La batalla con los terroristas estaba dejando grandes estragos en la ciudad, Elizabeth y Ansel se enfrentaban a los enviados de Anferne que se resistían a entregarse y dejar sus actos de terror contra los civiles, sus bombas habían destruido varios edificios y se había llevado la vida de muchos inocentes.
—Faltan nueve bombas más, debemos encontrar la manera de desactivarlas antes de que esos locos las hagan explotar.—exclamó Aris preocupado, a travez del comunicador le avisaba a Elizabeth que tan complicada era la situación en la que estaban metidos.
—Yo me encargaré de eso.—Ansel se puso en marcha y se fue en busca de las bombas para desactivarlas de alguna manera, parecía que los terroristas tenían planeado volar media ciudad.
Elizabeth estaba decidida a detener al mensajero de Anferne, pero no contaba con la locura que este lunático cometería delante de sus ojos.
—¿Que crees que estás haciendo?—le preguntó Elizabeth al ver como el mensajero sacaba algo de su bolsillo con desesperación.
—Jajaja, ya lo veras pajarraco.—el hombre sacó una jeringa con un extraño liquido verde y se lo inyectó en el cuello y este comenzó a trasformarse.
Sam los miraba desde el anonimato, por azares del destino había terminado ahí, en el lugar de los hechos.
—Es como el hombre del bosque.—se dijo así mismo al ver como su tamaño y fuerza aumentaban.
—¿Que te inyectaste?—le preguntó Elizabeth mientras tragaba saliva, trataba de entender como ese hombre había cambiado tanto.
—Este es tu fin cuervo… ¡Ahhhhh!—el mensajero terminó de transformarse y se lanzó contra Elizabeth agarrándola del brazo lanzándola contra el aire para después estancarla contra el suelo de manera brusca.
—Maldición…eso dolió…pero necesitas más que eso para vencerme.—le dijo Elizabeth mientras escupía mirándolo fijamente.
—¡Pue ven por más entonces! —su voz era distorsionada, parecía que su humanidad se esfumaba con el paso del tiempo dejando en su lugar a un ser irreconocible y violento.
Una gran pelea se desató después de eso, los golpes que soltaban eran brutales, una pelea a muerte donde solo uno de ellos saldría con vida.
Sam observaba impotente, no entendía como esa mujer podía soportar aquellos golpes y seguir de pie, era inquebrantable.
—¿Como puede su cuerpo soportar tanta brutalidad?
—No voy a mentir..tus golpes si que duelen..pero no pienso dejarte escapar, si tengo que morir aquí contigo, lo haré con tal de que dejes en paz esta ciudad.—exclamó Elizabeth agitada.
—Me sorprende que resistas a mis ataques, la entereza con la que aun te mantienes de pie, ya veo por que eres tan codiciada.—le dijo la bestia resoplando como un búfalo.
—¡Dejemos de jugar entonces y terminemos con esto!—gritó Elizabeth decidida a darle el golpe final.
La reina cuervo se subió a sus hombros y con las piernas sobre
Sus hombros se aferró a su cuello con sus manos tratando de arrancarle la cabeza, ella era demasiado fuerte.
—¡Suéltame! ¡No vas asesinarme!
—¡no te soltaré!—el mensajero la tomó de su largo cabello y a azotó de cabeza contra el asfaltó dejándola mareada, el monstruo miraba a todos lados buscando a un Green para doblegarla.
Y mientras buscaba entre los escombros, vió a Sam y a una mujer a la que había sacado de una pila de escombros y el mensajero corrió para capturarla , pero Sam la hizo a un lado.
—¡Corre!—le gritó Sam deseando que se salvara.
—¡Entonces tu serás mi rehén!—le dijo el mensajero llevándoselo a la fuerza.
Elizabeth entre su dolor de cabeza y la mirada borrosa, pudo ver como el mensajero se llevaba a Sam con él y esto la hizo reaccionar de golpe, aunque aun se sentía mareada.
—¡Si quieres salvarlo sígueme!—le gritó mientras huía.
—¡No! No puede ser…ese era Sam…
El mensajero parecía una bestia salvaje, escalaba un edificio de manera ágil y sin obstáculos, quería llevar a Elizabeth a la ubicación de la bomba más destructiva con la que contaban.
Por otro lado, Aris intentaba comunicarse con Elizabeth para avisarle sobre la trampa que querían tenderle, su frustración se hizo evidente en el momento en el que ella no respondía.
—No puede ser… el comunicador dejó de funcionar ¿Elizabeth estas ahí? ¿Puedes escucharme? ¡Elizabeth! Maldita sea… ¿que hago ahora?—se preguntaba Aris aterrado.
Mientras tanto, Elizabeth se encontraba angustiada pensando en l peor, el mensajero tenía a Sam como rehén y eso la tenía muy mal.
—No, Sam, si no detengo al mensajero él estará en serios problemas, ni siquiera puedo pensar en lo peor…
La reina cuervo fue tras el enemigo, la intensa lluvia no se hizo esperar, al menos eso podía ayudar a combatir el fuego causado por las explosiones, cuando el mensajero s dio cuenta de que Elizabeth estaba detrás de él, la adrenalina corrió por su cuerpo y se llenó de emoción.
—¡Corre! ¡Corre querida!
—¡No vengas! ¡Es una trampa!—gritó Sam tratando de que la reina cuervo saliera ilesa de aquella emboscada.
—¡Déjalo ir! ¡El no tiene nada que ver en esto!
La intensa lluvia caía con tal fuerza que todo se estaba volviendo resbaladizo, Elizabeth por fin había llegado a la cima del edificio y su paciencia estaba por extinguirse.
—Aquí me tienes, déjalo ir ya.
—Huy, pareces muy enojada ¿no me digas que este chico es especial para ti? Puedo sentir como lo proteges, es diferente con él y mis otros civiles.
—No te lo repetiré dos veces, déjalo ir infeliz…
El mensajero arrojó a Sam y del cuerpo de Elizabeth comenzó a emanar un fuego azul.
—¿Que te está pasando? Estas diferente ¿Es por que fui brusco con él? Jaja se me fue la mano, eso es todo.
Sam tenía lastimado el hombro, pero aun así buscaba la manera de salvar a la heroína.
—Escúchame, tienes que salir de aquí, lo escuché decir que tiene una bomba aquí arriba, vete antes de que explote.
Editado: 02.08.2024