—Ya estoy aquí, perdón por la tardanza ¿Dónde está Edgar?—La reina se sentó.
—Ha tenido que irse un momento, no nos ha dicho porque—dijo Juss.
—Reina Lonnie—se levantó. —¿Los servicios por favor?
—Oh, están en el tercer pasillo, giras a la derecha dos veces y la tercera a la izquierda.
—Gracias.
En una sala grande están dos guardias hablando con el rey, llevaba su traje gris y blanco. Sus ojos grises resaltaban con su cabello castaño claro.
—¿Y como ha pasado?
—No lo sabemos majestad, ha empezado a brillar de pronto, otra vez.
—Este es el segundo día y es la misma hora que ayer, señor.
—De acuerdo—Se puso las manos en su cintura. —Lo tendremos que dejar en una sala alejada de todo, algo me dice que eso es lo que quiere el cuervo—En una vitrina estaba un espejo redondo y pequeño, un objeto muy preciado. —¿Quien está?
—Perdón, me he perdido.
—Liaria, volvamos a la mesa. Lo dicho, lo quiero en una sala especial.
—Por supuesto majestad—Los dos guardias se dispusieron a cargar con la vitrina para moverla. El mismo cuervo lo observaba desde otra ventana, una ventana que tenía el rey detrás, Liaria lo vio, y se quedó observándolo cono en la cena.
—Vamos, nos estarán esperando.
—Sí, claro—Lo siguió. —¿Qué era eso de la vitrina? ¿Un espejo?
—¿Has oído hablar del espejo de las almas?
—Si… mis amigos no paran de explicarme cosas del reino oscuro, ese espejo viene de ahí ¿verdad?
—Pues sí, lo encontramos en una sala de los reyes del reino, no valían nada.
—Perdón pero ¿no son vidas igualmente?
—Su reino se limitaba a la imitación del nuestro, querían oro y todos los lujos sin haber hecho nada por conseguirlo, además, tuve mucha paciencia y mis padres también ¿sabes una cosa? Mis padres murieron por el estrés que generaron esos reyes.
Los machacaban. Mis padres eran bondadosos, amables, les gustaba ayudar a los demás, pero si lo das todo, al final te quedas sin nada.
—Oh… vaya, lo siento mucho.
—No importa, he aprendido que la bondad es buena, pero hasta un cierto punto, y yo tengo que velar por mi reino, antes que los demás. Primero mi reino y luego los otros reinos. Entonces que nos robasen cada día, pues ya imaginas que mi paciencia se terminó.
—Pero ¿se sabe por qué lo hacían? Quiero decir, ¿por qué robaban el oro? Alomejor lo necesitaban.
—No, ellos solo necesitaban las joyas para verse mejor, la belleza y la apariencia es lo único que les importaba a ese par de reyes, ni siquiera prestaban atención a su hija, su única hija y no le hacían caso. Yo prometo que a mi hijo no le va a faltar de nada.
—Seguro que no.
—Ese espejo… el de la vitrina, un día llegue a ver a mi padre, me dijo que estaba muy orgulloso pero que no olvide lo que debe hacer un buen rey; un buen rey gana limpiamente y acepta sus derrotas cuando realmente ha perdido. Aquel día, 22 de julio del 1987, me puse delante para hablar, no quería peleas desde el momento cero, asi que les dije a mis guardias que esperaran fuera y entre yo solo al castillo del reino oscuro.
Fue lo peor que pude haber hecho en toda mi vida, hablamos los tres, muy cordiales y amables, Lonnie no vino, no quería que viniera, tenía que encargarse de todo el reino mientras yo estaba de viaje, teníamos 25 y 23 respectivamente, éramos muy jóvenes, más que tu.
—¿Y qué pasó?
—No sé porque pero empezaron a decirme que no debía ser rey, que todavía no estaba preparado por mi corta edad y… bueno, ¿ves esto?—Enseñó parte de su brazo, tenía una cicatriz muy marcada. —Me empujaron contra un cristal, contra el cristal de la vitrina y lo cogí, pero después de eso no me acuerdo de nada más, sé que mis guardias me sacaron de ahí y acabaron con todo. No recuerdo nada más.
—Vaya… Pero, es muy extraño que sean amables y luego que sean tan, no sé, tan bordes ¿no?
—¿Me estas llamando mentiroso?
—No, no, no, solo que me sorprende, esto es todo, jamás le cuestionaría Rey Edgar.
—Eso espero, porque mi paciencia ya tiene un límite—Llegaron a la mesa.
—Por fin, ¿donde estabais?
—Me perdí.
—Pero si es muy fácil, pasillo, giras a la derecha dos veces y la tercera a la izquierda.
—Y tú te crees que me voy a acordar de todo—Pensó Liaria. —Claro, perdona.
La familia Pastel se fue a su casa, mientras que en el castillo, cerraron las puertas. El cielo nocturno brillaba por su propio resplandor de estrellas y la luna parecía una cuna para un bebé.
—Mira cielo, la luna nos sonríe, nuestro hijo nacerá fuerte y sano.
—Eso tenlo por seguro, tiene a una madre fuerte y a un padre valiente—dijo el rey.
—Aún no le hemos puesto nombre—La reina estaba de cinco meses.
—No corre prisa—la besó en la frente. —Tenemos meses por delante.
En el otro lado, en la casa de los Pastel, Liaria no podía dormir, tenía la ventana abierta porque hacía mucho calor. Giraba el cojín cada vez que este absorbía el calor de su cuerpo y asi no había manera de poder dormir. Cerró los ojos y escuchó un aleteo, el cuervo estaba en su ventana.
Simplemente no dijo nada, se levantó, sentándose en su cama, solo observándolo. Su diadema estaba en su mesita de noche y su capa encima del respaldo de su silla. Un “toc, toc” sonó, detrás de la puerta y el cuervo hecho a volar.
—Adelante.
—¿Estas despierta?
—No, te he contestado porque soy sonámbula.
—Touché—cerró la puerta tras entrar en su habitación. —¿Cómo es que no estás dormida? Siempre te quedas dormida la primera.
—No tengo sueño, no sé qué me pasa.
—¿Te preocupa algo? ¿Estás nerviosa por algo?
—Bueno… es que ya tienes 22 años y todavía no tienes pareja.
—¿Y-y eso a que viene?
—Nada, nada, es una broma, no me hagas caso—suspiró. —El rey me ha contado lo que ocurrió con el reino oscuro ¿Por qué se llama asi? El reino oscuro…
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nada es lo que parece, historia de reinos, orgullos y mentiras
Editado: 18.10.2020