La propuesta del Sr. Miller.

Capítulo 50: Peligros

NARRADOR OMNISCIENTE

La mujer parquea al frente de la bodega abandonada, baja del auto y antes de poner un pie adentro un hombre no tarda en salir.

—Necesitamos requisarla —informa.

—¿Disculpe?

—Son órdenes del jefe —responde el empleado.

La mujer rueda los ojos pero no le queda más remedio que acceder, levanta los brazos y espera pacientemente que el hombre ejerza su trabajo.

—Ya puede pasar —le notifica y al instante toma un radio y se comunica —El gorrión va a entrar en la cueva, repito, el gorrión entra a la cueva.

Los tacones hacen eco en aquel lugar desagradable, sucio, y casi solitario.

—¿Tanto tiempo trabajando juntos y aún no confías en mí? —Pregunta la mujer un tanto ofendida.

—¿Qué te puedo decir querida? No confío ni en propia sombra —responde el hombre desde su asiento.

—Mira, Ivanock, más vale que comiences a confiar en mi porque aquí tu no eres el único que se está arriesgando —señala la mujer con altivez.

El hombre toma un revólver y juega con este en sus manos —Bájale al tonito, querida, aquí las cosas rigen a mi medida no a la tuya.

—Pero te recuerdo que gracias a mi también obtienes información valiosa —le recuerda —En fin… Aquí no vinimos a hablar de eso. ¿Cómo va todo el asunto? ¿Tienes la información que te pedí?

—A mi gusto todo va muy bien. Stella Corney no sospecha, mi gente está bien infiltrada y supongo que tú ya hiciste tú parte del plan.

—Si, Williams viaja hoy mismo.

—Perfecto.

—Lo que te pedí que averiguaras —pregunta la mujer un tanto preocupada.

Donde sus sospechas sean ciertas, todo lo que ha hecho durante años se va a desmoronar.

—Acompáñame —pide Ivanock.

—¿A dónde?

—¿Quieres o no saber?

La mujer no tiene más alternativas que seguir al ruso, caminan hasta llegar a una habitación oscura y al ver lo que hay a su alrededor no tarda en sorprenderse.

—¿Te obsesionaste o que cojones? —en las paredes de la habitación había cantidades de fotos de la mujer pelinegra.

—¿Qué te puedo decir? Es irresistible.

—Te recuerdo el plan, no todo se va a ir a la quinta mierda solo porque esa mujer te termino gustando —hay rastro en enojo en la mujer.

—Te recuerdo que tú objetivo es joderlos y quedarte con todo el dinero, mi objetivo es ayudarte en el proceso, hacerles la vida un infierno y yo veré si ese es mi premio.

—¿No te basta el dinero que saldremos ganando?

—Dinero tengo y de sobra, quiero algo más y ella es eso que quiero.

—Stella Corney es un dolor de cabeza.

—Tal y como me gustan —el hombre hace una pausa —Además, se ve muy mal que hables así de tu propia familia.

—¡Ella no es mi familia!

—Me pediste que averiguara y así lo hice, Stella Corney lleva tu sangre. Una digna heredera de tu familia.

—¡Ella no puede ser! ¡Esta muerta, carajo! —Grita la mujer haciendo un fuerte ruido cuando sus manos estallan en la mesa.

—Pues permíteme decirte que tu plan estuvo mal elaborado.

—La quiero muerta —demanda la mujer.

—Piensa bien las cosas, fallaste una vez, no creo que sea lo que quieras nuevamente.

—Mi hermana, ni nadie puede enterarse de esto.

—Pues entonces  empieza a cuidar bien tus pasos, querida. Controla lo que pasa dentro de esa casa antes de que todo salga a la luz, es un consejo; como los socios que somos.

 

NARRA STELLA

Mi noche fue en verdadero verdugo, mi cabeza no daba para casi nada y hasta el momento no ha mejorado mucho la situación.

He despertado temprano y por un momento mi mente viajó a aquellos días en los cuales era simplemente Stella Corney sin ningún cargo más.

—¿Está segura de que no necesita ayuda? —Pregunta la enfermera como por tercera vez.

—No te preocupes, ya he acabado —respondo terminando de servir la taza de café.

—Esta bien, cualquier cosa no dude en avisarme —pide con una sonrisa.

—De hecho, en un par de minutos me tengo que ir al trabajo y de verdad no quiero despertar a mi madre. A quedado el desayuno ya listo, y yo me encargaré de venir a buscarla para llevarla a la médico —informo.

—Ok, si señora. ¿Gusta que las acompañe? —Pregunta.

—Si lo deseas, pero no es obligatorio —le hago saber.

—Como a usted le quede cómodo.

—Yo te estaré avisando entonces, no te preocupes. Lo que si te voy a pedir es que tengas todos los papeles listos —solicito a lo que ella asiente.

Busco dos tazas y sirvo el café, tomo un par de tostadas las ubico en los platos con algo de huevo y una porción de aguacate. Le brindo un plato a la chica y queda gustosa, voy a la mesa y mientras desayuno reviso mi teléfono.

Veo el chat de Harry en donde le he enviado varios mensajes y ni siquiera los ha abierto, me fastidia su actitud tan nefasta. Ni una llamada, un pinche llamada que con ello el brazo no se le va a caer.

Lo dejo a un lado porque no quiero que mi mañana empiece con pesadez, me limito a centrarme en mi comida y establezco algo de conversación con la chica.

Mi tiempo se acaba y ya tengo que irme, mi madre sigue dormida por lo tanto no me despido de ella. Hilton ya se encuentra afuera esperándome con las camionetas ya listas.

—Buenos días, señora —saluda.

—Buenos días —le brindo una sonrisa y me detengo antes de ingresar al vehículo —¿No te parece esto mucho? —Pregunto.

—¿Disculpe?

—Esta seguridad, a mi gusto me parece demasiado.

—Es por su seguridad y la seguridad de toda la familia —responde.

—No lo se, Hilton. Es exagerado —juzgo al respecto.

—Exagerado o no, nuestro trabajo es velar por su seguridad, señora —responde.

Prefiero no seguir con el curso del tema y simplemente me dedico a subir, me acomodo en espera de que Hilton se ubique. Delante de nosotros se halla una camioneta y atrás un par de estás.




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