Aarón:
Me desperté mirando a Elena dormida sobre mi brazo en esa habitación del hotel y besé su frente. No lo niego que cuando empecé a salir con ella pensé en aplicarle la regla de los tres meses como a todas: conocer, disfrutar y terminar. Es que no puedo negar la perfección de esa regla, tres meses es el tiempo perfecto para conocer a alguien y no engancharse. Pero no sé qué me pasó con Elena. Llevábamos seis meses y aquí estaba: completamente embobado con esta mujer. No lo niego, incluso me preocupó al principio invitarla a salir. Era mi secretaria y no me gustaba vincular mi vida personal y laboral; sin embargo, Elena era una mujer jodidamente sexi, inteligente y sensual por la que cualquier hombre babearía. Cada día, tenerla a solo centímetros de mí despertaba mis peores instintos. Ya la había imaginado en todas las posiciones posibles en esa oficina, donde solía fantasear todo el día con ella. Un día no aguanté más, entramos al elevador, era tarde y ya casi todos se habían ido y me paré tras ella mirando su cuerpo, sus perfectas curvas, su pequeña cintura y su ancha cadera la hacía ver divina, eso sin mencionar su trasero cuyo tamaño era perfecto, algo calló de su mano haciéndome recapacitar de mis indecentes pensamientos, eran las llaves de su coche, me agaché como todo un caballero a recogerlas para ambos rozar nuestras manos al cogerlas al mismo tiempo, nuestras miradas se cruzaron y nuestras manos no se movieron. No resistí más y la besé, imparable y deseoso de hacerla mía. Cuando el elevador se detuvo, ella me miró confundida sin decir media palabra.
—Mañana en el restaurante " Nova Delicia" a las 9—dije captando su atención—te espero allí.
—¿Alguna reunión de negocios? —cuestionó tragando en seco, su labio inferior aún temblaba un poco.
—No, tenemos una cita, solo tú y yo —respondí y salí con rapidez de allí, entré en mi coche y respiré agitado mientras mi cuerpo empezaba a responder ante la ligera cercanía que había experimentado con ella. Ya habían pasado seis meses desde aquel momento y continuaba deseándola con la misma intensidad y con las mismas ganas de la primera vez que la tuve, sin embargo, algo había comenzado a cambiar, había empezado a quererla, me había empezado a gustar la forma en la que reía, en como dormía en cima de mi pecho, como era quisquillosa con todo, idealista, y la enorme imaginación y proyección que tenía. Era la mujer perfecta para ir a una reunión elegante de negocios o para pasar una relajada tarde de domingo, tirados en la cama, hablando tonterías durante horas.
Me quedé observándola dormir y mi teléfono sonó indicando la llegada de un mensaje. Se trataba de Avá, mi única hermana:
—Necesito tu ayuda, hermano, es urgente. —Me levanté de inmediato y comencé a cambiarme. Mi hermana no solía causar ningún tipo de problemas, aunque era una adolescente, solo dieciocho años, era bastante tranquila, estudiosa y aplicada, y si me llamaba era por algo grave. Tomé mi teléfono y le marqué.
—Avá qué sucede—cuestioné.
—Te cuento en casa. Ven pronto. Antes de que papá llegue de viaje —pronunció.
—¿Estás llorando? Papá me llamó anoche, retrasó su vuelo y llega de viaje en dos días, ¿pasó algo malo? ¿Alguien te hizo daño?
—En casa hablamos —dijo llorando y colgócolgó, por el timbre de su voz parecía tratarse de algo raro. Me dio lástima despertar a Elena y tampoco quería preocuparle con mis asuntos personales, así que le dejé una nota.
—Amor, tenía una reunión temprano, nos vemos en la tarde —escribí eso y lo dejé en la mesita cerca de la cama y me marché muy preocupado por mi hermana.
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—¿Dónde está mi hermana? —le pregunté a una de las empleadas al llegar.
—En la habitación, señor —respondió y subí las escaleras hacia su habitación de forma agitada y frenética. Di dos duros golpes en la puerta y ella abrió, colgándose de mis hombros a llorar.
—Lo siento —pronunció abrazándome—lo siento tanto hermano, le he fallado a ti y a papà.
—¿Qué sucede? —cuestioné agitado.
—No sé qué pasó. Si papá se entera me matará. Necesito tu ayuda...
—Debes calmarte y contarme qué te pasa para poderte ayudar. —mencioné.
—Estoy embarazada... De gemelos—dijo cubriendo sus manos y llorando tomó de la cama una foto de una ecografía que sostuvo en sus manos yo se la arrebaté mientras ella lloraba. Esta situación me dejó en shock, Avá no salía de casa, no iba a fiestas, no tenía novio, me tomaba el trabajo de buscarla y llevarla al colegio diariamente como si fuera su padre, ya que nuestro padre nunca estaba. O estaba de viaje de negocios o en fiestas o en la empresa o con mujeres.
—¿Quién fue el maldito que te hizo esto? —cuestioné pegándole un puñetazo a la puerta, ella casi salta del susto—. ¿Abusaron de ti?
—No, no fue eso...
—¿Quién fue Avá? Responde ahora.
—Baruch Vinoler, él es mi novio o era—respondió y mi cuerpo entero ardió de ira..
—Ese hombre tiene 45 años Avá, podría ser tu padre ¡Carajos! Su hija tiene 25 años, es mayor que tú—reclamé y ahora que lo mentaba hacía unos cuantos meses, seis para ser exactos, terminé con Amanda la hija de Baruch una pequeña relación de tres meses. —¡Mataré a ese hijo de putas ¡Lo haré añicos! —exclamé enojado y ella sostuvo mi brazo.
—No por favor, yo lo amo y quiero casarme con él, que criemos juntos a nuestros dos hijos... Hermano, necesito tu ayuda, eres lo único que tengo después de que mamá murió —pronunció llorando y me senté en su cama pasando ambas manos por mi rostro.
—¿Le dijiste que estás embarazada? —cuestioné.
—Sí—respondió bajando la mirada.
—Y...
—No le dio importancia. Solo dijo que podemos casarnos y criar a esos pequeños, pero eso depende de tu hermano—respondió
—¿De mí? —cuestioné abriendo grande los ojos.
—Tiene una propuesta que hacerte....
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Editado: 31.10.2024