La princesa sin reino

Capítulo veintiséis: Perspectivas

Hacia un hermoso y cálido día en un lugar desconocido, al menos desconocido para ustedes. La joven de largos cabellos largos caminaba aburrida por los jardines de aquel castillo estilo medieval, más específicamente se dirigía hacia uno de los rincones del castillo donde vivía, estaba escondido y le gustaba porque nadie la molestaba.

– ¿A dónde vas?– la abordo su esposo a medio camino.

La rubia lo vio enarcando una ceja.

–Voy a rezarle a los dioses– dijo sonriendo con aparente inocencia.

–Aja– dijo su esposo rodando los ojos– Lo creería pero tú no rezas.

Su esposa lo detalle con sus ojos llenos de aburrición, claramente su esposo era guapo, estatura promedio, ojos verdes algo caídos, boca redonda y pequeña, nariz chata y arrugas en su frente, muchos lo catalogarían como si tuviera cierta malicia y lo peor es que si era cierto.

–Le he encontrado el gusto– se encogió de hombros la rubia– si me permites…

Su esposo se le interpuso antes de que avanzara y sonrió sospechosamente.

– ¿sabes? Los reyes de Roznok han confirmado su visita– dijo el hombre.

– ¿el rey Jasper y…?–pregunto titubeando.

–Y la reina Luana. – Dijo el hombre asintiendo al ver el desconcierto de su esposa– te aviso para que no te tome por sorpresa, llegan en quince días.

Su esposo dio media vuelta y ella continuo su camino hacia el rincón donde “rezaba” aunque la ansiedad ya la estaba invadiendo lentamente.

 

Un sequito de mujeres recorría las instalaciones de un edificio en obra negra, se suponía que el edificio iba a ser destinado a ser una escuela, una muy grande pensó Luana, aunque el proyecto había quedado abandona sin embargo pronto sería un hospital.

–Aquí será el área de los cuidados intensivos–explicaba la señora Duncan.

Además del sequito de mujeres importantes, quienes estaban financiando parte del proyecto, las seguían el duque de Rudded y traía en sus manos el plano del hospital y hasta el último iba Dorian.

–Disculpe, señora Duncan– interrumpió Aron a la señora de chongo inmaculado– ¿Podríamos ir al área infantil? El príncipe Dorian y yo queremos verificar algo.

–Por supuesto, vamos– dijo la señora completamente ilusionada de que su proyecto se esté llevando a cabo.

El grupo se dirigió a aquella área.

Luana iba un tanto incomoda, ella no había estado de acuerdo con la presencia del príncipe de plata pero no quedaba de otra porque el chico estaba entusiasmado con la idea de importar su equipos tecnológicos.

– ¿A qué hora se acaba esto?–le pregunto Elizabeth a Luana.

Luana volteo a ver a la joven pecosa y le sonrió.

–Lo que pasa es que es un edificio en ruinas y prefiero lugares más seguros pero entiendo nuestra visita y…

–No te preocupes Lizy–interrumpió Luana a su dama de compañía– le diré a señora Duncan que nos tenemos que retirar, tal vez se queden Aron y el príncipe Dorian.

Y tal como prometió, Luana le dijo a la señora Duncan que tenía que irse porque tenía otros asuntos, asuntos como echarte a dormir en su cama, Duncan la dejo irse aunque se quedaron el príncipe y el duque analizando planos y otras cosas aburridas.

Cuando salieron de la obra, Luana vio que cerca había un mercadito, le llamo la atención por lo que pronto sus damas, Smith y ella fueron hacia allí.

El mercadito estaba lleno de gente y obviamente de establecimientos, tanto de comida como baratijas, ropa, cosméticos, zapatos de todo había ahí y claro Luana obsesionada por encontrar cosas nuevas pasaba entusiasmada e iba saludando a las personas que se inclinaban ante ella.

–Mira Smith– dijo Luana señalándole un joyero en uno de los puestos– ¿Crees que le guste a Ariana?

–Majestad, nunca le he visto una sola joya a Ariana– dijo Smith con seriedad–Aunque es bonito.

Smith se alejó un poco y miro a su alrededor, la reina había causado sorpresa pero en realidad el ambiente estaba tranquilo.

– ¿Es comestible?– pregunto Luana en otro lugar, tomo la hoja y la olisqueo con curiosidad.

–Así es majestad– respondió la mujer–La comer para el dolor de cabeza aunque el olor no es muy agradable pero me han dicho que la puede aplicar en la cien.

Luana vio la hoja, tomo un puño y se la dio a la señora, después vio una flor de lo más pintoresca, era amarilla y había jurado nunca haberla visto en su vida.

– ¿Qué hay de esta?                 

–Oh, majestad– dijo sorprendida de la flor que había tomado– Es para las mujeres que quieren hijos, aumenta la fertilidad ¿su majestad tiene problemas de eso?

La sonrisa de Luana flojeo con nerviosismo y dejo la flor donde estaba.

–No, nada de eso– dijo inmediatamente la reina–Me llevo estas.

Mientras la reina pagaba, Jazmín y Danielle cuchicheaban y trataban de alejarse de las personas, no les gustaba estar ahí pero la reina parecía de lo más cómoda.

– ¿Qué hace comprando yerbas? Si tiene enormes jardines– se quejó Jazmín.

–Es muy rara– añadió Danielle viendo aquel lugar con despectivos ojos. – Y lo peor es que Elizabeth le sigue la corriente… patética.

–Ya parecen amigas– susurro Jazmín ante la estrecha relación que la pecosa mantenía con la reina– son igual de raras.

Tanto Jazmín como Danielle soltaron un suspiro de alivio cuando salieron de aquel mercadillo. Luana por otra parte había comprado yerbas y uno que otro objeto extraño que había encontrado.

Cuando se dirigían hacia el carro que los esperaba, Luana sintió cierta pesadez en su espalda, una sensación extraña, no le dolía pero era algo raro, volteo hacia atrás pero no vio absolutamente nada pero ¿Por qué sentía que alguien la observaba? Vio a todos los lados pero nada, ¿acaso los inmaculados ya la vigilaban a más detalle? Esperaba que no, no quería que se repitiera el asunto de su coronación y pensar en aquel grupo de hombres la asustaba demasiado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.