La encontré acurrucada en el suelo, entre unos arbustos. Respiraba con dificultad. A la luz de la luna, pude distinguir sus heridas y magullones en los brazos y en las piernas. Se apretaba el estómago con una mano.
—Todo estará bien— le murmuré al oído para tranquilizarla, mientras le acariciaba los cabellos.
La mitríade levantó la mirada, y sus ojos sufrientes se abrieron sorprendidos. Me había reconocido. Cerró los ojos y se abandonó en mis brazos, sollozando quedamente. La abracé un momento y luego me separé de ella para verla a la cara.
—¿Tienes rotas las alas?— pregunté con urgencia.
Ella negó con la cabeza, incapaz de hablar.
—Cierra los ojos y trata de relajarte— le dije—. Trataré de ayudarte.
Ella asintió y cerró los ojos. Mi experiencia con Cariea me ayudó a comprender los patrones más fácilmente, y así pude sanarla de forma más rápida.
Al cabo de un rato, la mitríade respiraba con más regularidad y ya no gemía, pero aún no podía hablar. A pesar de esto, sus ojos me miraban con una elocuencia que no necesitaba palabras: algo terrible había sucedido, y podía notar su desesperación por contármelo.
—Tranquila...— murmuré— ya habrá tiempo para que me entere de todo. Descansa por ahora.
La tomé suavemente en mis brazos y la llevé hasta el campamento.
—¿Otra más?— murmuró sorprendido uno de los centinelas que vigilaban el campamento al verme cargando a la mitríade. Guardó la espada que había desenvainado al escuchar que alguien se acercaba y extendió los brazos hacia mí.
La mitríade no era pesada, pero el sanarla me había drenado de casi todas mis fuerzas, así que no dudé en aceptar el ofrecimiento del soldado.
—Con cuidado— le dije, depositando a la criatura en sus brazos—. Llévala con Cariea.
El soldado asintió y se alejó. Yo fui a buscar a Morrigan. Lo encontré junto a una fogata, estudiando los mapas de Ailill. Enseguida notó la urgencia en mi rostro.
—¿Qué sucede?— me preguntó, poniéndose de pie rápidamente.
—Encontré una mitríade herida.
—¿Otra?
—Sí.
—¿Ailill?
—No lo creo— respondí—, pero igualmente significa problemas.
—Vamos— dijo, enrollando y guardando los mapas en un tubo de cuero.
Cariea levantó la vista al vernos llegar. La otra mitríade estaba recostada junto a ella. El soldado que la había cargado le había conseguido un té caliente y unas frutas.
—¿Sabes quién es?— le pregunté a Cariea.
Cariea asintió.
—Esta es Delina.
—¿Delina?— repetí entre sorprendido y preocupado—. Pero Delina es la mitríade que está con Zenir.
—No entiendo— dijo Morrigan, perplejo—. ¿Qué hacía...?
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Editado: 24.03.2018