MAGNUS
Decir que me encontraba furioso y a punto de explotar era poco.
—Está bien, ahora doblare esta rodilla y tú debes empujar con todas tus fuerzas —explica el doctor Jun el siguiente ejercicio y suspiro hastiado.
Intento desviar mis pensamientos para realizar los ejercicios y así poder largarme por hoy. Sigo las instrucciones y un gesto de satisfacción se extiende en el rostro del doctor cuando consigo empujar lo suficiente para moverlo.
—Excelente Magnus, has demostrado increíbles avances y apenas llevamos unas cuantas semanas —comenta y apunta algo en mi historial.
Permanezco acostado en la camilla de ejercicios observando el insípido techo. Mi mente juega sucio y regreso a la discusión que tuvimos hace unos días.
¡En lugar de entretenerse con mi sufrimiento como hace casi todos los días debería enfocarse en otras cosas!
¿Cómo qué?
¡En su hija!
Maldición. Todo está mal. Solo acumulaba problemas y no resolvía ninguno, hace algún tiempo habría culpado la maldita silla, pero se volvió una excusa ridícula e insulsa incluso en mi propia cabeza.
Desde que Julia llego a la casa todo aquello que solía conocer, los sentimientos y fachadas que dominaba comenzaron a desbancarse. Todavía me es difícil reconocer que ella saca lo peor y lo mejor de mí y es esta última faceta la que desconozco por completo ya que la hacía enterrada junto a la dulce pequeña que me arrebataron y el mocoso que vivió una falsa vida.
Llevaba días en la misma ruleta de la fortuna o de la desgracia en mi caso, me sentía mareado y asqueado. Los recuerdos me agobiaban cada vez más y aunque decidí tomar cualquier píldora que Emerson me proporciono, nada es capaz de detenerlos.
Las pastillas no los detendrán, solo he logrado sentir paz y ella siempre está ahí…
Me remuevo en la camilla y la necesidad por marcharme aumenta. El doctor se acerca nuevamente y me ayuda a colocar mi cuerpo de lado, no me molesto en preguntar, siquiera me apetece hablar. El reloj en la pared indica que quedan pocos minutos para terminar y solo pienso en regresar a la casa.
—Magnus hare presión en ciertos puntos y necesito que me digas de inmediato si sientes dolor o cualquier malestar por muy leve que sea ¿entendido?
Respondo con asentimiento y siento la fuerza a la lo largo de mi espalda, me mantengo neutro hasta que presiona un costado que me hace retorcer y cerrar mis manos en puños.
Malditos relámpagos resuenan en mi cabeza y los recuerdos se ciernen sobre mi como una avalancha.
Su risa, las peleas, el deseo y la destrucción que nos rodeaba cada vez que nuestros mundos colisionaban.
Mantengo los ojos cerrados, mi respiración se encuentra ligeramente afectada y siento una delgada capa de sudor en mi frente.
—Bien. Seguiremos igual, pero intentare centrarme en esta área—explica y me ayuda a reincorporarme.
El dolor ha desaparecido, pero el humor del demonio y la jaqueca regresaron.
—Avisare a tu tío que ya puede pasar —dice y termino de acomodarme en la silla.
Paso mis manos con frustración por mi rostro y cierro los ojos con fuerza para disminuir el dolor de cabeza, pero fracaso y se mantiene latente.
Cedric se pone de pie una vez me ve cruzar las puertas automáticas y una parte de mi desearía que su figura se contorsionara para convertirse en la menuda silueta de una persona en específico.
El doctor y Cedric discuten algo que ignoro y solo me dedico a mover los controles que me movilizan junto a ellos a la salida de la sala de terapia.
—Seguiremos trabajando —escucho decir al doctor—. Hasta el lunes señor Allard —se despide, pero ignoro si es de mi o de Cedric ya que mantengo mi mirada fija en el suelo.
—Vamos —avisa Cedric jovial.
No termino de comprender como después de toda la porquería que hemos vivido, principalmente el, logra mantenerse cuerdo y sereno. Múltiples veces me he preguntado el verdadero motivo por el que todavía cuida de mí, cuando yo también estuve detrás de todo el daño que alguna vez sufrío.
Salimos en silencio del hospital y con ayuda de Verón, el conductor, subo a la camioneta.
—Sé que venir a terapia no es exactamente divertido —Cedric rompe el silencio—. Pero estas haciendo bien Magnus, me alegra que finalmente te hayas decidido a avanzar.
Aprieto mis nudillos ya que uno de las principales razones de mi repentina decisión de asistir a terapia ha esquivado sus labores, dejándome con Cedric. Pese a que estaba en mis planes, nunca pensé que ella fuese el último impulso que necesitaba para ceder.
Asiento con mi cabeza como respuesta. Me siento como un animal enjaulado esperando a que abran la reja que le dará la liberta de destrozar.
—Estuve pensando —continua—. Podrías retomar el dibujo, puedo mandar a instalar una mesa de arquitectura en tu habitación. Sería una buena distracción.
La jaqueca se intensifica. Desde el accidente me había desligado por completo de la arquitectura. Por algún motivo mi mente me transporta a mis años de universidad. Esta fue una etapa bastante común, clases, proyectos, fiestas y sexo. No fue la mejor etapa, pero tampoco la peor, aunque en estos días siento un poco de envidia del chico de ese entonces. Mi cabeza no se convirtió en un mar de caos hasta después de finalizada la universidad.
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Editado: 06.09.2023