La muerte de Dumbledore

El pasillo, en efecto, estaba oscuro y silencioso. Entré en mi habitación, cerré la puerta. Pegué mi espalda a la madera mientras observaba la marca del Sol en mi muñeca. Para los brujos, aquella unión equivalía a un matrimonio por Iglesia, sólo que el castigo era peor.

Con el corazón aún acelerado, recordé que mi capa había quedado en la recámara.

- Capa guardiana, capa de los caminos. Aparece ante mí, tu protectora y protegida.- dije extendiendo las manos con las palmas arriba

La capa azul no tardó en aparecer. ¿Qué habría pasado con Severus? ¿Dónde estaría? Odiaba irme sin pelear, tanto como hacer un hechizo de transportación.

- ¡Qué belleza!- exclamó una voz femenina desde las sombras. Al ver mi temor, continuó- Disculpa mi niña…- Sybill Trealaway apareció de la nada- Johan creyó que era un buen lugar para esconderme.

- ¡Qué susto!- me acerqué a ella comprobando que estaba bien- ¿Dónde está él, Sybill?

Se escucharon unos estruendos. Sus ojos se clavaron en mí.

- El es tu amigo ¿Dónde crees que esté?

Se escuchó otro estruendo.

- Peleando.

Me aferré al bastón, abroché la capa sobre mi espalda. El sombrero negro de ala ancha no tardó en aparecer sobre mi cabeza.

- Amelhíon Du Cruçerois…-dijo asombrada la maga vidente.

- Mi maestro.- dije con firmeza.

Abrí la puerta desoyendo a Severus. Sybill observó mi marca de unión. Sorprendida, la identificó a la perfección. No dije nada, no era tiempo para chismeríos.

- Tienes la valentía de Gryffindor…- dijo lanzando un hechizo a un atacante.

Me puse de espaldas a ella. Rodeé a los agresores en una niebla negra, para despistarlos.

- Pero, el talento de Slytherin.- dijo obligándome a agacharme junto a ella.- Eso no es lo único que te une a Slytherin ¿Verdad?- me miró contemplando mi mano y desnudándome el alma. No dije nada y ataqué a otro mortífago

- No es tiempo de hablar de ello, Sybill

- En eso estoy de acuerdo… ¡Cuidado!

Esquivando ataques y contrataques, llegamos al patio del colegio. Todos lloraban apuntando sus varitas hacia el cielo. Una luz salió disparada hacia el rostro cadavérico que se asomaba en la tormenta. Dumbledore había muerto y creía saber quién había sido su ejecutor.

Mc. Gonagall me agarró del brazo.

- Señorita Roses ¿Ha visto al profesor Snape? No lo he visto por ninguna parte.

- Yo tampoco, profesora- respondí deshaciéndome de su garra con gentileza.

- ¡Nela!- la voz sonaba entre la multitud.- ¡Nela, por aquí!

Sybill se adelantó y lo besó apasionadamente. Yo llegué después de esquivar todos los rostros de los alumnos de Ravenclaw. Al vernos, ambos constatamos que nos encontrábamos bien. Un rostro inesperado pronto se hizo ver.

De ojos grises, cabello castaño, pálida pero con las mejillas sonrojadas, Lena Roses, aparecía abrigada por su capa de terciopelo verde esmeralda.

- ¿Ambos están bien?- levantó su bastón negro.

Sybill la miraba con desaprobación.

- ¿Lena, cómo pudiste llegar, los demás... Stephanía?

- Sé todo Nela. Tranquilízate. Mi mentor tiene un cuadro que comunica con Hogwarts, sólo él y yo podemos atravesarlo.

- ¿Su mentor?- preguntó Sybill con repulsión.

- Lord Zelión- respondió Johan mientras pasaba el brazo por su cintura- El hermano espiritual de Monsieur Du Cruçerois.

Ambas asentimos.

- ¡Qué bueno es verte!- dije abrazándola.- Esto…Esto es una locura.

- Nela escúchame, tienes que hacer esa poción. Muchas familias están perdiendo a sus seres queridos…

- No puedo sola, Lena. Lo sabes.

- Por eso estoy aquí- miró a la pareja- Lo tuyo con Snape era predecible, pero ¿Qué bicho le picó a Johan?

- El del amor- dije cruzándome de brazos.

- ¿Estás segura de que no bebió una poción amorosa?

- Totalmente- asentí- Es un sentimiento puro.