- Entonces ¿Qué tiene de peligroso este laberinto? – preguntó Elisabeth mientras observaba a los enormes rosedales
- Ohhh casi nada cariño, solo que si te llegarás a pinchar con alguna espina ya no podrás salir del laberinto – le respondió a Gilbert con sarcasmo – O tu cuerpo se cubrirá de enredaderas, será fácil, solo hay que dejarnos de las rosas – añadió con simplicidad, pero Elisabeth quien iba un poco más delante le interrumpió al ver el panorama dentro del laberinto.
- ¿Con qué fácil? mejor mira esto – le señaló, pues al irse adentrando las enredaderas cubrían parte del césped y se divisaban almas cubiertas por crueles espinas en el suelo – si todo el laberinto está así, será difícil, tendremos que ir a paso lento, tardaremos más, pero tenemos que evitar tocar las espinas a toda costa, tranquilo cariño, lo lograremos, vamos.
Ambos entraron en esos enormes corredores, giro tras giro, de izquierda a derecha, no era nada fácil el evitar las esperanzas, pero tampoco encontrar el camino correcto
- Diablos por aquí no era - exclamaba Gilbert con frustración cada vez que se encontraba con un camino cerrado, pasaron un par de horas hasta que el joven se rindió y aceptó que estaban perdidos.
- Tranquilo, yo guiaré, equivocarse no tiene nada de malo, si todo tiene solución entonces no vale la pena frustrarse ¿Me permites el mapa? – ante tan dulces palabras de ánimo Gilbert sonrió y le extendió el mapa
- Claro, aquí tienes.
- Okey, mi instinto dice que estamos por aquí y seguiremos por ahí – indicó la joven.
- ¿Estas segura??
- No, pero hacerle caso al instinto de vez en cuando es bueno, si piensas mucho comenzaras a dudar.
- Pero si lo haces sin pensar podrías arrepentirte.
- Tal vez, pero abras aprendido algo nuevo – sonrío – además el instinto de mujer es muy eficaz.
- Me alegro de tenerte, que entre tantas personas tuve la dicha de coincidir contigo.
Juntos siguieron avanzando hasta que Elisabeth noto algo particular y decidido preguntar por ello.
- Hemos avanzado por mucho tiempo, pero ¿Por qué no anochece?
- Eso se debe a que un alma no necesita dormir, comer o descansar, solo sentimos emociones – le respondió Gilbert – Somos emociones y recuerdos.
- Entiendo, ¿Entonces cómo sabes si es de noche o de día en el mundo de los vivos? – añadió una curiosa Elisabeth.
Gilbert desembolso un reloj y se lo mostró.
- Todas las almas tienen uno, incluso tú, pon tu mano sobre tu pecho, haz como si tomaras algo y luego aléjala, le reloj aparece al instante – Elisabeth hizo lo indicado, llevándose una gran sorpresa – Cuando pienso que no puedo sorprenderme más pasa algo como esto – sonrió – Es asombroso ¿Cómo funciona?
- Ven, te explico, por un lado las manecillas del reloj te muestra la hora, la gema en su centro te dice el día, mes y año en número ¿Ves? y al otro lado está es una brújula.
- El color de la gema varía según la esencia de cada alma ¿Cierto? – indagó al notar el color de la gema de su amado y la de ella – La tuya es de un dorado brillante y la mía, bueno, es azul y verde.
- Qué lista
- Gracias, pero dime, cómo pueden hacerse presente en el mundo de los vivos y en los sueños – continuó Elisabeth.
- Seguro tienes muchas preguntas por hacer ¿Verdad? – bromeó el joven al mismo tiempo que avanzaban con cuidado.
- Así es – sonrió – Y no me molestaría para nada que respondieras a cada una de ellas.
- Está bien, de hecho, es más sencillo lo que suena solo es cuestión de imaginar a esa persona y boom estás en sus sueños, en cuanto a hacerse presente en el mundo de los vivos es igual, imaginas ese el lugar en donde te quieres hacer presente y apareces ahí
- Esa vez que te vi en la plaza ¿Por qué solamente yo te vi y nadie más te noto?
- Porque solo tú y yo tenemos una conexión especial.
- ¿Por qué solamente la ultima semana de cada año?