La prueba

21: Sangre

...

CHAD

Día 4.

Me sobresalté, me había quedado dormido, y no me había percatado de ello. El sol me golpeó con fuerza, lastimándome.

—Tranquilo, estoy despierta desde hace un rato —murmuró Mery, sentándose a mi lado cuando pude despabilar un poco.

Me senté lentamente, hasta que la realidad volvió a mí.

—Debemos buscar algo que comer —hablé, frotando mis ojos.

—No nos queda de otra, debemos vagar, supongo —suspiró, levantándose.

Asentí, mirándola a través de los rayos solares.

Siempre recordaba a Mery por dos cosas: tratar de hacer las cosas correctamente y no rendirse ante nada. Y viéndola justo como ahora, dispuesta a seguir, sabiendo que se podría atravesar varios secundarios, me decía que, aunque la mayoría del tiempo se muestre temerosa. Cuando debía sacar las garras, lo haría, sin importan qué.

Nos movimos deprisa, y aunque estaba mareado por la falta de alimento, no me permití bajar la guardia. Si algún otro secundario había encontrado un arma, a distancia y sin meter mano, nos podrían matar.

—¡Día cuatro! —sonó entre el lugar, la voz ya conocida de la presidenta—, ¡quedan seis días y quedan ochenta secundarios!

Mery y yo nos miramos, realmente quedábamos bastantes.

—¡Inicia la segunda fase de la prueba! ¡Suerte!

En cuanto dijo lo último, pareció que el entorno se volvió más salvaje, el olor más fétido y los sonidos incrementaron.

—Nos quieren muertos a como dé lugar —mencionó Mery, tomando mi mano para continuar caminando—, es mejor caminar, no sabemos que más le puedan agregar a este lugar.

Parecía que dábamos vueltas, todo el terreno comenzaba a tornarse de la misma manera. El mismo sitio en donde despertamos, el mismo lugar en donde peleamos, solo que sin los cuerpos de los chicos muertos.

—Creo que algo no anda bien—escuché murmurar a Mery, frunciendo el ceño cuando supuse que se percató de lo mismo que yo—, ahí está la sangre de los chicos —señaló.

Levanté la mirada, pensando en que era una especie de trampa.

—Quizá quieran que nos encontremos, para matarnos más rápido —percibí.

Un estruendo nos sobresaltó, y un segundo nos alertó. Un arma, alguien no muy lejos, estaba disparando.

—No te confíes mucho, pueden llegar por la espalda —anuncié, tomando el mango del hacha con fuerza, preparándome para cualquier ataque.

Visualicé a cuatro secundarios, y dos más tendidos en el suelo. Creí que quizá una alianza estaba cayendo.

Mery me tomó con fuerza el antebrazo cuando se percató de quien era.

—Devon —murmuró, sin siquiera parar, y correr.

—Mery, tienen un arma —La tomé en cuanto la tuve cerca, aplazando su paso de un jalón grande.

Ambos, Devon y su nueva compañera tenían las manos hacia arriba. Tomé mi arma, la apunté y oprimí mi respiración, dejando de temblar esperando que mi puntería sea buena.

El chico con el arma.

Apreté el gatillo, el impactó entró por su pierna y cuando soltó el arma, Devon la tomó de inmediato, apuntando ahora, a ambos secundarios.

Ahora Mery corrió y yo tras ella, y cuando ambos nos vieron, se colocaron en cuclillas.

—Mátalos ya, Devon —escuché decir a su compañera.

Y, con la mano temblorosa, Devon sudaba.

Pasé saliva, jalando el gatillo dos veces más, haciendo que ambos secundarios cayeran al suelo inertes.

Devon me miró de golpe, pero yo no estaba de rodeos.

—Vámonos —indiqué, caminando lejos de ambos cuerpos.

Guardé mi arma, solo me quedaba una bala, y no la desperdiciaría.

—¿Están bien? —escuché a Mery preguntarles detrás de mí.

—No debieron matarlos —Lo escuché decir, y me di la media vuelta.

Lo encaré.

—¡Ellos no se iban a detener! —grité.

—No somos como ellos —murmuró.

Y una risa ronca me atravesó la garganta.

—¡Yo sí! —bufé, en cuanto Mery se metió en medio de ambos.

—Pelear no arregla nada —habló, tomando mi mano para alejarme de Devon, que ahora mismo me tenía terriblemente tentado a golpearlo, y muy fuerte—. Es nuestro compañero —añadió.

—Mío no es —reproché.

Un olor metálico llegó a mis fosas nasales, y una gota de un líquido tibio cayó sobre mí. Miré hacia arriba cuando más gotas cayeron. Y pronto nos percatamos que era sangre, espesa y caliente.

—¡Sangre! —gritó la compañera de Devon, dando saltos en su sitio.

Corrimos, pero era espesa, y su sabor me provocaba nauseas.

Pronto nos nubló la vista, haciéndonos tropezar entre charcos llenos de ella, ahogándonos de tanta.

Tomé a Mery de la mano.

—Vamos, debemos salir de aquí —hablé fuerte.

Nos resguardamos debajo de un árbol frondoso, llenándonos de líquido espeso y caliente.

Vimos a la compañera de Devon tirar la bilis de un lado. Y juraba que sentía la misma sensación ahora mismo.

...

MERY

Era como la lluvia, no dejaba de caer y estábamos cubiertos, apenas, respirando. Teníamos que permanecer cabizbaja porque seguro nos asfixiaría.

El cansancio se extendió en mis piernas, no habíamos comido nada en cuatro días, y bebido muy poco. Dejé caer las rodillas sobre el suelo húmedo.

El olor era desagradable, y la que estaba en el suelo comenzaba a hacerse espesa.

La lluvia cesó poco a poco, dejándonos desplazar de a poco, hundiéndonos un poco en el fango formado.

Estábamos cubiertos por completo, y ahora teníamos que encontrar agua pronto.

—¿Habrá caído en todos lados? —quiso saber la chica, la nueva compañera de Devon, que desconocía su nombre.

—No lo sé —Le contestó él, sin dejar de caminar.

—Espero —habló Chad, mirando a la chica—, esto pudo haber matado a algunos.

Devon hizo un sonido de desacuerdo.

—No deberías ver así, son chicos que vivieron contigo dieciocho años —lo reprendió.




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