La Reina De Hielo

Capítulo 5.

Al día siguiente las cosas no fueron muy diferentes, Alexandra ordenaba y él obedecía, aprovechaba cada instante para estar cerca de su jefa… aunque no pudiera tocarla… se conformaba con tenerla a su lado y percibir su perfume que se había convertido en su droga… la reina de hielo era tan hermosa… y tan cortante al mismo tiempo, así siguieron pasando los días… cada fin de jornada las palabras “te espero mañana” de Alexandra eran señal de que seguía haciendo las cosas bien y que ella estaba satisfecha… pero no era en lo único que Piero la deseaba satisfacer… cada día que pasaba él se enamoraba más, y así pasó una semana.

¡Bien terminamos por hoy! Lleva estos documentos a la administración y podrás irte… ¡Te espero el lunes! – Exclamó Alexandra guardando sus cosas y dispuesta a retirarse a descansar, había sido un día largo… pero la sonrisa ilusionada de su asistente le llamó la atención –

¡Sí jefa con gusto…!

¿Por qué sonríes? – Le preguntó muy seria quedándosele viendo con su mano en la cintura –

¡Porque ya pasó una semana… y volveré el lunes! – Contestó Piero suspirando muy contento –

¡Tienes suerte… así que no abuses! – Dijo quitándole importancia a ese momento y se fue… aunque ella no le encontrara lo trascendental al momento… para Piero era un logro excepcional… parece que a la reina de hielo le gusta su trabajo… y en serio esperaba que no fuera lo único que le gustara de él –

¡Piero! ¿Dónde está la jefa? – Preguntó entrando una secretaria de repente toda alterada a la oficina de Alexandra-

¡Ya se fue a su casa! ¿Por qué? – Dijo Piero algo extrañado –

¡Porque se me olvidó agregar estos documentos que necesitan su firma! Es para el lunes que debo enviarlos a primera hora y si ella se entera de mi olvido me va a correr…

¡Tranquila! ¿Dónde vive ella?...

¿Por qué lo preguntas? – Le dijo toda confundida –

¡Porque yo puedo ir a su casa para que los firme! Te los doy ya firmados y tú podrás enviarlos el lunes a primera hora…

¡Pero ella sabrá que se me olvidó…!

¡Le diré que el olvidado fui yo! Si me corre seré yo… y no una excelente secretaria con familia a quienes sostener – Las lágrimas de la secretaria no se hicieron esperar –

¡Muchas gracias! Pero no es necesario que arriesgues tu propio trabajo por mí…

¡No te preocupes! Lo hago con gusto… ¿Dónde vive?...

¡Gracias! Aquí te doy apuntada su dirección… pero mejor ve mañana sábado en la mañana y no hoy en la noche, está cansada y si vas a molestarla seguro te corre sin ver los papeles… así que espera un nuevo día, llámame cuando los tengas para irlos a traer y el lunes entregarlos – Le aconsejó la secretaria dándole la hoja con la dirección de Alexandra... ¡Todos sabemos que Piero quería saber su dirección no sólo para llevarles esos papeles! 

 A la mañana siguiente se levantó muy temprano… estaba nervioso, no sólo porque podría despedirlo por ir a molestarla en sábado, sino también porque la vería de nuevo, en su casa, en su ambiente… ¡Quería verla! Se había convertido en una necesidad verla, llegó al fin y se quedó asombrado al ver tanto lujo, era una mansión hermosa… tan bella como su dueña, se acercó a la puerta y tocó el timbre, esperaba que un mayordomo con etiqueta le abriera pero… ¡Se llevó una gran sorpresa al ver quién le abrió la puerta!

¿Tú qué haces aquí? – Le preguntó Alexandra muy sorprendida al ver a su asistente parado en su puerta… pero no más sorprendida que Piero, se había quedado pasmado al verla… estaba descalza y vestida con unos shorts cortos que dejaban apreciar sus magníficas piernas, una camiseta anudada a la cintura que dejaban apreciar su perfecto abdomen, llevaba recogido su cabello en un moño desordenado dejando caer algunos mechones por su nuca y frente… y no llevaba maquillaje, estaba con la cara lavada, tan natural como irresistiblemente bella, se veía diferente, muy diferente, pero igualmente hermosa, su rostro era tan inocente… tan angelical… ¡Con o sin maquillaje Piero quería comérsela a besos! Tenía un sacudidor en sus manos… ¿Estaba haciendo quehaceres? –

Yo… yo venía… buenos días… - Piero sentía que el corazón se le salía del pecho, estaba agitado, esa imagen de mujer que tenía enfrente le provocaba oleadas de calor por todo su cuerpo que nunca antes había sentido con una mujer, ¿Por qué verla de esa manera tan casual y descuidada lo encendían más que verla perfectamente arreglada? Estaba temblando a punto de caer desmayado a sus pies –



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En el texto hay: mentiras, amorodio

Editado: 28.04.2018

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