Después de que Frido subió, me quedé un largo rato leyendo sus interesantes periódicos que, aunque con muchas faltas de ortografía, eran muy útiles para alguien como yo que estaba ansioso por obtener información. Y fue cuando estaba leyendo las últimas noticias de Kildare, que escuché dentro de mi mente una voz conocida que me llegaba como desde lejos. Era una voz dulce, melodiosa, y las palabras penetraban serenas pero firmes en mi mente: "Lug"... llamaba la voz "Lug, ven"... no había urgencia en aquel llamado, solo expresaba el deseo de verme. Aquella voz que reconocí de inmediato era como un aroma fresco, irresistible, que me arrastraba... “Lug, ven” se repitió. Sentí como si el cuerpo se me relajara, como si perdiera por un momento el contacto con el mundo exterior para que todo mi ser se enfocara en el sonido de aquella voz. El periódico que estaba leyendo cayó de mis manos, y mi cuerpo se deslizó suavemente hasta que quedé sentado en el piso. Cerré los ojos y me concentré en el mensaje, pude ver que las palabras viajaban por un canal delgado. Intenté usar ese fino hilo para enviar palabras de respuesta, pero no había lugar. Dejé las palabras de lado y me concentré solo en el canal. Inhalé profundamente, y sentí que, a medida que mis pulmones se llenaban de aire, también el canal se hinchaba y se ensanchaba. Cuando hubo espacio suficiente, envié una corta respuesta: “Ahí voy”. Las palabras flotaron por el canal, viajando por el costado de las que venían de la mente de Dana.
Abandoné los periódicos de Frido y subí a la superficie. Atravesé el salón y subí hasta su habitación. Acto seguido, golpeé la puerta y la voz de Dana, siempre dentro de mi mente, me dijo con suavidad:
—Adelante.
—¿Me llamaste?— dije en voz alta, al tiempo que abría la puerta.
Ella corrió hacia mí con el cabello mojado y una sonrisa incontenible, y me abrazó con fuerza. Apenas soltó una mano un momento de mi espalda para empujar la puerta detrás de mí y cerrarla, y luego, me tomó la cabeza con las dos manos y me besó en los labios. Al separarse, escuché su risa feliz.
—¿Qué pasa?— pregunté, sorprendido. Su rostro iluminado de alegría.
—¡Escuché tu respuesta! Es la primera vez que mando un mensaje y recibo una respuesta. No tienes idea de cuánto he tratado de enviar mensajes y mantener el canal abierto para escuchar una respuesta. Nunca pude lograrlo, hasta hoy. ¿Cómo lo conseguiste?
Dana me tomó de la mano y me guió hasta la cama. Nos sentamos uno junto al otro.
—El canal por el que envías el mensaje es muy delgado. No hay lugar para que la respuesta vuelva por el mismo conducto— expliqué.
Ella asintió, comprendiendo.
—Lo sé. He intentado crear otro canal para poder dar lugar a la respuesta, pero está fuera de mi capacidad. ¿Fue eso lo que hiciste?
—No. No es necesario crear un canal diferente.
Ella me miró con el ceño fruncido y ojos interrogantes.
—Solo debes ensanchar el canal— continué.
—¿Cómo?
Le expliqué cómo lo había hecho yo. Cómo el acto físico de hinchar los pulmones con aire se había unido al acto mental de ensanchar el canal. No sabía si esa técnica iba a funcionar para Dana, pero ella estaba sumamente entusiasmada y prometió probarlo en la noche, cuando nos fuéramos a dormir. Quería sorprender a su padre.
Miré en derredor. La habitación era bastante espaciosa y cómoda. El fuego ardía en la chimenea, calentando el ambiente. En un rincón, una bañera todavía estaba llena con el agua del baño de Dana. Fui hasta la ventana y miré hacia la calle. Aun seguía lloviendo. La noche había caído y ya no se veía gente deambulando por las calles.
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Editado: 24.03.2018