Rafael estaba de píe en el último escalón de la entrada principal del palacio. Con la típica flema Marconi, su hermano, su hermana y su padre se encontraban alrededor de Lu. Ella abrazó a todos y luego lo miró. Bajó el peldaño. Ni el protocolo ni la experiencia le habían preparado para despedirse de una mujer
como Lu.
Hacía sólo unas horas que ella había estado en su cama. Le había costado un esfuerzo insoportable no rogarle que se quedara, en su cama y en su vida. Pero había destrozado los sueños de ella, Lu se merecía lograr su cuento de hadas.
A pesar de su título, él no era el príncipe azul de los cuentos y no lo sería nunca.
Lu se le acercó. Pálida, fuerte y la mujer más bella que había conocido. Poseía una belleza profunda, especial, única. Sin poder contenerse, le acarició el pelo y la mandíbula, tratando de imprimir esa imagen en su mente. Y se abrazaron.
Fue Lu quien rompió el contacto y se apartó de él. Durante unos instantes vio en los ojos de ella una pregunta y un atisbo de esperanza, lo mismo que había visto en esos ojos al despertarse.
Entonces, Lu sonrió tristemente.
—No era mi intención entristecerte, Lu—dijo Rafael con voz queda—Si pudiera borrar la noche anterior, por ti, lo haría. Deberíamos haber acabado hace dos días. Eso era lo que quería ofrecerte.
La sonrisa de ella se hizo aún más triste.
—Yo no lo haría. El día fue perfecto, pero la noche ha sido aún mejor.
—Encontrarás a un buen hombre, un hombre que te merezca, un hombre como
debería ser. Mejor que Adam y mejor que yo.
—Lo único que necesito es que me ame.
—Sería un idiota si no lo hiciera.
—De eso hay mucho.
Lu se metió en el coche que la estaba esperando y él, al verla alejarse, sintió como si una parte de sí mismo lo abandonara.
Joseph, el jefe de seguridad, la acompañó hasta la escalerilla del avión. Sabía que era un acto de cortesía, pero tuvo la sensación de que era como si quisiera asegurarse de que se marchaba de verdad, que aquello era el fin de los
problemas que había causado.
Lu también quería que todo acabara, aunque sabía que el dolor y el sufrimiento acababan sólo de empezar.
En el avión, se sentó en uno de los sofás color crema y se abrochó el cinturón.
Había elegido ese sofá porque estaba de espaldas a la ventanilla, y cerró los ojos y esperó. Por fin, el avión empezó a tomar velocidad y ella evitó lanzar una última mirada a San Philippe cuando se encontraron ya en el aire.Había imaginado que lloraría, pero tenía los ojos secos. Solamente sentía un
gran vacío.
Oyó un ruido en la cabina. Sería la azafata. Ojalá la dejara en paz.
—Estoy bien, gracias —dijo Lu adelantándose a la azafata—No necesito nada.
— ¿Ni a nadie? —le preguntó una voz dolorosamente familiar.
Abrió los ojos y absorbió la imagen de Rafael sonriéndole antes de sentarse en el sofá junto al de ella.
— ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has podido llegar?
Rafael le tomó la mano y la apretó.
—La segunda pregunta es fácil de contestar, en moto. Os adelanté justo cuando estabais llegando al aeropuerto.
— ¿Y la primera pregunta? —se aferró a la mano de él. Todo dependía de la contestación de Rafael. Estaba llena de esperanzas, pero no era la primera vez que se veían truncadas.
—En primer lugar, no soy un idiota; en segundo lugar, no soy un mártir.
— ¿Y?
—Te he dicho que sólo un idiota no te amaría. Y yo no soy un idiota... porque te amo. No sé cuándo y cómo ha ocurrido. Te deseaba casi desde el principio, desde que te vi bailando en el club; pero eso es normal, no era la primera vez que deseaba a una mujer, así que no le di importancia —Rafael lanzó una seca
carcajada—Pero el deseo se hizo más y más fuerte y se convirtió en algo que ni siquiera sabía que existiera: amor. Y el amor es algo que escapa a mi control. No sé cómo ha ocurrido, pero creo que sí sé que hacer al respecto.
