JULIA
Despierto al día siguiente sintiendo un mariposario por estómago. No puedo evitar sonreír al recordar el beso de anoche, acaricio mis labios y una estúpida risita escapa de ellos. Me muevo cual gusano desenfrenado debajo de las sabanas y es que jamás me había sentido de esta forma.
Tengo deberes y necesidades. Un terrible pasado que me ha quitado el sueño los últimos meses, pero anoche, finalmente conseguí dormir para despertar de una forma diferente. Quería disfrutar y aferrarme a ese pequeño bocado de emoción y felicidad que deguste hace unas horas.
Si de alguna manera Magnus cambiaba de opinión, lo cual no me resultaría extraño, no me importaría ya que me permitió volver a mí misma, olvidarme de todo y transportarme a otro sitio donde no importaba si besaba al hombre del que me encontraba…
¡No!
No nos adelantemos. Admito que me gusta Magnus, pero enamorarse es algo más profundo y complicado. Eso no me lo podía permitir en absoluto. Puedo considerar su oferta, pero tendría que establecerme un límite a mí misma.
El despertador me saca de mis pensamientos y lo apago de inmediato. Salgo de la montaña de sabanas y me dirijo directamente al baño para comenzar otro día.
Tengo mucha curiosidad. La actitud de Magnus después del beso y su propuesta me produce cierta ansiedad.
Enjuago mi cabello y me tomo un poco de tiempo para asearme. Me convenzo que será lo que deba ser y sin importar lo que sea, debo mantenerme eficiente en mi trabajo. Salgo de la ducha y me visto con lo usual, jeans y una camisa de botones azul claro. Me detengo frente al espejo y reparo en mi reflejo, una parte de mi desearía tener un accesorio o algo que cambiara mi monótono aspecto. Me decido por cambiar mi cabello y con experticia elaboro una trenza.
Una vez lista abandono mi habitación para bajar directamente a la cocina en busca del desayuno de Magnus.
—Buenos días —saludo a Carmela y Kate que ya se encuentran en sus labores.
Me acerco a Maggie para saludarla, ella bosteza y frota sus ojos somnolientos con sus manos. Sus rizos se encuentran en desorden y todavía lleva pijama.
—Realmente te admiro Julia —dice Carmela mientras toma de su te.
—¿Por qué lo dices?
Tomo una taza para servirme un poco de leche caliente. Kate prepara la bandeja que contiene el desayuno de Magnus, me susurra que un pequeño plato con tostadas y jalea es mío y asiento.
—¿Pasa algo?
—No cariño —responde Kate—. Carmela está divagando. Por cierto, tienes una hermosa sonrisa, nos gustaría observarla más seguido.
—¿Sonrisa?
¿Estaba sonriendo? Siquiera se había enterado. Seguramente parecía una loca de atar.
—Te admiro, porque reconozco que cuidar de Magnus no es fácil y mantener una sonrisa mientras lo haces —habla Carmela—. Se debe tener bastante fuerza de voluntad para no dejar que te amarguen el día.
—Gracias —me limito a responder.
Tomo la bandeja de Magnus rápidamente y salgo de la cocina con prisa. Mis piernas se mueven, pero no es hasta que me encuentro frente a las puertas dobles de madera que recupero mi voluntad. Trago duro. Levanto mi mano y doy un toque a la puerta sosteniendo la bandeja contra mi pecho.
No obtengo respuesta así que entro de todos modos.
La habitación se encuentra como en días anteriores. Oscura y silenciosa. Mantengo la puerta abierta para que la luz de afuera ilumine lo suficiente el lugar y así no tenga que sufrir la vergüenza de tropezar. Dejo la bandeja en la mesa rodeada por el juego de muebles y busco mi camino hacia las gruesas cortinas para cumplir con el ritual de cada mañana.
Volteo y me sobresalto con la imagen de Magnus acostado, mirándome directamente. Una pequeña sonrisa se extiende por sus labios. Siento mis mejillas sonrojarse, torpemente voy por la bandeja de comida, pero su voz me detiene.
—Deja eso ahí —ordena—. Debo tomar los medicamentos primero.
¡Carajo! Debe tomar algunos medicamentos en ayunas. Soy totalmente consciente de ello, pero este día me sentía particularmente torpe.
Voy por el organizador de pastillas y le extiendo las indicadas junto a un vaso con agua. Magnus toma todo con total tranquilidad mientras yo parezco una lagartija congelada por los nervios. Evito observarlo demasiado tiempo.
La verdad es que me apetece un poco repetir lo que sucedió anoche, pero creo que lo indicado es que discutamos esto con tranquilidad y como adultos.
—Ahora si quiero mi desayuno —añade cuando termina con la última pastilla.
—Voy por el
Coloco la bandeja de cama sobre su regazo y acomodo los platos. Magnus come su desayuno con total tranquilidad, mientras yo debo manejar mi ansiedad y tragarla con un poco de jugo de naranja.
¿No dirá nada?
¿Ya se arrepintió?
¿Anoche se miraba bastante insistente?
Pienso que las palabras de anoche fueron producto de la situación. Probablemente solo estaba jugando conmigo. Si bien ya había sucedido varias veces, esto no quiere decir que soy algo sustancial para él.
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Editado: 06.09.2023