La familia paterna de Wynona Cacciatore Minsky siempre ha sido dueña de extensos terrenos situados entre la frontera de Tennessee y Carolina del Norte; además de granjas y haciendas (ubicadas en otros estados del país) en las que pasan diversas festividades.
Sin embargo, esa no es la única excentricidad de la familia Cacciatore: la bisabuela de Wynona, Jessica Caçador, fue una portuguesa que emigró a Los Estados Unidos de América cuando tenía diez años en compañía de su hermano mayor. Ellos influenciaron a su descendencia a tener fe y a creer en la religión cristiana.
La semana santa ha empezado para los cristianos, incluyendo a la familia Cacciatore, por lo que un encuentro familiar no sería novedad.
Los padres y hermanos de Wynona iban en el coche hacia la casona del abuelo Isaías, con el objetivo de pasar la pascua acompañados de sus progenitores más cercanos. El padre de Wynona conducía el auto mientras tarareaba una canción que sonaba de la radio —curiosamente era la publicidad de una pasta dental que se le había grabado en la cabeza luego de escucharla tantas veces—; su madre, Wayna Minsky, estaba sentada en el asiento del copiloto mientras cargaba a su bebé recién nacida. Wendy dormía plácidamente entre los brazos de su madre y lucía un hermoso lazo que su progenitora le había hecho durante los días libres del reposo.
Wissal Cacciatore estaba sentada en los asientos traseros del coche, con los ojos cerrados, la cabeza apoyada en el asiento y absorta en sus pensamientos. Woody Cacciatore también estaba sentado en los asientos posteriores; su atención estaba fija en la consola portátil con la que jugaba y se encontraba totalmente desconectado del mundo debido a los audífonos que tenía clavado en los oídos. Luego estaba Wynona, la hermana del medio que no hacía más que mirar hacia la autopista con fastidio, pensando en los programas que podría estar viendo en la televisión y quemándose las piernas con la luz del Sol que atravesaba el cristal.
—¿No están emocionados por ir a la casa del abuelo, chicos? —preguntó el padre de Wynona mirando por el retrovisor a los asientos traseros. Woody no respondió porque no escuchó la pregunta; Wynona y Wissal si escucharon, pero se limitaron a no responder.
Wayna Minsky dejó escapar un bufido y miró a sus hijos con el ceño fruncido.
—Creo que les he dicho cientos de veces que es de mala educación ignorar a la gente cuando les habla. Y más si se trata de su padre, chicos —dijo Wayna Minsky al notar que ninguno de sus tres hijos le prestaba atención a su papá—. ¿Wissal está dormida?
Wynona tocó a su hermana por el hombro y esta ni se inmutó. Al parecer, sí estaba dormida.
—Eso parece, mami. —Ambas hermanas estaban mintiendo; Wissal no estaba dormida y Wendy la estaba cubriendo.
—Bueno, ella es la única que tiene una buena excusa —susurró Wayna. Al notar que Woody aún seguía pegado a la consola, su ceño se frunció muchísimo más—. Woody. Woody. ¡Eh, Woody!
El hermano mayor de Wynona se quitó los audífonos al notar que alguien lo llamaba. Alzó una ceja y miró a su madre.
—¿Qué sucede, mamá? —preguntó con el ceño fruncido, molesto por haber sido interrumpido—. Estoy a punto de vencer a Ken en Street Fighter.
—Me alegra, hijo, pero tu padre te está hablando a ti, a Wissal y a Wynona y ninguno de los tres le ha prestado atención. Sabes lo que pienso de eso. —Cuando Wayna se dio la vuelta, Woody rodó los ojos—. Quítate los audífonos, Woody, estamos pasando una semana en familia y eso corta la conexión entre los seis. Es más, dámelos de una vez, te los devolveré cuando estemos de regreso.
Aunque Woody no quería entregar sus gastados audífonos, se los dio a su mamá sin rechistar. Cualquier palabra podía ser utilizada en su contra y esta vez no solo perdería los audífonos, sino también la consola. Y él no sabría cómo vivir durante una semana sin su adorada consola portátil.
—Papá, discúlpame por no haberte respondido. No te escuché —se disculpó el niño—. ¿Podrías repetirme lo que dijiste? Por favor.
—Tranquilo, hijo —dijo el Sr. Cacciatore sonriendo—. Había preguntado que si no están emocionado por ir a ver al abuelo, Woody.
Una vez más, el silencio se apoderó del auto. Ni a Woody ni a Wynona ni a Wissal les agradaba la idea de estar cerca del abuelo Isaías: Wynona recibía muchos regaños de su parte, y Woody y Wissal eran excesivamente consentidos por él.