La Profecía Rota - Libro 3 de la Saga De Lug

SEGUNDA PARTE: El Fugitivo - CAPÍTULO 51

Calpar levantó la vista del mapa que estaba estudiando sentado cómodamente a la enorme mesa de madera de la biblioteca del palacio y se encontró con Tarma. La miró de arriba a abajo. Estaba vestida con algo parecido a los uniformes de los soldados kildarianos, menos la armadura de cuero con tachas plateadas.

            —La botas son muy cómodas— dijo ella, levantando una pierna para mostrar cómo el sueve cuero la enfundaba hasta la rodilla—. Y debo decir que los pantalones no son tan prácticos, pero no me disgustan, al menos no tanto como esos horrendos vestidos que usan las mujeres kildarianas.

            —Me alegro que Ifraín haya conseguido ropa de tu agrado, pero debo advertirte que tengas cuidado— le respondió él.

            —¿Cuidado?— repitió ella sin comprender.

            —Estás en Kildare, Tarma y debes tener en cuenta sus costumbres. Te sugiero un comportamiento más moderado.

            —¿Moderado?— ella siguió sin entender—. ¿Qué he hecho de indebido?

            Calpar suspiró.

            —Para empezar, no debes mostrarte desnuda ante el príncipe.

            —¿Qué problema hay con eso? Entre los Tuatha de Danann es de lo más común.

            —Ese es el problema, no estás entre los Tuatha de Danann. Aquí tu exposición es indecorosa y una invitación abierta a consumar el acto sexual.

            —¡¿Qué?! ¿Ifraín piensa que quiero yacer con él porque me vio desnuda? ¿Está fuera de sus cabales?

            —Distintas actitudes significan distintas cosas para distintos pueblos. Creí que ya sabrías eso, después de todo, te casaste con Eltsen, cuyas costumbres deben ser muy diferentes a las de tu pueblo.

            —Mi vida sexual con Eltsen no es de tu incumbencia— dijo ella, enojada.

            —Lo peor no es tu abierta invitación a Ifraín— continuó él, haciendo caso omiso de su protesta—. Por si no te has dado cuenta, Ifraín está fascinado contigo, y tu actitud alimenta sus emociones hacia ti.

            —Pero eso es bueno, por eso decidió ayudarme— respondió ella, confundida.

            —Tarma, si inflamas los sentimientos que están despertándose en Ifraín y haces que se enamore de ti, Ifraín ya no verá a Eltsen como a alguien que debe ayudar para congraciarse contigo, sino que lo verá como a un rival al que debe eliminar para obtenerte para sí. Los celos son una fuerza muy poderosa, e Ifraín es un muchacho muy inestable. Debes tener cuidado.

            —No lo sabía, Calpar— respondió ella preocupada—. Dime qué debo hacer.

            —Lo menos posible— le respondió él, y echando otro vistazo a su atuendo añadió: —Tal vez el que estés vestida como un soldado ayude. Ese atuendo es muy poco sexualmente atractivo para un kildariano. Y cuida tu lenguaje: nada de mencionar órganos sexuales ni masculinos ni femeninos en tus conversaciones con él. Es más, creo que debes limitar tus conversaciones con él lo más posible. Sí, eso será lo más seguro— caviló Calpar como para sí. Tarma asintió obediente.

            —Pero, ven, siéntate— la invitó Calpar, señalando una silla al otro lado de la mesa—. Hay otra cosa de la que quiero hablarte.

            Tarma se sentó intrigada y observó el mapa que descansaba sobre la mesa, pensando que Calpar querría hablarle de la ruta más conveniente para llegar a Faberland.

            —Ayer por la tarde, Dana abrió un canal conmigo.




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