La prometida del magnate

EL MISTERIOSO HOMBRE DE NEGRO II

Naración de Érika Velez

Mansión “El Moulin Rouge”, Manhattan

Ese maldito de Jack es la persona vestida de negro que me ha estado acosando desde el asesinato de Samantha. ¡No puedo creer! ¡No puedo creer! Ese viejo Sugar daddy me las va a pagar.

Él es el hombre que Robert le disparó en la pierna y que salió huyendo tirándose del puente. Tengo que llamarlo inmediatamente.

Rin, rin, rin.

Rin, rin, rin.

Rin, rin, rin. (Timbre del celular)

—¡Robert! Ya sé quién es el hombre de negro que aquella vez estuvimos a punto de atraparlo. —Expreso el rostro con enfado.

—¿Cómo lo averiguaste? —Pregunta con exaltada voz.

—El maldito ese me acaba de enviar un regalo a la mansión, es un vestido que me obsequió la primera vez que tuve una cita con él. —Mi voz es abrupta por lo enojada que estoy.

—¿De qué me estas hablando Erika?, no entiendo nada de lo que dices. —Me responde.

—Ven de inmediato a la mansión para explicarte al detalle el problema. —Le cuelgo el teléfono.

Tengo ganas de romper este vestido pero debo guardarlo para tomar cada huella digital de ese desgraciado como evidencia. No puedo vivir en paz, desde el asesinato de Samantha no he conseguido continuar con mi plan.

Todo estaba perfecto hasta que él volvió a resurgir en mi vida, no entiendo, si Jack quedó completamente en la ruina casi como un mendigo. Debí asesinarlo pero como lo vi tan vulnerable y tonto no lo hice.

¡Mis manos tiemblan de rabia! Necesito tranquilizarme, tengo en la mira a mi amado Richard, poco a poco estoy entrando en su vida.

Debo deshacerme definitivamente de Jack para quedar el camino libre, sin embargo, no es nada fácil.

Toc, toc, toc.

Toc, toc, toc.

Toc, toc, toc. (Golpe de puerta)

—Señorita Érika, le espera en la sala el abogado Robert Pattinson. —Me informa el mayordomo.

Bajo en seguida para hablar con Robert.

—¡Gracias a Dios que vienes en mi ayuda! —Exclamo con fuerte voz.

—Y desde cuando nombras a Dios en tus serpentinos labios. —Me responde Robert con sus típicos comentarios irónicos.

—¡Es Jack! ¡Es Jack! Ese imbécil Sugar daddy que ha regresado a mi vida para vengarse. —Tiemblo de rabia.

—¡Cálmate Erika! Me vas a volver loco con tus palabras. —Me dice— ¿Quién es ese tal Jack y que tiene que ver con el hombre de negro que te acosa?

—¿Tienes tiempo para conversar todo el día? —Le pregunto.

—Contigo amor puedo pasar el resto de la vida a tu lado, jaja, jaja, jaja. —El muy desgraciado se ríe mirándole de pies a cabeza con sus sucias intenciones.

—¡No es momento para bromas Robert! —Me tiembla las manos de las iras.

—Soy todo oídos pero antes de continuar con la charla, que me traiga cualquiera de tus criadas una botella de whisky. —Robert se sienta en el mueble estirando los pies y se prende un cigarillo.

Después de tomar un respiro, empiezo a relatarle la verdad sobre Jack.

“Cuando vine a los Estados Unidos por seguir a la estúpida de Samantha, conocí por redes sociales un Sugar daddy de mucho dinero, su nombre Jack. Tuvimos la primera cita, al verme cayó perdidamente enamorada de mi. Me regaló un elegante vestido color rojo.

Al ver la ingenuidad de este hombre, aproveché la oportunidad valiéndome de mis encantos y hermosa figura. Mis ocultas intenciones eran de conquistarlo por completo hasta quedarme con todo su dinero, negocios y propiedades.

Al principio no fue fácil ya que Jack aún no quería poner a mi nombre la mitad de sus cuentas, luego al pasar el tiempo tuve que dejarme besar y coger mis bustos.

Él al ver mis inmensos y duros bustos, se volvió loco hasta tal punto de entregarme una gran cantidad de dinero. Quizo también comprar mi virgindad por medio millón de dólares, no accedí.

Jack al saber que era virgen se obsesionó perdiendo la cabeza, me dijo que si le entregaba mi virtud y me cazaba con él, iba a poner todo a mi nombre.

Supuestamente acepté la propuesta, sin embargo, todo fue una mentira. Jack con la ayuda de varios de sus abogados pasó todos sus bienes, fortuna y negocios a mi nombre.

Recuerdo también que a dos de sus abogados los compré en silencio al prometerles una gran suma de dinero, ellos accedieron sin que Jack se diera cuenta.

Todo fue un acto de traición y pronto se iba a quedar en la calle. Esto sucedió permaneciendo sin ningún centavo, fue ahí donde le tiré en la cara el vestido que me obsequió la primera vez que nos conocimos.

Desde aquella vez, no supe nada de él hasta que reapareció nuevamente en mi vida”.

— ¡Vaya! ¡Vaya! Hermosa tu historia de cuentos de Hadas, jaja, jaja, jaja. —Me comenta Robert con su burlona sonrisa en los labios.




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