Rafael le acarició el cabello con reverencia.
La azafata apareció en ese momento y, tras lanzarles una mirada, volvió a marcharse.
—No quería que pasara, Lu, pero ha pasado. Hasta hace media hora, creía que lo que debía hacer era dejarte marchar, lo que me hizo recordar que no soy un mártir. No estoy dispuesto a sacrificar mi felicidad mientras tú buscas a alguien digno de ti. Quiero ser el hombre con el que te despiertes por las mañanas,
aunque sé que no soy tu príncipe azul.
Lu abrió la boca para protestar, pero él la silenció sellándole los labios con un dedo.
—Deja que acabe, Lu. Decir esto no me resulta fácil, pero tengo que decirlo, es necesario que lo oigas —ella asintió—Sé que no soy el hombre a quien querías amar y sé que hay mejores hombres que yo, pero no puedo permitir que te posean; al menos, sin ofrecerme primero. Quiero casarme contigo, ser tuyo y que tú seas mía. Quiero todas las cosas que creía que no querría nunca. Tú me has cambiado, para mejor. Pero ha sido la idea de perderte lo que me ha hecho darme cuenta.Rafael la miró fijamente. Entonces, con un rápido movimiento, le cubrió los labios y la besó. Y ella se aferró a él, lo besó, lo saboreó, se deleitó.
Rafael interrumpió el beso demasiado pronto, apoyando la frente en la de ella. Le puso las manos en la mandíbula y luego le acarició el cabello. Y ella le dejó mientras respiraba su aroma. Su debilidad por él era absoluta.
Rafael le tomó las manos, envolviéndoselas con las suyas.
—Di que me aceptas.
Lu estaba desesperada por decirle que sí, pero no podía todavía.
—Rafael... creo que no lo has pensado bien. Has llegado a decirme que querías protegerme de ti mismo, pero eres tú quien necesita protegerse de mí. Piensa en tu padre y en tu país, piensa en lo que van a decir los medios de comunicación.
—La única opinión que me importa es la tuya. Y, por si no te has dado cuenta, sigo esperando el sí.
—Pero a mí sí me importa lo que digan de ti. Te van a crucificar.
—No sólo a mí, sino a ti también —Rafael sonrió—pero no por mucho tiempo.
Y, al menos, estaremos juntos, lo pasaremos juntos. Confía en mí, tengo práctica. Además, no has visto los periódicos de esta mañana, ¿verdad?
—No, ya no podía soportarlo.
—Las noticias no son tan malas. Algunos han resaltado el hecho de que mi padre diera permiso a su hijo para casarse con Lucia Wyndham Jones, pero no llegó a decir a qué hijo se refería. Así que eso junto con las fotos de nosotros juntos... en fin, están especulando sobre si era lo que mi padre se proponía desde el
principio. Están reescribiendo la historia y a mi padre le va a encantar.
—No es posible que supiera que nos estábamos enamorando.
— ¿Así que me quieres? —Rafael la miró fijamente.
Lu ya no podía contenerse.
—Con todo mi corazón.
— ¿Te importaría que no tuviéramos una boda real con toda pompa y esplendor?
—No, no me importa en absoluto.
Lu aún estaba tratando de asimilar la situación. Rafe la amaba y quería despertarse con ella por las mañanas.
—Estupendo —Rafael sonrió—porque mi padre no es el único que se sale con la suya. Lo tengo todo planeado. El piloto ya ha cambiado el curso del vuelo, nos vamos a Las Vegas y nos vamos a casar ahí hoy mismo. Eso dará a la prensa de qué hablar. Nos convertiremos en los rebeldes de la familia real de San Philippe. Por supuesto, vamos a caer muy bajo casándonos de incógnito, pero ya se pasará. Y tan pronto como tengamos hijos, todo el mundo será feliz, pero sobre todo yo. Nos perdonarán y se olvidarán de lo que hemos hecho.
Rafael se llevó la mano de ella a los labios antes de añadir: