La Profecía de los Elementos (los Hijos de los Dioses #1)

1. Noche

Sandra se despertó sobresaltada. Un sudor frío recorría su espalda, y la habitación estaba a oscuras. Miró el despertador: 04:00 a.m. Ray dormía a su lado. Lentamente, la joven notó cómo su corazón recuperaba un ritmo normal, casi perezosamente.

Había sido una pesadilla, una de las fuertes. No es que no estuviera acostumbrada: aquellas sombras danzarinas volvían cada cierto tiempo, tomando siempre diferente forma. Pero esta vez... Esta vez... Sandra suspiró, derrotada. Sí, había algo diferente en esa ocasión, aunque no estaba segura de lo que era.

De todas formas, algo sí tenía claro.

Le producía escalofríos.

***

Las piernas le dolían insoportablemente, y pensó que iba a desfallecer en cualquier momento, pero en ese instante volvió a oírlos tras ella: risas diabólicas en las que se mezclaban infinidad de sonidos estridentes, como si un coro de animales diversos aullara al unísono.

Se detuvo un segundo a recuperar el aliento. Se encontraba en una calle larga de edificios encalados, más o menos ancha y completamente desierta. A su izquierda, a un par de metros desde donde se encontraba, se abría un pequeño callejón. Aparte de eso, la vía continuaba recta, pálida y silenciosa en la noche. Les oía más cerca; pronto la alcanzarían. Así que, ignorando el martilleo de su corazón, galopante de miedo, optó por el callejón. Allí, con un poco de suerte, no la encontrarían. Y si lo hacían... bueno, prefería no pensar en a qué debería enfrentarse entonces.

Estaba oscuro, y en el aire flotaba el olor fétido a basura recién sacada. Se puso en cuclillas, y contuvo la respiración justo a tiempo. Una figura medio encorvada, oscura y desnuda, sin ningún atributo humano salvo la silueta escuálida, apareció por la esquina. Caminaba lentamente, en exceso para el gusto de la joven fugitiva, y cuando se detuvo en el centro de la calle grande, alzó la cabeza y olfateó —al menos eso le pareció a ella, puesto que carecía totalmente de nariz—. Un escalofrío recorrió su espina dorsal. En ese preciso momento, tuvo la total certeza de que la encontrarían.

En efecto, segundos después, el deforme ser volvía la cabeza hacia el callejón y bufaba directamente en su dirección. Ella se fijó en su rostro, iluminado tenuemente por la luz de una farola: el pellejo acartonado y oscuro, sus rasgos chatos, dos rendijas a modo de orificios nasales, labios desagradables, dientes pequeños y puntiagudos... y sus ojos. Reptilianos, amarillos e inyectados en sangre en las comisuras. Un cazador nato.

El cuchillo se materializó con un chasquido en su mano. Bien, ¿querían pelea? La tendrían. Ya estaba bien de huir. La criatura ya estaba rodeada de otros cuatro como él; igual de deformes, oscuros y terroríficos. Pero ella no estaba para asustarse. Con un grito salvaje, sin preocuparse de quien pudiese oírla, salió de las sombras del callejón empuñando su arma y abalanzándose sobre ellos.

Por desgracia, su táctica no funcionó como esperaba. Se diría que la estaban esperando, puesto que en cuanto apareció, se lanzaron a su vez sobre ella y la cogieron de los brazos antes de que tuviera tiempo de alcanzar a ninguno. Después, la tiraron al suelo sin contemplaciones mientras uno la sujetaba del pelo corto y oscuro; un segundo, de un brazo y un tercero del otro.

El cuarto se arrodilló junto a ella como si fuese a besarla. La chica no lo pensó dos veces e hincó su rodilla libre con todas sus fuerzas en el costado del monstruo, pero este la esquivó con facilidad, rodó a un lado y se incorporó gruñendo.

—No vasss a escaparrrr —amenazó, con una voz chirriante que le puso los pelos repentinamente de punta.

La joven intentó zafarse de nuevo, pero aquellos monstruos escuálidos tenían una fuerza asombrosa. Fue entonces cuando el quinto miembro del grupo, que hasta ese momento se había mantenido apartado de la escena, le sujetó las piernas con violencia. Ella chilló y se debatió con más fuerza, pero no le sirvió de nada, por lo que decidió utilizar su as en la manga. "Se acabaron las tonterías", pensó con rabia mientras una corriente anaranjada salía de su pecho hacia su mano. Una centésima de segundo después, sobre la palma empezaba a formarse una espiral de fuego. Sin embargo, el monstruo que sujetaba esa extremidad se dio cuenta y le retorció el miembro. La muchacha gritó y se contorsionó de dolor, y la llama materializada entre sus dedos desapareció al instante.

Fue solo entonces cuando fue consciente. No saldría viva de allí. Ni siquiera podía usar sus poderes contra ellos... Salvo que... Cerró los ojos y contuvo las lágrimas. "No hay otra salida", reconoció con tristeza. No podía permitir que se salieran con la suya. Debía hacerlo por ella y por los demás, y una lágrima rodó por su mejilla cuando pensó en ellos. "Nos veremos en el infierno, compañeros", susurró para sí.

El monstruo ya se aproximaba. Ella cerró los ojos con decisión, sin derramar otra lágrima, y se concentró. Un segundo después, la espiral de fuego volvió a formarse en su pecho, aumentando gradualmente de intensidad. Los monstruos, irritados y asustados a la vez, intentaron torturarla para que dejase de hacerlo, pero ella ya no estaba allí. Su conciencia hacía rato que se había ido muy lejos de aquel lugar. Lo único que podía hacer ya era dejar que su espíritu y su cuerpo hicieran lo que debían.



#23555 en Fantasía
#5043 en Magia

En el texto hay: cuatro elementos, musica, magia

Editado: 14.11.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.