Capítulo dedicado a: Lorena Vanesa Lorca
NARRA MILLER
—Esos celos te hacen daño, te enloquecen —se burla Marck luego de que pidiera el paradero de Antonio.
—Sigue, sigue, me las vas a pagar una por una —le advierto. —Además, no son celos, ya me tienes cansado de decírtelo; es poner a las personas en el lugar que se merecen.
—¿Y por eso me hiciste hacer una carta de despido? —Pregunta con el mismo tono.
—No, es porque el hombre ya no está rindiendo en el trabajo como debería —excuso.
—Mjumm, voy a creerte, sabes mentir muy bien.
—Una palabra más de este tema, Marck, y serás tú quien este organizando su propia carta de renuncia, no ando de bromas —amenazo.
—Bien, bien, calmado. Hablemos de… Ah, claro… ¿Cómo se tomó el hecho de que es la “casi dueña de cierta parte de la empresa”? —Pregunta.
—Lo olvidaba, esa es otra por la que me las vas a pagar. Eres un idiota porque no sabes mantener la boca cerrada, ¿cierto? Lo primero que te pido es completa discreción sobre el tema y hay vas tú; soltando la lengua. Esa mujer por casi me asesina, pensé que lo iba a hacer.
—Lo siento, mejor que se enterara ahorita y no más tarde. Tomemos en cuenta que nos ahorraríamos otro hecho como el de Catalina, ¿no crees?
—No vas a dejar de molestarme con eso, ¿cierto? —Pregunto cansado.
—No planeo hacerlo, mucho menos cuando te estás cagando la vida por una venganza que ni al caso.
—En mi vida, Marck, te pido que respetes mis decisiones.
—Sí, pero también te recuerdo que soy tu mejor amigo y es mi deber hacerte entender las cosas, te gusten o no.
Suelto un suspiro, vuelvo a cambiar de tema:
—¿Qué pudo averiguar la policía del incendio?
—Nada. Hay que aceptar que los rusos se la supieron jugar muy bien, tú y yo sabemos que ellos son los culpables, pero nos queremos ahorrar las acusaciones que de seguro hará la fiscalía con este hecho.
—Los problemas se me vienen acumulando: La visita de Nicolas, el incendio, los rusos y de seguro los que todavía falta.
—¡Hey! Toma el lado positivo, el seguro nos respondió por la bodega.
—Es su deber, Marck. ¿Y de que me sirve eso? Si de seguro Jhonatan lo volverá hacer.
—¿Heidi ya sabe de esto? —Curiosea.
—No, pero de seguro lo está sospechando al igual que Begoña y mi hermana. Quiero evitarle preocupaciones, inclusive; incrementé la seguridad de la mansión.
—¿Crees que vayan en contra de tu hermana, tu madre y tu tía?
Me pongo de pie algo estresado, ya que el tema me pone de esta manera. Paso las manos por mi cabello, sin disminuir esta sensación.
—Eso es lo que me tiene aún más preocupado. Estoy completamente seguro de que no van por ellas, temo confirmar que ahora con este cuento del matrimonio, su próxima víctima sea Stella. La van atacar, es un hecho, ya me amenazaron con ella y lo van a cumplir —digo sintiendo una punzada extraña en mi estómago.
—Por ende, se lo tienes que decir cuanto antes, Harry.
—Sí, claro, ¿Qué pretendes que le diga? —Mi tono se vuelve sarcástico. —Oh, Stella. Figúrate que antes de que la corporación fuera tan famosa y estuviera en uno de los mejores ratings del mundo, mi abuelo hizo negocios turbios con la mafia Rusia; lavó dinero, más adelante cuando le dio el arrepentimiento intentó cerrar negocios con esta gente, pero ellos no aceptaron este hecho. Así que, como toda persona “civilizada” hicieron creer que mi abuelo murió por un ataque al corazón cuando en realidad fue un homicidio.
—Oh, espera, eso no es todo —continuo. —Al ser mi padre el siguiente en la línea, también intento salirse de esta mierd*, pero adivina, fue en vano. Pues el accidente, el cual no fue un accidente porque lo mandaron a matar, acabó con su vida haciendo que este temita con los malditos rusos se quedara en un limbo. Ahora, al seguir yo, me están amenazando contigo y con acabar con tu vida si yo no acepto seguir haciendo aquellos negocios de lavado de dinero —finalizo.
—Sí, todo suena una locura, no hay razón para negártelo.
—¿Ves? Y así pretendes que se lo cuente.
—Pero si no lo haces tú, ellos se te adelantarán.
—Pretendo mantenerla alejada, por eso Hilton está allí.
—Tienes miedo y lo sabes, aunque te niegas a aceptarlo.
—No lo tengo, estar asustado no significa tener miedo. Sí, temo por mi familia, pero esos rusos no me asustan en lo absoluto.
—No mientas y no te mientas, tienes miedo de que a Stella le pase lo mismo que a Fernanda.
Mis manos estallan en su escritorio haciendo que mi amigo se sobresalte un poco ante mi acción.
—No vuelvas a decir eso, ni siquiera lo pienses —advierto. —No hables de Fernanda y no vuelvas a tocar este tema, al menos que yo lo mencione —pido —Me informas cuando Antonio llegue a tu oficina.
Me doy media vuelta y salgo del lugar cerrando la puerta detrás de mí de un fuerte golpe.
Varios empleados me observan al ver dicho comportamiento, algunos simplemente ya estaban acostumbrados a estos cambios de humor que siempre me he cargado.
Las cosas empeoran cuando veo a Catalina adentrarse a mi oficina en donde se hallaba Stella... Maldición...¡Stella!
A pasos rápidos me dirijo al lugar. Mi secretaria aún no había llegado, ¿tanto se demoraba buscando a un simple empleado?
—De aquí no me muevo hasta que vea a Harry —escucho como discute.
—Te acabo de decir que Harry se encuentra ocupado en la oficina de Marck, si el asunto es de suma importancia es mejor que vayas y des un vistazo —recomienda Stella.
—Pues figura que no deseo ir en estos momentos a dar un vistazo, prefiero esperarlo o mejor… ¿Por qué no vas tú y le informas que yo estoy aquí? —Usa un tono autoritario.
—Porque no soy tu empleada y porque hay persona que de verdad tenemos cosas que hacer —responde mi esposa tranquilamente, un tono que últimamente no usaba conmigo.