La Profecía

Capítulo 29: Piedad

And all the people say 
You can't wake up this is not a dream 
 


 

Me tenso cada vez que los escucho acercarse a las rejas, no quiero regresar a ese cuarto, aún no me recupero de la última extracción, y no estoy segura de poder soportar otra sesión.

No puedo evitar tiritar de frío, abrazo mi cuerpo buscando un poco de calor. Mi cuerpo ahora es un recipiente que se quedó con una migaja de mí alma, mi mente se convirtió en un laberinto oscuro sin salida, me cuesta horrores moverme sin tabalearme a causa del cansancio por el poco alimento y agua que nos dan. Han pasado días desde la última vez que comí algo meramente decente, los malditos orcos fueron tan amables de traernos un viejo y duro pan con una miseria de agua, tuvimos que partirlo en pedazos y dividir el agua para que nos durara unos días más, pero al final terminamos con todo. Mi estómago se remueve dentro de mí suplicándome por algo de alimento, puedo jurar que ya terminó de devorarse a si misma y ahora va en ataque por mis otros órganos .

—Aquí tengo algo—Orc me entrega un pedazo de su pan. Me quedo en mi lugar, no puedo quitárselo, sé que él tambien se esta muriendo de hambre—Tómalo, sé que lo quieres.

—Es tuyo.

—Estoy lleno—pero su estomago dice lo contrario haciendo un ruido.

—No es justo.

—Lo necesitar más que yo—niego de nuevo. —Te prometo que no tiene veneno.

—Aunque fuera veneno amigo, hierba mala nunca muerte—se burla William.

Orc remueve el pan en mi cara, cómo ve que no reacciono agarra un pedazo llevándolo a su boca, exagera el movimiento de su boca degustando el pan.

—Delicioso—ahora es mi estomago quien hace ruido exigiéndome tomar el pan. Orc se rinde partiendo el pequeño pedazo a la mitad. —Al menos comete esto, con esos ruidos extraños que haces no me dejaras dormir hoy.

No reniego más y cojo el delicioso alimento en mis manos, tengo que comerlo lento si no quiero indigestarme, es difícil hacerlo porque sabe a gloria.

—¿Por qué crees que no te han...?

—¿Matado? —termina por mí, asiento débilmente. —No lo sé. Tal vez todavía no saben que hacer conmigo o solo me utilizan como ejemplo de lo que pude pasarles a los demás orcos si desobedecen a nuestro amo.

Me alegro que Blake no lo haya matado, es la única compañía que tengo aquí, y es lo único que aún me mantiene cuerda.

El pánico se instala en mi pecho cuando escucho las rejas abrirse, me levanto como puedo del suelo alejándome de las puertas. Los orcos derriban primero a Orc, luego vienen por mí acorralándome en la esquina del calabozo. Golpean mi pierna derribándome, caigo al suelo sin fuerzas, me remuevo sin oportunidad de escapar de ellos, sostienen mis piernas y mis brazos para que no pueda golpearlos, enseguida me inyectan ese líquido asqueroso que nubla mis poderes.

Me sueltan cuando terminan con su tarea, mis manos acarician la parte en mi cuello donde la ajuga me atravesó. Levanto la mirada buscando a Orc, no sé qué tan mal lo dejaron esta vez, un extraño sentimiento se instala en mi pecho cuando no lo veo reaccionar.

—¿Orc? —trato de llamarlo entre mi dolor.

No responde.

—Creo que esta muerto—William lo patea mirándolo con asco.

No, él no... No puede estar muerto, no puedo perderlo a él también. Él no...

Gateo por el suelo con la poca fuerza que me queda, muevo sus hombros para hacerlo reaccionar, no está respirando.

—¡Orc despierta! —no quiero quedarme sola, no puedo quedarme sola. —Te necesito, por favor despierta. —muevo sus hombros sin importarme si le duele. —Te dejare cantar esa tonta canción si te despiertas, te lo prometo, ya no me quejare...

Golpeo su pecho con mis puños desesperada por que reaccione.

—¡NO TE ATREVAS A DEJARME SOLA ORCO FASTIDIOSO! ¡TIENES QUE DESPERTAR! ¡DESPIERTA!

Abre los ojos de golpe tomando una gran bocanada de aire, se sienta de golpe cómo si fuera una momia a la que acabo de despertar, respiro de nuevo con lágrimas de felicidad y alivio cayendo por mis mejillas.

—¿Pero qué...? ¿Y ahora por que lloras loca? —frunce el ceño desorientado. Lo abrazo sin importarme su mirada de fastidio.

—No vuelvas a dejarme.

—¿De qué hablas? He estado aquí todo el tiempo.

—Dejaste de respirar, por un momento creí que estabas muerto—abre los ojos recordando lo que pasó antes de quedar inconsciente.

—Ho sed mord—gruñe. —Por supuesto, tuvieron que venir primero por mí. ¡Saben que puedo detenerlos si quisiera! ¡No se desharán tan fácil de mí?

Ruedo los ojos, si quisiera derribarlos como tanto presume, ya lo hubiera hecho las seis veces que han venido a inyectarme. Soy consciente de la herida en mi pierna cuando trato de moverla, esta hinchada por el golpe.

—¿Por qué esa cara de que te hiciste en tus pantalones?

—Mi pie, no puedo moverlo—apunto con la mandíbula, niega con la cabeza molesto.

—Déjame ver.

—¿Para qué? —pone los ojos en blanco, atrapa mi pie atrayéndolo a él. —¡Oye!

—No es cómo si pudieras irte corriendo—analiza mi pie de un lado a otro. —En efecto está herido.

—Eso ya lo sé.

—Lo mejor es que no lo muevas—lo acomoda en el suelo con extremo cuidado Observa algo detrás de mí, se levanta para ir hasta las rejas, recoge una bandeja con comida y agua. —Al menos no se han olvidado de que aún necesitamos de esto.

Se sienta frente a mí acomodando las cosas, me entrega un pedazo de pan y un poco de agua, noto que me entrega la porción más grande, se lo agradezco desde el fondo de mi alma. El silencio que se produce mientras comemos me incomoda, hablo quebrando un poco la tensión. 

—¿Cómo llegaste aquí?

—¿Enserio tengo que recordártelo?

—Sabes que no hablo de eso.

Suspira.

—Blake nos encontró hace muchos años, nos contó sobre sus planes, no nos dio opción de elegir, estabas con él o en su contra y no te convenía estar en su contra. Trabajamos para él porque no tenemos opción. Además, prometió darnos mucho después de que la guerra termine.




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