I feel the love and I feel it burn
Down this river every turn
Hope is our four-letter word
Muerdo mi labio inferior con fuerza ante las sensaciones que desprenden por mi cuerpo. Los gemidos salen de mi garganta sin control escuchandose en la intimidad de nuestra habitación. Anclo mis pies a la cama y mi cabeza cae rendida a la almohada mientras mis manos agarran con fuerza el cabello del padre de mis hijos. Su cabeza hundida en mi entrepierna mientras su lengua hace magia. Estoy sudada y con el cabello revuelto, pero mejores formas para iniciar una mañana, no hay. Apartaba mis labios con los dedos para seguir revoloteando la lengua, mi espalda se arquea y estallo cuando succiona levemente el botón de nervios proveedor del placer. Toma una toalla para limpiar mis muslos y sube de nuevo, quedándose a un lado para darme besos por todo el rostro mientras trazaba círculos por mi cuerpo. Jadee cansada y él se volvió a acostar a mi lado. Mis hormonas se sentían agradecidas por todas las emociones que les había otorgado estos días. Me senté sobre mis tobillos en la cama para recogerme el cabello.
Los dolores que tenía en los senos van y vienen pero ya son menos dolorosos, igualmente en la cita de hoy le preguntaré al doctor.
—Tenemos que apurarnos —me dirigí al baño.
Ya listos los dos nos fuimos hacia el carruaje. Él conversaba con alguien que se le acercó fuera del carruaje y yo seguía disfrutando de mi desayuno.
«La verdad he engordado como vaca estos días»
Bajamos cuando llegamos al hospital.
—Su majestad, es una sorpresa tenerlo aquí —saluda la auxiliar médica —, princesa Alcíone. Habitación 26, piso 2.
Agradezco y nos movemos hacia la habitación. Los médicos ya tenían casi todo preparado así que solo tuve que sentarme. Hace ya un rato que no me veían, ya era necesario. La doctora Marie Hoffman entró a la sala—me iba a atender con cualquiera que estuviera aquí pero Alexander le pidió que trabajara con nosotros hasta el final del embarazo—su cara fue de sorpresa total al verme acostada en la cama y el rey a mi lado.
—¡Wao! ¡Esta barriga creció sobremanera! —se exaltó. Vio al hombre a mi lado y se presentó formalmente—, Doctora Marie Hoffman, su majestad —se inclinó y le ofreció la mano.
—¿Desde cuándo lleva el embarazo de la princesa?
—Desde el día uno —sonrío contenta—, me alegro mucho que el padre de los bebés esté aquí.
Me limité a asentir y ella ocupó su asiento a mi lado. Liberé mi enorme barriga y ella echó el líquido para luego escanear, mi vista puesta en el aparato. Encendió los sonidos y la sala se retumbó del bombeo de los corazones de mis hijos. Giré hacia el otro lado y casi lloro cuando veo la cara de Alex, parecía niño probando un dulce por primera vez, escuchaba con atención y no despegaba la vista de la pantalla.
—¿Dónde están? —preguntó y la doctora le fue indicando uno por uno, y nos explicaba la condición de cada uno.
Alex
Las pupilas quieren salirse de mis ojos, y la piel se me enchina al seguir escuchando los latidos de mis hijos.
Míos.
—¿Qué pasa doctora? —salgo de mi episodio cuando Als le pregunta a la mujer. Y es que ella tiene una mueca que no me gusta.
—¿Qué pasó? —vuelvo a preguntar yo esta vez.
—Es que…estos dos fetos tienen algo…raro —me congelo.
—¿Cómo que algo raro? —insisto—, ¿que tienen?
A la princesa de Crondiessel se le humedecen los ojos igual de extrañada que yo.
—Necesito consultar algo, quédense acá —salió de la habitación y a mí se me empezó a bajar todo.
—Alex… —murmura Als mirándome y el verla a ella tan rota también me duele.
Me siento en el sofá, mientras Alcíone no dejaba de decir todas las cosas que pudo haber hecho para arruinarlo.
—¡Ya basta Alcíone, ni siquiera sabemos qué tienen!
—¡Están dentro de mí Alexander ¿dónde más pueden estar a salvo si no es en el vientre de su madre?!
La doctora entró de nuevo con dos médicos más.
—Su alteza —me saluda uno ya mayor, con varias canas en la cabeza.
El otro es un poco más joven y me lo presentan como químico/laboratorista y al más viejo como especialista en toxicología.
«¿Qué carajos?»
—¿Qué tienen? —pregunta Alcíone después que los médicos revisaran.
Los médicos no saben qué cara poner y yo tampoco.
—Hay dos bebés que presentan algo extraño… —empieza el más joven.
—Son más pequeños que los otros y su contextura es diferente… —sigue el toxicólogo.
—¿Diferente de qué? —pregunto.
—No lo podemos saber con exactitud, no tenemos una tecnología por el momento que nos ayude a saber —habla Hoffman—, pero es más delgada, más frágil, como si sus tejidos no estén formándose bien.
—¿Y para qué necesitamos toxicólogos? —vuelvo a preguntar preso del miedo.
—Porque el líquido amniótico que está cerca de estos bebés está contaminado con algo, y para causar los daños que está haciendo debe ser algún tipo de veneno.
Alcíone se rompe a llorar.
—Y aunque no sabemos qué otras condiciones puedan tener estos bebés, es en parte un milagro que esto solo haya alcanzado.
Los doctores salen para “dejarnos analizar la situación”.
—¡Sabía que había hecho algo mal! ¡Y ahora mis bebés están mal!
—No es tu culpa…
—¿No escuchaste a los doctores? Algo tuve que comer o beber para que pasara.
Me llevo el cabello hacia atrás tratando de pensar. Si esto pasó como dicen los doctores, es muy peligroso, eso significa que alguien quiere hacerle daño a nuestros hijos.
Antes de salir la doctora nos dice que debemos saber que los partos múltiples se adelantan y que por el desarrollo de los demás bebés lo más probable es que Als entre en trabajo departo en uno o dos meses.