importaría si tengo sexo con él? – Jasper agito su cabeza y miro con seriedad a su amigo– ¿Qué? Tengo curiosidad.

–No quiero escuchar ni un solo gemido ¿entiendes? – declaro Jasper

Brandon sonrió satisfecho y asintió.

–Tú y Luana pueden unirse–sugirió el amigo del rey.

–Ni en tus mejores sueños dejare que toques a mi esposa– dijo el rey sin pensar y Jasper se arrepintió cuando vio la sonrisa sarcástica de su amigo.

Brandon sonreía, su amigo estaba enamorado y aun no se daba cuenta o quizás ya lo sabía pero no quería admitirlo. Hubo un tiempo en el que Brandon había pensado que al rey le gustaban los hombres pues que era muy raro cuando se le veía salir con mujeres pero pronto Brandon se dio cuenta de que el papel de amante era ocupado por Verónica, cosa que no le había agradado al consejero.

– ¿Y qué hay de Verónica?– pregunto Brandon con sorna.

Jasper lo miro con dureza y frunció los labios, claro ahora que tenía el camino libre quería lanzársele a Verónica, pero Jasper sabía que sería difícil el día que Verónica le diga que si a una de las propuestas de Brandon.

Jasper, Brandon y Verónica siempre fueron mejores amigos, desde siempre que los antiguos reyes invitaban a las dos familias, por consecuencia los tres niños fueron casi obligados a ser amigos, después los inscribieron en la misma escuela hasta que a Verónica la mandaron a un internado de señoritas, aunque no duro mucho en la institución porque pronto la expulsaron.

Fue a su regreso cuando Jasper comenzó su “relación” con ella y nunca se arrepentiría de ello.

–Suerte con eso viejo– dijo Jasper.

Una de las principales cosas que más le gustaba hacer al príncipe Dorian, heredero al trono de Erikrea, era volar. Todo estaba lleno de tranquilidad mientras piloteaba un avión.

Aunque aquel día en específico manejaba un avión pequeño, solo viajaban él y su grupo de seguridad.

A ningún miembro de su pequeña familia le había parecido bien la idea de que Dorian fuera a Roznok puesto que ninguno de los dos reinos tenia buena fama y mucho menos su reyes. Pero Dorian había convencido a su padre de que tal vez aquel reino era un buen inicio para comercializar ya que el príncipe tenía la idea de abrir sus fronteras con el resto del mundo ¿y qué mejor que comenzar con Roznok?

Roznok había sido catalogado como “el país más poderoso”, no es que Erikrea fuera pobre, en realidad los Erikrea era el reino con más avance tecnológico pero siempre era recomendable tener buenas relaciones con el Rey que tiene fama de querer apoderarse de todo.

Todo lo anterior era una simple excusa y su hermano Tristán lo había sabido desde el principio por eso fue el principal detractor ante su idea, pero Dorian tenía esa necesidad de ir por Luana, no sabía dónde vivía, ni que había sido de ella pero si de una cosa estaba seguro era que ella estaba en Roznok y suponía que una mujer de tan buena familia debía ser conocida del rey de alguno de sus allegados.

Sus manos se aferraron con fuerza al timón de dirección y respiro profundo cuando vio aquel enorme palacio de altas torres adornadas de banderas color violetas y con el símbolo del águila color dorado.




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