La Promesa

ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 10

LAYLA

Hace diez años...

—¡Puaj! ¡Qué asco! —Grover escupió la galleta que había preparado en mis clases de cocina, con una expresión de disgusto evidente.

—Pero, ¿por qué haces eso? —pregunté, sintiendo cómo se me formaba un nudo en la garganta.

—Saben horrible —replicó, frunciendo el ceño mientras tomaba su botella de agua y se enjugaba la boca—. Están amargas y, a la vez, saladas. Una combinación espantosa.

Osiel no pudo contener la risa, a punto de atragantarse.

Le lancé una mirada fulminante, tratando de que se callara,pero su risa seguía resonando.

—¡Galletas, qué rico! —exclamó Natalia, acercándose con entusiasmo. Pero antes de que pudiera tomar una, alejé la caja de sus manos.

—No, Natalia, estas no son para ti —dije rápidamente, manteniendo la caja lejos de su alcance.

—Vamos, solo quiero probar una —insistió con una sonrisa, pero al ver la expresión de Grover, su entusiasmo disminuyó—. ¿Qué, tan malas están?

Grover asintió vigorosamente, aún sacudiéndose del mal sabor.

—Créeme, Nat, si las pruebas, te arrepentirás —comentó Osiel entre risas, y aunque intenté mantener la compostura, mis mejillas ardían de vergüenza.

—Yo no creo que puedan ser tan malas —Natalia se cruzó de brazos, desafiándome con la mirada—. Vamos, déjame probar una, ¿qué tan mal podría estar?

—Lo suficiente para arruinarte el día —intervino Grover, fingiendo un escalofrío—. Pero si insistes, adelante.

Finalmente, con un suspiro, le tendí una de las galletas a Natalia. Ella la tomó con confianza y le dio un mordisco pequeño. Al principio, su rostro permaneció neutral, pero pronto se transformó en una mueca de desagrado.

—Oh... sí, tu hermano tenía razón —admitió con dificultad antes de tragar—. Saben... Interesantes.

—Interesantes es una forma amable de decirlo —Osiel estalló en otra carcajada.

Me crucé de brazos, intentando no dejar que sus reacciones me afectaran demasiado. Sabía que la cocina no era mi fuerte, pero no esperaba que fueran tan crueles con sus críticas.

—Bueno, al menos lo intenté —murmuré, tratando de tomarlo con humor, aunque una parte de mí sentía que se burlaban más de lo necesario.

—Sí, eso es lo importante —Natalia me dio una palmada en el hombro, sonriendo con amabilidad—. La próxima vez seguro te salen mejor.

Aunque su comentario pretendía ser alentador, yo solo deseaba que el suelo se abriera y me tragara.

—Si me hubieras dejado probar primero, al menos habría mentido un poco —susurró Osiel acerca de mi oído. Al terminar, me guiño un ojo antes de ir hacia donde estaba mi hermano.

—¡Chicos! Están organizando una competencia para encontrar banderas. Hay tres equipos: verde, rojo y azul —Patrick, a quien todos llamamos Pato, llegó corriendo para informarnos—. Ya nos inscribí, pero nos faltan dos personas más. El equipo tiene que ser de ocho.

—¡Vamos, será divertido! —exclamó Natalia, entusiasmada.

—Pero nos faltan dos personas —nos recordó Pato.

Miré a mi hermano, que estaba absorto en su teléfono. Quizás si le pedía que se uniera a nosotros, accedería.

—Grover, ¿te unirías con nosotros? —le pedí, mostrando mi mejor cara de súplica.

Dejó de mirar su teléfono y me observó un momento.

—No, tengo planes —respondió mientras guardaba su teléfono en el bolsillo de su pantalón.

Antes de que pudiera insistir, la voz de Osiel se metió en la conversación.

— ¿Quién te mando un mensaje? —le preguntó a Grover con curiosidad.

—Anne y Janet nos están esperando en el comedor —contestó mi hermano, con una sonrisa maliciosa.

—Grover, por favor... —intenté una vez más.

—No, no quiero jugar eso, ya te dije que tengo planes.

—¿Jugar qué? —preguntó Osiel, frunciendo el ceño.

Pato y Natalia aprovecharon la pausa para explicar:

—Nos faltan dos integrantes para la competencia de búsqueda de banderas.

—Bueno, ya solo les falta uno —anunció Osiel de repente.

Lo miré sorprendida.

—¿Te unirás a nosotros? —pregunté, sin poder ocultar la sorpresa en mi voz.

Osiel asintió, decidido.

—Pero, nos están esperando —protestó Grover, visiblemente molestó por el cambio de planes de su amigo.

—La verdad, no tengo nada que hablar con ellas, y buscar banderas me parece más entretenido —respondió Osiel, encogiéndose de hombros.

—Osiel, vámonos, esos son juegos de niños —insistió Grover, frustrado.

—Decídete: te vas con ellas o te unes con nosotros —replicó Osiel, con un tono firme que sorprendió a todos.

Grover resopló, resignado. Nunca había imaginado que Osiel tuviera tanta influencia sobre él.



#12311 en Novela romántica

En el texto hay: mentiras, drama, secretos .

Editado: 28.11.2024

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