La Profecía

Capítulo 15: Regresamos a casa

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Rather be the hunter than the pray. 
 

Bajo las escaleras lista para salir de aquí. Encuentro a mi mamá sentada en el sofá. La ignoro yendo directo a la puerta.

—¿A dónde vas?—se levanta del sofá de un salto.—No estarás pensando en a ir a la escuela hoy, ¿verdad?

—Tengo que ir.

—No es seguro salir.

—¿Entonces qué debo hacer? ¿Quedarme aquí encerrada el resto de mi vida?—su rostro se arruga herida por mis palabras. Entiendo que quiera protegerme, pero no puedo quedarme aquí, necesito aire, necesito espacio, necesito salir. —Solo es la escuela. Además, Jackson estará ahí. Estaré bien—salgo de la cabaña antes de que pueda decirme algo más.

Me quede despierta toda la noche pensando en lo que pasó, y creo que en este momento no tengo cabeza para nada y la escuela es lo único real que puede mantener mi cabeza ocupada, lejos de toda esta locura que ahora es mi vida.

Noto que Boomer me sigue hasta la escuela. Está a mi lado como una goma de mascar, cuidándome, asegurándose de que lo que pasó con William no vuelva a pasar. Una parte de mí está agradecida por eso. Me siento más segura con él a mi alrededor. 

—Quédate aquí—me acerco a él.—No te preocupes, voy a estar bien.

Le doy un beso en la cabeza despidiéndome, se sienta en su lugar mirando a todos los que pasan a nuestro lado. Lo dejo tranquilo ahí adentrándome a las instalaciones de la escuela, llegando a mi casillero. Un gran cuerpo se pone delante de mí interrumpiendo mi camino.

—¿Qué estás haciendo aquí?—paso a lado de un Ethan inquieto. 

—Tenía que venir.

—No, necesitas estar a salvo.

—Lo estoy.

—No, no lo estas—sin ningún aviso me toma de la cintura cargándome sobre su hombro. Me lleva hasta el salón más cercano. 

—¡Estás loco! ¡Bájame!—le ordeno. Me deja en el suelo cerrando la puerta para que nadie nos interrumpa.—No voy a ir a ninguna parte. Este es el único lugar donde puedo ser...normal.

—No necesitas ser normal. Necesitas regresar a la cabaña donde estas segura. 

—Ethan, por favor entiéndeme. Mi vida dio un giro de la noche a la mañana. No puedo regresar ahí sin sentir que estoy ahogándome. —respiro hondo. —Necesito esto. Es lo único que tengo a lo que me puedo aferrar para sentir que no estoy volviéndome loca.—sus ojos me inspeccionan pensando en mis palabras.

—No te irás de aquí por más que te lo pida, ¿cierto?

—No—contesto tajante. Se queda callado, pensando durante varios segundos antes de volver a hablar.

—Esta bien, pero si necesitas algo solo tienes que avisarme. Lo que sea, por muy simple que parezca. 

—Lo haré.

—¿Cuál es tu primera clase? Voy contigo.

—No tienes que hacerlo.

—Pero quiero hacerlo, así que dime, ¿dónde es?

—Lab...—me corto recordando a Will. Empiezo a sentirme mareada.

—¿Estás bien?—frunce el ceño.

—Sí, sólo tengo que ir al baño. No vemos en la clase.

Salgo del salón directo a los baños. No puedo evitar el impulso de vomitar con tan solo recordar a Will en el suelo sin vida, su pecho quemado por el rayo que le arroje. Salgo del baño respirando con dificultad. Me acerco a los lavamanos enjuagando mi cara con agua fría. Levanto la mirada encontrándome con mi reflejo en el espejo. La palabra "Profecía" escrita en el espejo me viene a la mente. Siento que no puedo respirar, como si el aire de todo el lugar desapareciera. 

La alarma de incendio suena trayéndome de vuelta a la realidad. Agarro mis cosas corriendo hacia la puerta. Trato de abrirla, pero no puedo. Lo intento una vez más. Nada.

—¿¡Hay alguien ahí!?—intento de nuevo, pero es inútil. Se siente como si se hubiera quedado atascada.—¿¡Puede alguien oírme!?

Nadie contesta. Necesito salir de aquí. La ventana es demasiado pequeña, nunca saldré por ahí.

—¡Ayuda!—grito una y otra vez. Golpeo la puerta lo más fuerte que puedo esperando que alguien pueda oírme.

Escucho como la puerta suena, como si alguien la abriera desde afuera. Intento abrirla una vez más. Funciona. Salgo de los baños buscando algo o a alguien, pero nadie está en el edificio. Corro hacia la salida sin pensarlo dos veces.

—¿Kate?—alguien me llama detrás de mí.

—¿Maestro Higgins?—me detengo en medio del pasillo, volteo a mirarlo.—¿Qué está haciendo aquí? La alarma...—es cuando me doy cuenta de que la alarma se detuvo.

—No deberías de estar aquí.

—Me he quedado atorada en el baño.

—Quiero decir aquí, en la escuela.

—Lo sé, pero... ¿Cómo sabía que no vendría a la escuela hoy?—lo veo muy intrigada.

—Tu mamá llamo a la oficina—eso parece una explicación lógica, si tuviéramos un teléfono en la cabaña. Retrocedo unos pasos, mirándolo con temor. Una sonrisa escalofriante aparece en su rostro. 

—Siempre supe que era inteligente, Srta. Kate. Es una lástima que tenga que matarla, ya que William no pudo hacerlo por sí mismo. En verdad me agrada. Ha sido una de mis estudiantes favoritas, pero ¿qué puedo decir?, ordenes son órdenes—recita las mismas palabras que William.

Avanza acercándose a mí. Retrocedo aterrada de él. No me toma mucho tiempo mover mis pies y correr lejos de él.

—Ojalá no hubiera hecho eso.

Oigo el sonido de huesos quebrándose por todo el pasillo. Me detengo mirándolo de nuevo. Veo cómo mi maestro se convierte en un gigante hombre lobo, sus manos y espalda crujen con fuerza, cabello gris sale por todo su cuerpo cubriendo su piel, su boca se convierte en un hocico con filosos dientes, se queda de pie apoyado con sus dos patas traseras. 

<<Estoy muerta.>>

Es lo único que puedo pensar en este momento. Me toma de imprevisto escuchar como empieza a llorar. Con el corazón en la garganta me acerco un poco a él. 

—¿Maestro?

Un aullido tan fuerte hace que retroceda de nuevo. Salgo corriendo por el pasillo con el miedo a flor de piel, puedo oírlo correr detrás de mí. Mi corazón late ferozmente en mi pecho. Corro directo a la sala de gimnasio, cerrando las puertas detrás de mí. Me escondo bajo las gradas sin tener otra opción. Él no tarda en entrar. Intento contener mi aliento, ayudándome con mis manos temblorosas. Rezo porque no me vea. Puedo oír sus grandes y puntiagudas garras chocar contra el suelo, está a unos pasos de mí, olfateando el lugar, buscándome con la mirada. Un ruido viniendo de afuera lo obliga a detenerse. Sale volando fuera de aquí creyendo que salí del lugar. 




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