La recta de Kumiko.

04.

4. 🎧 Cut my liptwenty one pilots.

“Seguiré intentándolo
También podría
Si decides
que todo va bien

Aunque esté destruido
La cara llena de contusiones
Sabe que seguiré adelante
Aunque esté herido
La cara llena de contusiones
Sabe que seguiré adelante
Sabe que seguiré adelante

Óxido entorno al borde
Lo bebo igualmente
Me corto el labio
No es lo que quiero
Hay sangre en mi lengua
Me corto el labio”.

Mi reflejo se veía tranquilo pero en realidad quería correr lejos de las manos de Thruddy que estiraban mi cabello como si fuera una peluca, no dejaba de cepillarlo y torcerlo para después engancharlo en alguna parte de mi cabeza, ella decía que se vería lindo al terminar y yo no tenía más opción que asentir a sus gustos. La verdad no importaba mi apariencia, lo único que tenía valor allí era mi presencia, la hora en la que entrara en aquella casa sería la clave del plan de hoy y mi abuelo la esperaba con éxito.

—Te ves hermosa— mencionó una vez terminado su peinado.

Ya estaba lista, solo faltaban los tacones que había decidido ponermelos recién cuando estemos en la entrada de la casa Henry, prefería mantener mis pies en calma cuanto pudiera porque nadie se salvaría de esa noche.

—Ya vámonos Miko.

—¿Puedes recordarme por que acepte el trato?— le suplique antes de alzar mi vestido para poder caminar sin dificultad hasta el auto.

—Porque eres una metiche que quiere los papeles de las investigaciones que está haciendo tu abuelo—  su tono remarcó el desprecio que le tenía a la idea de que me involucrara en los asuntos sobre la muerte de mi padre, porque ella también temía que algo me pasará o aún peor, que hiciera algo al respecto al descubrir el responsable.

—Gracias por tus hermosas palabras, Thrud, me alientas a seguir con el plan— la moleste.

—No aprendes mas Dalai.

Con sus última palabras salimos del departamento dirigiéndonos al estacionamiento iluminado por millones de bombillas amarillas donde nos esperaba Paul con la puerta abierta.

—Buenas noches, señoritas Dullin.

—Tu siempre sacándome años de edad Paul, vámonos— mi abuela lo palmeó dos veces antes de subir a un lado mío ya que el abuelo se encontraba en el asiento del copiloto con su traje evaluado en quién sabe cuánto dinero, pero se veía costoso, se olía costoso y lucia de esa misma manera, la tela brillosa resaltaba bajo la azulada noche.

Él nos sonrió a través del espejo retrovisor.

—Estan bellisimas— sonrió más amplio y le indico a Paul que se ponga en marcha.

La sonrisa de Georgery jamás decayó, ni siquiera cuando bajamos del Audi y los flashes de las cámaras nos dejaron casi ciegos. Él fue el más corrupto de los tres porque el gesto de alegría que llevaba la abuela Thrud si se borró por las preguntas que gritaban a todo pulmón los reporteros, el abuelo le susurraba que no permitiera que le afectarán, pero sabía que hablar de mi padre era su punto débil temporario, en algún momento se convertiría en resistencia.

—Sonríe Dalai— susurró Georgery entre dientes mientras seguía posando para las cámaras.

—No lo haré, las facciones y gestos de mi rostro no fueron parte del trato— dije antes de adentrarme al enorme jardín detrás de las rejas que tenían los Henry.

Alzando mi vestido rojo y atravesando el camino iluminado que lo convertía en un sueño, pude escuchar la mención de mi nombre a mis espaldas pero continué avanzando hasta encontrarme con la puerta de la gran casa de color crema, ese blanco amarillento sutil que casi todas conservaban, allí nos esperaba Samuel Henry riendo junto a otros colegas que reconocí gracias al documento que me había dejado Louis y toda su información, no podía presumir que tenía memorizados a todos, pero recordaba el nombre y los labores de la mayoría.

—Sr. Henry felicidades, espero que esté disfrutando de su noche y señores Mills y Viel, un placer conocerlos— ambos últimos cargaban con una confusión que no podría describir, se veían impactados por mi reconocimiento y me alegraba de que fuera así, nadie se me escaparía de las manos, todos estaban bajo el lente amarillo.

—Se lo agradezco señorita Kumiko, para mi es un gran privilegio verla después de tanto tiempo, sé que apenas nos cruzamos en la revolución que fue la manifestación— habló al mismo tiempo que le robaba una copa al mesero que pasaba detrás de él para entregarmela y así poder brindar con ellos. Los tres caballeros alzaron sus copas. —No sabía que conocías a los administradores. ¡Salud!— se refirió a los dos hombres a su lado que seguían con la confusión invadiendo sus rostros.




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