La Rebelión de los 57. Prados y Nieve

Capítulo XXVII

─ No – cortó Lane, igual a cómo haría con un cuchillo.

─ ¿¡Perdón!? – salió Amarel cuando le sugirió ir a detener a Akali ─ ¿A qué te refieres con “no”? Akali está allá afuera tratando de deshacerse de Bianca y su familia con tal de controlar ella Las Montañas del Norte. Como aquellos que lograron descifrar sus planes, debemos hacer algo al respecto.

─ ¡Lo sé! ¡Lo sé! Pero ya no quiero hacer estas cosas más.

─ ¿Cosas? – acompañó Rita.

─ ¡Lo que siempre hacemos! – planteó nuevamente, con furia ─: cada que hay algo que no nos parece, hacemos lo imposible para resolverlo y que nadie nos descubra. Estoy cansado de eso, ya no quiero tomar riesgos.

─ ¡Lane! – atacó Alan – No puedes pensar así, somos… Guerreros, tomar riesgos es lo que hacemos.

─ ¿¡Qué tal si te pones en mis zapatos!? ¿¡Sería un riesgo para ti!?

Cuando Alan quiso encarársele otra vez, Rose se puso en medio. Pese a su diferencia de alturas, la chica sí supo hacer de muro. Para Lane era increíble que sólo una de sus amigos lo entendiera: después de tanta tragedia y peligros, ya no se sentía capaz de nada. No quería volver a las oscuras fauces de la bestia, le daba pavor.

─ Chicos, honestamente, prefiero que hagan lo que quieran, pero no cuenten conmigo.

─ Pero… si quisiéramos hacerlo, no podríamos sin ti.

─ ¿Por qué? ¿Por qué quieren que mate a cualquiera que se interponga, que levante una casa sobre mi cabeza, que dispare flechas a modo de lluvia?

Sin si quiera decir una palabra, ya todos habían dado su punto con un fuerte silencio.

─ Ya veo…

─ Lane – profirió Rita ─, no creas que no entendemos lo que te pasa… pero…

─ No quiero hablar más chicos, a partir de ahora, ya no habrá más frenesí vampírico. Ya me harté de ser el arma de todos…

Las horas pasaron cuando llamaron a todos a la puerta principal. En su camino a los dormitorios, mucho antes, les perseguía un fuerte silencio incómodo. No podían evitar darle la razón a Lane, quien caminaba con los brazos cruzados y cabizbajo: si se hubieran decidido por detener a Akali, Lane siempre iba a ser su escudo contra todo.

Los pasillos se amontonaron de gente en tiempo récord, caminar con libertad era imposible. Apenas pasaron por el umbral, vislumbraron que se había detenido un Tren Nevado justo en frente del castillo. Los bullicios no tardaron, diciendo que era la exploración a Costa Cristal y que ya habían detenido al insurrecto que les daba tantos problemas. La pandilla no tardó en adelantarse con paso veloz, al fin podrían ver a Diago, Aaron y Víctor de nuevo.

No obstante, cuando llegaron a la entrada del tren, se abrió la primera puerta entre todas. Una cabellera negra y sedosa brotó del interior y Lane se petrificó ahí mismo. Sus ojos oscuros y penetrantes como los de una bestia, sus tacones finos haciendo temblar el piso, todo mezclado en una sinfonía apocalíptica. Akali apareció junto a más miembros del consejo, los chicos hicieron de muro contra ellos.

─ Rebeldes, árticos – anunció Akali, detrás de ella, salía una mujer en silla de ruedas –, es de mi agrado presentarles a la nueva y legítima Reina de las Nieves.

 

 

Diago se había sentado al borde del vagón de la caravana de soldados. El viaje había sido lento, pero tranquilo. Quiso darse el gusto de respirar el frío aire de las montañas, mientras un descomunal espejismo de luces bailaba sobre su cabeza. Jamás había visto nada así de hermoso. Una parvada de águilas cebras atravesaba el borde del acantilado, así tocando sus pies. Cuando menos se lo esperó, Víctor y Aaron subieron con él al techo.

─ No usé mis poderes esta vez porque… no quería darle a Akali la satisfacción de usarme otra vez. Creo que me salió bien…

─ Bien por ti – Víctor le dio una pequeña palmada en su espalda ─, yo tampoco me dejaría controlar así.

─ Perdón… no te escuché, estaba viendo los pájaros – confesó Aaron con pena.

─ Aaron, ¿Por qué tú siempre te distraes?

─ Ni yo lo sé…

Víctor trató de acariciar a un ave mientras éste volaba y tocó suavemente su lomo. Diago le preguntó cómo se llamaba la técnica que usó contra Fran Blizzard y qué número era.

─ Es la cuarta técnica, se llama “Vals circular de primavera”. Para hacerla, tú debes…

─ Qué maricón – le reprochó Diago ─, ¿Cuál es la quinta técnica? ¿El Paseo de los Conejos felices?

─ ¡Tu puta madre! ¡Es una técnica muy buena! ¡Tú lo viste!

─ Diago, déjalo tranquilo.

Fran Blizzard, quien estaba literalmente debajo de ellos, forcejeaba las cadenas que la mantenían apresada. Las luces se habían apagado, todos dormían excepto ellos cuatro. Sus dientes chispeaban de la rabia, hacía ya mucho tiempo, podía combatir contra varios soldados a la vez. Su pecho le dolía de la impotencia, deseaba poder recuperar toda su fuerza.

Fue ahí cuando afincó el oído ante un ruido extraño. Sus enemigos estaban hablando plácidamente en el techo, así que se arrastró boca arriba con tal de conseguir información. Esos tres podrían ser pradeños y muy jóvenes para lo que estaba acostumbrada, pero cabía la posibilidad de que conversaran de algo importante: quizás de su líder o del destino de ella a sus manos, podría ser cualquier cosa.



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En el texto hay: fantasia, aventura epica, magia acción

Editado: 05.01.2024

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