Salimos del restaurante teniendo en claro que nuestra noche para nada había terminado. La mirada de Hilton se posa severamente en mi cuando nota al hombre que se posa a mi lado.
—Si gustas vamos en mi auto —propone Nicolás.
—No creo, si quieres puedes seguirnos para que no te pierdas —sugiero.
—Vale, entonces voy por mi auto al parqueadero y no tardo —responde.
Hilton empieza a acercarse y cuando Nicolás se ha retirado decide hablar:
—Su esposo se acaba de comunicar conmigo —comenta.
—¿Y eso en que me involucra? —Pregunto.
—Ya sabe que usted se encuentra en compañía del señor Nicolás Miller —responde.
—¿Le dijiste?
—Con todo lo que ha pasado, señora, tengo órdenes precisas de mantener informado a su esposo de todo lo que pasa o los movimientos que usted realiza fuera de su rutina normal —contesta.
—Eso es algo maniático, Hilton. Si mi querido esposo vuelve a comunicarse con usted, dígale que si quiere saber de mis movimientos bien pueda llamarme y preguntarme —hablo.
Él asiente —Así lo haré, señora.
Observo como el auto de Nicolás comienza a ubicarse obligándome a subir a la camioneta, doy las indicaciones necesarias para poder dirigirnos al departamento.
Solo escucho el sonido de las camionetas al andar, me limito a recostarme porque sinceramente no me provoca hablar con alguien más.
Miro mi teléfono y noto el archivo que Marck me ha enviado de cómo se llevó a cabo el día de hoy todo en la empresa y el avance que tuvimos. Debo admitir que al final de cuentas no me ha ido tan mal en todo este proceso.
Intento dejar el teléfono a un lado pero el sonido de una notificación me lo impide, noto el número extraño que me acaba de enviar un mensaje y con ello un archivo.
Mi curiosidad puede más y con todo lo que ha pasado me es imposible no contenerme.
Linda foto. Quedaría perfecta en manos de tu prometido.
Me observo en ella y como sostengo la mano de Nicolás, la sonrisa que él posee en ese momento y debo admitir que dicha fotografía se ve algo comprometedora para mí gusto.
Alguien más estaba allí y estúpidamente no nos dimos cuenta de ello. Temo que sea la misma persona que envío las fotografías en el sobre manila al departamento.
Me veo tentada a enviársela a Nicolás, pero mejor no lo hago ya que en un tema lo suficientemente delicado y aún no tengo en claro en quien confiar con exactitud.
En un arrebato de valentía decido responder dicho mensaje.
“¿Qué quieres?”
Me quedo observando el teléfono por varios segundos en espera, estoy a punto de rendirme cuando el sonido de la notificación llega.
“Quiero mi reputación de vuelta, la misma que tú prometido me arrebató”
Entonces entiendo.
Presiono el botón de enviar un audio:
—Que falta de cojones que vos tienes. Poco hombre es lo único que eres, dame la puta cara en vez de estar escondiéndote a través de mensajes —insulto y lo envío.
Siento la mirada de Hilton a través del espejo de la camioneta. Un mensaje vuelve a llegar.
De malas. O haces lo que yo te pido o esa fotico termina en manos de tu prometido y de paso de toda la prensa.
Maldigo mentalmente y tiro el teléfono a un lado, Hilton al notar mi enojo no tarda en preguntar.
—¿Todo bien, señora?
—Si, no pasa nada del otro mundo.
[…]
Salgo de la camioneta sin esperar que mi guardaespaldas abriera la puerta de esta.
Me dedico a avanzar hasta llegar a las puertas del edificio a esperar a Nicolás. Este le entrega las llaves a uno de los hombres de seguridad para que lleven el auto al parqueadero y luego vuelve hacia mi.
Caminamos juntos hasta llegar al ascensor en dónde presiono el botón del piso correspondiente. El silencio se siente bien y en lo que a mí me concierne no me molesta.
Saco las llaves del bolso y las ingreso para abrir la puerta del departamento.
—Bienvenido —digo pasando y dándole seguro a la puerta.
Él me sigue y visualiza todoobserva a su alrededor.
—¿Tienes que ver algo con la decoración? —Curiosea.
—No, todo fue hecho por Harry.
—Debo admitir que tiene buen gusto.
—¿Deseas algo de tomar? —Pregunto.
—Vino o whisky, lo que tengas disponible —responde.
—Toma asiento y ponte cómodo —propongo.
Dejo el bolso a un lado y me dirijo al estante en el que se encuentran los licores, saco la botella de whisky y la sirvo en uno de los vasos de vidrio y se lo paso.
—Gracias. ¿Tú no tomas? —Pregunta.
—No, gracias. Ya tuve suficiente con el vino —excuso.
—¿Por donde me empiezo pues? —Pregunta.
—Por el principio —respondo —Quiero saber todo lo de la mafia rusa y como esta involucrada con tu familia —pido.
—Me vine a enterar de todo a los trece años, comprendí cuan grave era el asunto cuando papá empezó a contratar guardaespaldas a montón; no uno, ni dos, ni tres, eran siete tal vez. A mamá le pasaban llegando sobres como esos que te enviaron a ti, jamás me permitió leer uno; siempre los rompía y tiraba a la basura.
—¿Jamás viste que contenían? ¿Nunca?
—Te juro que nunca, siempre tuve curiosidad por saber que contenían. Supongo que fotos como las que enviaron a ti o tal vez escritos.
—¿Noel hizo algo al respecto?
—No podía hacer nada, Stella. Esos pinches sobres llegaban donde fuera y a quienes fuera —responde —De hecho en algún momento nos fuimos a vivir a la mansión, Heidy estaba igual de alterada que mi madre, a ellos también les estaban llegando esos sobres.
—Pero luego volvieron a su casa otra vez ¿no? Es lo que yo tengo claro. ¿Por qué?
—Supongo que te suena el nombre de Begoña.
—Un dolor de cabeza sin duda alguna.
—Hizo que nuestra estancia se complicara un poco, mamá no soporto eso y decidió que era mejor que volviéramos. Uno de los peores errores sin duda alguna, volver a casa fue como ponernos nuevamente en la boca del lobo.