ABRIL, 2011.
Me gusta pasar tiempo con mi familia, pero ¿Es necesario ir a pasar dos semanas de nuestras vidas en medio del bosque en una cabaña? Y peor aún con una familia que no conozco del todo.
Claramente no tengo elección, ya estoy en el auto, camino a unas vacaciones aún más aburridas de lo que las imaginaba.
Después de 7 largas y tediosas horas de viaje, desde Brownsville hasta Tamaulipas, por fin logró divisar un gran bosque extenderse a lo largo de un estrecho camino.
El auto entra en una zona natural protegida llamada Reserva de la Biosfera, no es mi primera vez en México, mi familia y yo viajamos seguido a visitar a los abuelos, los cuales viven en Matamoros.
Poco a poco el auto se detiene frente a una gran cabaña.
El viento golpea mi cuerpo, a pesar de ser primavera se siente un poco fresco. Grandes árboles se alzan sobre mi cabeza impidiéndome ver el cielo claramente y el olor a naturaleza es inconfundible.
Frente a la cabaña hay un lago y sobre este hay un puente de madera, sin duda alguna es una gran vista.
Paulina lo primero que hace es correr hacia el puente. Mientras mis padres y yo subimos al pórtico de la cabaña. La puerta está abierta, así que entramos y una señora de cabello castaño y ojos oscuros nos recibe muy alegre.
—¡Hola! Por favor siéntense. Llamaré a Raphael. —es lo único que dice antes de desaparecer en uno de los pasillos, lo único que hago es observar todo, hay demasiadas fotos y adornos. Por dentro la cabaña es muy acogedora.
Esperamos un minuto y un hombre alto, de ojos verdes y cabello oscuro aparece desde el pasillo. Yo de manera cordial lo saludo y prosigue a saludar a mi madre. Se detiene frente a mi padre y lo abraza. Raphael es compañero del trabajo de mi padre y su amigo.
Tras un momento de charla, llevamos nuestras cosas a las habitaciones. Nos dieron un recorrido por toda la extensión de la cabaña que terminó en la parte delantera.
A lo lejos vi a Paulina jugando en el puente del lago, había un par de niños más, pero ella estaba sola... Mi atención se mantiene en ella cuando comienza a observar el lago con preocupación, logró ver cómo se apoya sobre sus rodillas y saca la mano de los límites del puente, parece que trata de alcanzar algo en el agua.
Poco a poco se inclinaba más y más, de un momento a otro el brazo con el que se sostenía de uno de los postes de madera se soltó y su cuerpo comenzó a tambalearse sobre el puente.
Corrí desde la entrada de la cabaña para tratar de sostenerla, corrí lo más rápido que pude; al llegar, alguien ya estaba con ella, era una chica.
Sostenía a Pau mientras ella sacaba del agua su pelota favorita.
Cuando ambas se pusieron en pie, por fin pude ver a la chica.
Tenía cabello castaño ondulado, piel clara y ojos verdes. Era pequeña, pero no demasiado, tal vez un año o dos menos que yo.
La miré por un par de segundos y después miré a Paulina.
—¿Estás bien? ¿Te pasó algo? —pregunté a mi hermana un tanto preocupado.
—Sí, estoy bien, solo que mi pelota cayó al agua y ella me ayudó a recuperarla. —me tranquilizo al escucharla decir que está bien.
—Ok, perfecto, aun así, la próxima vez dímelo, no quiero que te pase algo. ¿Entendido? —Paulina solo asintió mientras la chica nos observaba expectante.
Antes de que ella hablará la voz de Raphael llamándonos la interrumpió.
—Vengan acá, tenemos que comenzar a organizar algunas cosas y tienen que ayudar. —sin más comencé a caminar seguido de mi hermana. Al llegar a la terraza delantera de la casa nos detuvimos y mi madre nos miró.
—¿Todo bien niños? —nos preguntó. Con mirada cómplice miré a Pau y ambos asentimos a mi madre.
Raphael y Elizabeth miraron por encima de mi hombro. La chica venía caminada hacia nosotros.
Al llegar a mi lado, Raphael la tomo del hombro y habló.
—Ella es mi hija, su nombre es Isabelle. —dijo con una gran sonrisa.
—Un gusto conocerte. Ellos son mis hijos, Oliver y Paulina. —soltó mi madre con una sonrisa.
—Un gusto, a Paulina ya la conozco, pero a su hijo no. Igual un gusto conocerte, Oliver.
—Igual. —dije mientras la miraba con rostro neutral. Ella me devolvió una sonrisa y corrió hacia la entrada donde se tiró sobre uno de los sillones y comenzó a leer un libro.
—Espero y si lleven bien. —mi madre tenía una amplia sonrisa cuando lo dijo, así que no puede ser bueno el sentido de la frase.
Con el pasar de los días comencé a conocer a Isabelle. Era una chica demasiado activa, siempre reía, sonreía y hablaba; en medio de su alegría podía volverse un tanto irritante, sin embargo, después de pasar una semana con ella deje de notarlo.