Su taconear sobre la madera hacía que ésta rechinara con fuerza, Umbra había vendido casi todo lo que tenía consigo: ahora vestía con lo que le quedaba y con lo que podía comprar con el dinero conseguido, hasta tuvo que ofrecer sus servicios limpiando baños y pisos para conseguir más dinero; estaba a punto de viajar para llegar con el príncipe Sirius, pero se encontrarían con una Umbra totalmente deshecha.
Ella bajó hasta la planta baja, en el mesón de la administración estaba Valentine, su joven y moreno cocinero; cuando la vio llegar, pese a que ella estaba dócil y pasiva, él dio un salto tremendo y trató de acicalarse lo más que pudo. Nerviosamente, estaba intentando verse más presentable.
─ Señorita… ─ su voz se agudizó por un segundo, así que se la aclaró tosiendo ─ Disculpe, ¿Cómo le ayudo?
─ No es nada importante ─ aclaró con confianza ─, sólo quería saber la receta de ese estofado mañanero que me diste hoy.
─ ¿En serio? ¿Y eso?
─ No lo sé, cuando me vaya, me gustaría tener la receta de esto. Conozco a alguien que le encantará.
─ Habla de su esposo ¿No es así?
Valentine quedó hecho una estatua ante la frialdad de la mirada de Umbra, como si lo hubiese inspeccionado en un santiamén.
─ No seas ridículo, opto por no casarme. Ese alguien puede ser yo, ¿Sabías?
─ Discúlpeme, no quería ofenderla, pues la receta es así:
Valentine hizo un esfuerzo sin igual en explicarle todo, mientras que ella anotaba con su mente, se veía tan atenta a cada una de sus palabras: como su blancuzco y terso rostro, seguro tenía una memoria igual de espectacular. El chico se sonrojaba incluso después de terminar, muy pendiente a sus comentarios.
─ Creo que tienes un gran talento para la cocina ─ ella se acomodó sobre el escritorio, el joven se apartó un poco de ella, dejándola confusa.
─ Gr-gracias… eso me han dicho.
─ Dime, me da curiosidad: ¿Desde cuándo cocinas?
─ Desde que tengo unos… diez años. ¡Sí! ¡Diez años cocinando!
─ Un increíble talento forjado por mucho tiempo. Podrías ser un cocinero muy famoso, casi tan famoso como para que te conozcan en todo el Nuevo Mundo.
─ ¿De verdad lo cree?
─ He estado en todas partes, y tu comida es sumamente impresionante. Mucho talento aquí encapsulado.
─ Gracias, pero prefiero quedarme aquí…
El chico se dirigió hasta la cocina, dándole la espalda a ella y a todas esas ideas que llegaron a su mente. Sólo se detuvo cuando Umbra lo llamó gritando desesperada, cuando apenas pudo verlo.
─ Eso es ridículo, tu talento muere aquí y prefieres quedarte. Qué decisión tan tonta.
─ No es nada tonto querer ayudarte a tu propia madre: la posada no tiene cocineros y casi nadie en Burgo Gris sabe cocinar como yo. Si me voy, este negocio de tantos años en la familia morirá.
─ ¿Y prefieres morir tú con él? ─ ella dio un par de palmazos al escritorio, con sus dos manos, señal de su furia ─ Sólo hay dos cosas que odio más en este mundo: la gente estúpida e impulsiva, y la gente sin un sentido o iniciativa. Los humanos se pudren si toman esos caminos.
─ ¿Qué dijiste de mi madre?
─ No mencioné a tu madre: si vas a ser alguien sin iniciativa, entonces sólo sé eso, no un estúpido e impulsivo también.
Sus palabras fulminaban como un relámpago y cortaban el orgullo como navajas. Valentine estaba considerando sus ideas sobre ella, pero no iban para peor.
─ Una persona puede desarrollar miedo a la incertidumbre o timidez ante el futuro, pero eso no resolverá sus problemas. Nadie puede negar quién eres.
─ Vaya… qué grandes palabras.
─ No he terminado ─ impuso y Valentine apretó los labios ─: seguro tu madre te insistió para tomar esa decisión
─ La verdad es que sí…
─ Quizás deberías hablar con ella al respecto.
Incluso con tantos insultos y ultrajes, Umbra seguía viéndose espectacular para él: no sólo era hermosa y refinada, sino también lista, con iniciativa y un fuerte sentido crítico. Ella tenía una postura muy seria, como una rectora imponente, pero seguía siendo una belleza.
─ Y tú ¿Sabes y admites quién eres? ─ Valentine acortó la distancia con ella, hasta tuvo la seguridad como para no hablarle con respeto.
─ Soy una mujer con un objetivo, y una promesa que cumplir ─ ella levantó el mentón.
─ ¿Y usted siempre ha querido ser eso desde pequeña?
En lugar de responder, lo que hizo Umbra fue desmoronar esa idea tan impecable que se tenía de ella misma: se quedó viendo un punto en el espacio infinito, como si su mente volase lejos. Pero era escalofriante, Valentine denotó que ella estrangulaba la madera con una mano hasta hacerla crujir como un huevo, tenía una fuerza increíble. Algo le ocurría y no era normal, todavía tenía la mirada perdida, y el escritorio parecía estar por romperse.
─ Vidente lunar…