La Reina con mascara

Capítulo XII. El reino de espinas

—¿Que os pasa? ¿Es que no podéis hablar?—el cuervo se había puesto en el hombro izquierdo de Liaria, quien era todo este tiempo, la princesa, la descendiente de los reyes del otro reino.

—Imposible. Esto debe de ser un error, o un sueño—dijo Lark.

—Pero si tú eres todo lo contrario a lo oscuro y lo malo ¿Qué te ha pasado? Ya sé, estas maldita, te han echado una maldición, o no, peor, no eres ella, Liaria nunca haría eso, ella es bondadosa y cariñosa, le gusta reír y su color favorito es el rojo.

—Siento decepcionarte Brenda, pero se me ha hecho muy fácil engañaros a todos.

—¿¡Por qué lo has hecho?!—Dijo el rey desde su balcón.

—Por venganza. Lo que me contaste sobre como mataste a mis padres, ¡fue una burla mentira! No te atacaron ellos, ¡los atacaste tu primero! Y mis padres no eran solo ladrones de oro, eran unos buenos padres, y unos buenos reyes, se preocupaban por sus súbditos. Escúchame rey Edgar, o bajas tú o subo yo, ¿qué prefieres?

—No te tengo miedo.

—Pues baja, vamos.

—Cariño, si bajas ahí te puede matar—dijo la reina.

—No te preocupes, no me va a pasar nada, tengo a mis guardias ahí abajo.

—¡Ten cuidado!—dijo al verlo bajar las escaleras, Lonnie se tocaba la barriga como modo de preocupación y lo observo todo desde el balcón.

—Ya estoy aquí ¿ya hora qué?—El cuervo dejó el hombro de Liaria.

—Quiero que digas la verdad de todo, aquí delante de todos, y les pidas perdón—enseñó el espejo el cual mostraban a las almas difuntas de sus padres.

—¿Y si me resisto?

—Entonces no tendré otra opción que, darte el mismo destino que tú les diste a ellos.

—Liaria, Liaria, Liaria… que pena que tengas ese rencor dentro de ti, la verdad.

—Llámame dama de las sombras.

—¿Y eso? Que nombre más ridículo—Liaria frunció el ceño y tiró un líquido en la tierra, lo cual de esta salieron dos tallos de espinas y estas cogieron los dos brazos de este hasta       inmovilizarlo. —¿Qué? ¿Cómo lo has hecho?

—La espada—dijo levantando la mano hacia el cielo, el cuervo volvió y le lanzó la espada de piedra.

—¡La espada de piedra! Pero… el guardián…

—Muchas gracias por el apoyo chicos, sin vosotros no lo había conseguido.

—¿Nos has estado manipulando todo este tiempo?

—Por supuesto—volvió a poner su vista en el rey. —Lo tenía todo planeado desde hace tiempo.

—¡No te creo!—gritó Claudio. La gente tenía miedo, pero él no, ni tampoco sus amigos. —No puedo creer que seas mala, no, me niego.

—Claudio, hay tantas cosas que no sabes de mi, que si las supieras, sabrías porque estoy haciendo esto. Y estoy dispuesta a hacer lo que sea para cobrar mi venganza—se preparó para atacar con la espada.

—¡No! ¡Por favor! ¡No le hagas daño! Lo siento, lo sentimos mucho—gritó la reina desde arriba. Los guardias la rodearon mientras que ella seguía con su meta de matarlo. —No debimos atacar a tus padres y me arrepiento cada día y noche, te lo juro, pero por favor, la venganza no te va a devolver a tus padres, no hay forma de deshacer el pasado.

—Es cierto, el pasado, pasado está—Lo miró atentamente y bajó la espada.

—¿A que estáis esperando? ¡Atacadla!—gritó el rey muy furioso.

Los guardias que la rodeaban se unieron y la atacaron, acto que no le gustó para nada a Liaria, pues del suelo volvieron a salir los tallos de espinas a su alrededor, protegiéndola y atacando a cada uno que se atrevía a atacarla. Pronto todo el pueblo se cubrió de tallos espinosos con algunas rosas por en medio.

—¿Sabes qué? Te iba a matar con esta espada, pero no lo haré—la tiró al suelo. —hare algo mucho mejor.

—¿Te rendirás? Sabía que no eras nada, todos estaban preocupados por eso, pero yo ya sabía que no era nada.

—Te equivocas. Sí que es algo—se estaba poniendo el sol. —Tú me quitaste lo que más quería asi que, yo te voy a quitar lo que más quieres.

—Deja a mi mujer en paz.

—¿Aún no lo has entendido? Lo que más quieres no es a la reina, es el poder—se quitó su diadema y con un pequeño botón que tenia, la funda violeta bajó y se podía contemplar la corona, con un mecanismo de conexión entre las dos puntas, se hizo la corona completa. —Voy a ser la reina de este reino maravilloso.

—¡Sobre mi cadáver!

—Si eso es lo que deseas…

—¡Liaria! ¡Basta!—Claudio cogió la espada de piedra que estaba tirada en el suelo. —No tienes porque ser asi, tú no eres asi.

—Tú no sabes cómo soy—el cuervo se alzó al cielo, todo el pueblo estaba encerrado por los tallos espinosos, no se podía entrar ni salir. Se hacía de noche y ya se podían ver las primeras estrellas en el cielo.

Los tallos controlados por Liaria despejaron la entrada al castillo, y apartaron al rey tirándolo al suelo, con las muñecas hinchadas, apenas podía moverse.

—¡No! ¡Lonnie! ¡Lonnie está dentro!—Gritó sin moverse, era lo único que podía hacer al ver que Liaria entraba dentro.

—Majestad—un guardia lo intentaba calmar, pero él no lo dejaba, seguía mirando las puertas cerradas del castillo. —Majestad, la reina Lonnie está a salvo.

—¿Cómo?—Otros dos guardias estaban escoltando a la reina. —¡Lonnie! Menos mal—se abrazaron al verse, la reina con su quinto mes de embarazo, llevaba un vestido turquesa muy largo.

—Cariño, menos mal que estas bien.

—¿Y ahora que hacemos majestad?—preguntó uno de los tres guardias, las puertas se estaban tapando con rosales rojos y espinosos, era imposible entrar sin pincharse o hacerse daño.

—¡Claudio! Y vosotros dos, venid—el rey intentaba levantarse, pero los tobillos también los tenia hinchados de lo fuerte que eran las espinas. —Vosotros la conocéis bien ¿verdad? ¿Cuál es su punto débil?

—Yo creo que ya no la conozco tan bien como creía—dijo Brenda. —Se ha convertido en todo lo opuesto, es como si…

—Como si ya no fuera ella, como si la Liaria que conocemos, hubiera muerto…




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