—¿Qué he hecho?— repitió Ana, desconcertada ante la reacción de Digar—. Te he sanado. Puedo sanarlos a todos, y luego podremos ir a casa— trató de explicar.
Ahora no era solo Digar el que miraba en todas direcciones lleno de miedo, sus hombres también paseaban sus ojos temerosos por las colinas que rodeaban la ciudadela y comenzaron lentamente a retroceder, tratando de alejarse de Ana.
—Aten a Lug, llévenlo adentro— ordenó Digar con voz fuerte.
Dos pescadores enfermos se acercaron a Lug con sogas. Randall les cortó el paso con la espada en alto.
—Está bien, Randall, deja que lo hagan— dijo Lug.
—¿Qué?— exclamó Randall sin comprender.
—Dije que está bien— insistió Lug.
Randall apretó los dientes, furioso y se movió del camino de los pescadores con reticencia.
—Lug...— intentó Ana con la mano apoyada en el hombro de él.
—Debo ir con ellos, confía en mí— le respondió Lug, envainando su espada.
Los pescadores le ataron las manos a la espalda sin que él se resistiera en lo más mínimo.
—¿Para qué se lo llevan? ¿Qué van a hacer con él?— preguntó Ana, angustiada.
—Debemos prepararlo— respondió Digar.
—¿Prepararlo? ¿Qué significa eso?
Digar no contestó.
—¿Qué significa?— insistió Ana.
—Debemos ponerlo en un estado mental más receptivo para obedecer— explicó Digar.
—¿Qué? ¡No! ¡No! ¡No van a llevárselo para torturarlo!— les gritó Ana.
Lug no se inmutó ante la mención de la tortura. Los dos pescadores lo tomaron de los brazos y comenzaron a guiarlo hacia la puerta.
—Digar, ¡Por la inmensidad del mar! ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué tienes tanto miedo?— inquirió Verles—. Ya te dije que Wonur ya no tiene ningún poder.
—No es a Wonur a quién temen— murmuró Lug.
—¿Qué? ¿Entonces a qué?— preguntó Verles.
—Fomores— murmuró Lug.
—¿Qué...?
—Están al acecho, vigilándonos— explicó Digar en un susurro apenas audible—. Wonur les ordenó que se aseguraran de que cumpliéramos con nuestra parte. Están hambrientos. Deben escapar antes de que bajen de las colinas y los devoren a todos.
—¿Qué evitará que los devoren a ustedes también?— preguntó Verles.
—Wonur nos enfermó con esta plaga para evitar que los fomores nos devoraran antes de cumplir con nuestra misión. Son brutos y salvajes, pero poseen inteligencia suficiente para saber que se infectarán y morirán si nos comen— respondió Digar. Luego volvió su mirada hacia Ana : —Al sanarme, me has condenado a una muerte horrible, más horrible que esta peste.
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Editado: 12.10.2019