Murmullos. Pasos. Voces más cercanas, y de pronto, alguien abre bruscamente la puerta supuestamente "inviolable" de mi habitación. Algo no estaba bien.
—Revisen todo, y háganlo rápido todavía nos falta toda el ala este. Ned, ve por los robots rastreadores, ¡ya hazlo, que no tenemos todo el día! No quiero a Cali sobre nosotros otra vez.
—Sí, señor.
Salté de la cama y me puse unos pantalones. Tres sujetos estaban dando vuelta toda la habitación sin poner el menor de los cuidados.
—Señores— llamé, aún semidesnudo—, ¿puedo saber que está sucediendo?
—El Jefe de Seguridad, el señor Cali, le informará, nosotros solo hacemos nuestro trabajo— explicó uno de ellos, sin mirarme en lo más mínimo—. ¡Ned!— gritó luego a otro que entraba y salía de la habitación con nerviosismo—. ¡Ned! ¿Llegan ya esos malditos rastreadores?
—No, señor.
—Entonces deja de deambular por el pasillo y revisa a este tipo— gruñó, señalándome.
El tal Ned me tomó de los hombros con fuerza y me estampó de cara contra la pared.
—Separe las piernas y apoye las manos contra la pared— graznó Ned, en un tono muy diferente del que había usado para dirigirse al otro hombre.
Obedecí. Si no lo hacía, probablemente Ned me rompería el cuello. Aquel ultraje no era lo que más me preocupaba, mi corazón latía temeroso porque adivinaba que estos hombres estaban buscando exactamente lo que yo tenía: el transmet.
Ned me palpó con rapidez y eficiencia:
—Nada jefe.
—Detenlo de todas formas hasta que terminemos de registrar la habitación.
—Sí, señor.
Uno de los sujetos que llevaba un mameluco lleno de bolsillos, sacó un destornillador y se abocó a retirar la tapa del ducto de aire donde yo había escondido la prueba del delito. El corazón me latía con fuerza, amenazando con delatarme. No debería haber confiado en aquellos tres extraños personajes. No debería haber aceptado el transmet. Me forcé a abandonar aquellos pensamientos inútiles. Necesitaba encontrar una solución y rápido, necesitaba...
—¿Qué es todo esto?— gritó con furia un hombre desde la puerta de la habitación.
El hombre con el destornillador se detuvo en seco. Ned abandonó sus nerviosas idas y venidas. Toda la escena pareció congelarse por un momento. Entonces, el hombre que me había hablado primero se adelantó y se dirigió al recién llegado:
—Señor Cali, revisamos un domicilio, créame que tratamos de hacerlo lo más rápido posible, pero los rastreadores aún no llegan y...
—¿Sabe usted qué domicilio está violando señor?— le cortó Cali.
—¿Disculpe?— respondió el hombre sin entender la conexión entre su explicación y aquella pregunta.
—El hombre que uno de sus ayudantes está deteniendo es el mismísimo Lug. ¿No tuvo usted cerebro suficiente como para fijarse en la lista de domicilios inviolables antes de lanzarse a esta cacería?
—Señor...yo...—balbuceó el otro—. ¿Cómo podía saber que él era Lug señor?
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Editado: 24.03.2018