La prueba

7: Chico malo

...

Volví a soñar con el hombre, el perro y su sangre. El olor a sangre se sentía, y mis manos estaban manchadas.

Abrí los ojos, respirando con irregularidad. Todo estaba oscuro todavía, y Chad dormía.

Echaba de menos las noches en las que me despertaba asustada, y él me abrazaba. No era que yo lo necesitase para sentirme bien; solo me gustaba su compañía, y la echaba de menos.

Me senté en la cama, tomando mi largo cabello hacía atrás, para sujetarlo. Lo tenía muy largo, casi me llegaba a los glúteos y cada que había una prueba me negaba rotundamente a cortarlo; no me gustaba.

Respiré profundo, mirando la luna por la ventana, añorando cada vez más, estar fuera.

...

Los alimentos ya no eran tan malos, entre más tiempo pasaba, mejor era el alimento, y de variedad. Ya habíamos probado frutas enteras, verduras y pollo.

Incluso nos daban pudin de postre, y era muy sabroso.

Había cosas de las que mis padres hablaban que moría por probar, tales como el chocolate, el pastel, carnes, bebidas burbujeantes y algunas alcohólicas.

Habían servido sopa de pollo, y un vaso de agua fría.

—Sigo pensando que la prueba será sobre el físico —comentó la chica de la vez pasada, pero está vez, hablando con todo el grupo de nuestra mesa.

—Lo dudo —mencionó Chad—, la presidenta es horrenda.

Todos rieron. Y aunque era cierto, la mujer lucia extraña, pero seguro sería por la infinidad de cosas que se ponía en la cara y en la cabeza.

Y después de ahí, no recordaba a alguien realmente feo.

—¿Qué pasa Mery? —inquirió la chica, de la cual ni siquiera sabía su nombre—, ¿estás preocupada por la prueba?

Volteé los ojos, mirando mi sopa mientras varios se reían.

—Tú también deberías estarlo, Lynn —soltó Chad, quitando la sonrisa de la tal Lynn.

Miré a Chad que me guiñó un ojo. Otros también se rieron.

No me hacía sentir mejor que Chad me defienda, y aunque debía hacerlo yo misma, la verdad no me quería poner a su altura. Yo no disfrutaba haciendo sentir mal a nadie con su aspecto físico.

—Quizá la prueba no es sobre belleza, es sobre atributos —comenzó un chico, al lado de Lynn, seguro su compañero—, y viendo a Mery, queda fuera en el primer segundo.

Las risas llegaron de nuevo, miré al chico sin simpatía. Pero Chad a mi lado se levantó de un salto, tirando su silla al suelo, y cuando se estiró por la mesa, tomó al chico por sus ropas, arrastrándolo sobre la mesa hasta tenerlo de frente.

Todos se levantaron, y a Lynn se le descoloró el rostro.

Tomó el brazo de Chad.

—Déjalo, Chad —le pedí, con sutileza.

Chad tenía el tendón del cuello marcado, y no quitó la mirada del chico, que cerraba los ojos, quizá esperando un golpe.

Chad abrió las manos, y el chico azotó en el suelo. Este se levantó riendo un poco.

Pero al instante que lo hizo, un puño de Chad se estampó en su mejilla, provocando una bulla alrededor y que el chico cayese al suelo de nueva cuenta.

—Espero que, con eso, dejen de molestar a Mery —bufó, mientras los chicos alrededor se abrían para dejar pasar a los guardias.

—¿Terminaste chico malo? —inquirió uno, llevándose a Chad por los brazos.

Solo lo vi alejarse, sonriendo mientras lo hacía.

Todas las miradas estaban en mí, y el chico con la mejilla rota del golpe.

—Como quisiera un compañero así —escuché detrás, pero no me quedé más tiempo, me fui a la habitación.

Chad no llegó en toda la noche tuve que quedarme sola, y aunque me quedaba dormida de ratos, me sentía preocupada por su llegada.

Los guardias ya no lo apaleaban, incluso hasta lo animaban, y eso me preocupaba. Chad estaba mal porque no tenía familia, no veía motivos para salir de las pruebas, y cada vez era más agresivo.

Y desde que el hombre con el pie rengo le dijo que le gustaría para su guardia, a Chad se le elevó el ego en un cien por ciento.

La puerta hizo un ruido insoportable cuando la abrieron y tiraron a Chad dentro. Me levanté de prisa, cerciorándome que no le hagan hecho daño.

—No me hicieron daño, Mery —dijo, cuando apenas había llegado a él.

Lo solté, apenas agarrándolo.

—No entiendo qué ganas con esto —farfullé, mirándolo quitarse los zapatos para entrar a la cama.

Se encogió en hombros, quitando sus pantaloncillos y su camiseta.

—Si sigues comportándote de esta forma, no te querrán afuera...

Se levantó, mirándome con ira.

—¡No me importa una mierda afuera! —gritó, estremeciéndome, él jamás me había gritado—, ¡Deja de querer convertirme en ti!

Volvió a recostarse, dándome la espalda.

—No te quiero convertir en mí, Chad, solo me preocupas —susurré—, y a veces pienso que no vale la pena preocuparme tanto.

Me quedé unos segundos parada al lado de su cama.

—Solo déjame en paz —contestó.

Me fui a mi cama, tratando de dormir.

No conocía muchos chicos, nunca había convivido más de diez minutos con nadie que no fuese Chad, y el pensar que todos serían así, me estaba molestando. No lograba comprender su malestar, ni su sentir y hacía mucho que él no me confiaba nada.

Quizá lo mejor sería que cuando salgamos de aquí, ambos, nos fuéramos por nuestro propio lado.




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