Mientras Piero conversaba con la nana de las niñas, Alexandra recibió una agradable visita, un viejo amigo de su padre que siempre la visitaba de vez en cuando… ese día decidió aparecer, esperemos que ese bondadoso hombre le sea de mucha ayuda para aclarar sus pensamientos.
¡Hola Alexandra! – La saludó el señor Reynaldo… gran amigo de todos –
¡Rey! Hola – Exclamó Alexandra levantándose con una sonrisa a abrazarlo, a él era a las pocas personas, además de sus hijas a quienes les brindaba el privilegio de contemplar su sonrisa –
¿Cómo estás reina? – Le preguntó abrazándola y dándole un beso en la frente –
¡Bien… si bueno, más o menos!...
Alexandra yo te veo más hermosa que nunca, y… ¡Déjame apreciar mejor! Oh! ¡Creí que mis viejos ojos jamás verían ese brillo en los tuyos! – Exclamó el señor Reynaldo tomándole ambas manos a Alexandra -
¿De qué habla? ¿Qué brillo de qué?...
Ay mi niña… quizás no sepas pero hay dos cosas que no se pueden disimular ni aunque te esfuerces en hacerlo…
Pero yo no estoy disimulando nada…
Dos cosas dije… y son: Estar borracho… y ¡Estar enamorado!... o borracho de amor que viene siendo lo mismo – Sonrió burlonamente el señor Rey, Alexandra se quedó sin habla… ¿Cómo se dio cuenta tan rápido? –
Yo no estoy enamorada…
¡Sí… claro! Y yo nací ayer…
Rey por favor…
Alexandra es hermoso lo que te pasa, después de Cristian no habías…
¡No lo menciones! – Dijo con amargura Alexandra dándole la espalda –
Está bien, disculpa tesoro, no volverá a pasar…
No quiero que te sientas culpable, tú no tienes la culpa…
¡Claro que es mi culpa! Yo permití que te lastimara cuando lo conocía muy bien… el hecho de que sea mi hijo no le quita lo patán y lo…
¡Rey! Déjalo así, yo ya lo olvidé… nada que tenga que ver con él me interesa…
Mejor así reina… a mí tampoco, desde que lo dejaste yo tampoco he vuelto a saber de él y mejor así, me quita 10 años de vida cada vez que lo veo y me provoca un disgusto… ¡moriré joven si se queda a mi lado unos días! - Alexandra se puso a reír con las ocurrencias del señor Rey, después de perder a su padre él había sido el sustituto perfecto, si buscaba amor paternal lo podía encontrar en él –
Tú vivirás mil años – Le sonrió Alexandra dándole un beso en la mejilla y un abrazo –
¡Así dices porque me quieres! Capaz el otro año estarás mandándome flores…
¡No bromee con eso! – Lo reprendió Alexandra dándole ahora unos golpecitos en el hombro –
¡Jefa tengo que…! Oh… disculpe no sabía que… buen día – Saludó Piero que entró de repente –
¡Piero!... hablamos después ¿Sí?... – Le dijo Alexandra suavemente y él se despidió y cerró la puerta –
¡Así que es él! No está mal Alexandra, tienes buen gusto no lo puedo negar, le falta crecer un poco pero sí que tiene una cara increíble – Exclamó el señor Rey cruzando los brazos –
¿Qué? ¡No! ¿De qué habla? – Decía Alexandra toda avergonzada ordenando unos papeles en su escritorio toda nerviosa –
¡No te hagas Alexandra! Ese hombre entró a tu oficina sin tocar la puerta… otras veces has despedido a tus pobres asistentes que hacían eso y a él le dices: Piero… hablamos después ¿Sí?...
¡No se burle! – Balbuceó Alexandra haciendo puchero aunque quería reírse –
¿Cuánto tiempo lleva trabajando aquí… dos días, quizá cinco?...
Un poco más de… de… pues… algo más de… creo que como varios meses…
¡Meses! ¿Y así niegas que estás enamorada de él?...
La culpa la tiene él… yo no quería, pero como me trata y habla y lo que hace por mí… como me mira y ahora que me besó…