Entre besos y caricias Alexandra ya no tenía miedo de confesar lo que en verdad sentía, de nada servía pretender que ese hombre no le afectaba nada cuando le afectaba todo, además él ya había dado el primer paso confesándose, no podía dejar de corresponderle… con él había descubierto el verdadero amor.
¡Alexandra dímelo de nuevo! Por favor quiero escucharlo… – Le pidió Piero besando todo su rostro con profunda delicadeza –
¡Te quiero Piero Barone! Te amo con todo mi corazón – Respondió con una sonrisa recostando su cabeza en sus hombros y abrazándolo fuerte… quería abrazarlo y sentirse protegida –
¿La reina me ama? – Decía respirando profundo y mirando al cielo que de repente se había llenado de estrellas –
Sí… te amo, no sé qué me hiciste pero no puedo sacarte de mi cabeza… ¡hasta sueño contigo! – Exclamó Alexandra incorporándose sin soltarlo pero lo miraba fijamente a los ojos –
¡Creo que lo mismo que tú me hiciste desde el primer día que te vi… imponente y hermosa caminando hacia mí! - Le dijo besando su frente y hundiéndose en el aroma de su cabello –
Debo confesar… que cuando te vi ahí sentado y todo asustado - Alexandra esbozó una sonrisa burlona - ¡Me gustaste! Algo saltó en mí con sólo verte…
¿Así que impresioné a la reina?...
¡Algo así… pero no te creas tanto! – Bromeó ella queriendo reír y pellizcando la mejilla de Piero –
Bien… ok, y también debo confesar que he soñado contigo… - Dijo Piero jugueteando el cabello de Alexandra enredándolo en sus dedos –
¿En serio…? ¿Qué soñaste tú?...
¿Y tú?...
¡No se puede decir! – Contestó Alexandra poniéndose roja –
¿A no? ¿Sólo se puede demostrar entonces?...
¡Ya basta! ¡Es tarde vete a casa, hasta mañana! – Dijo Alexandra entrando a la casa, Piero la siguió y cuando la tomaba del brazo para darle otro beso se dieron cuenta de que alguien muy especial estaba sentada en las escaleras sonriendo –
¡Karmindy! ¿Por qué aún no estás en la cama? – Le preguntó Alexandra empujando a Piero a un lado –
Es que… olvidé preguntarle algo a papi…
¿Qué cosa? – Dijo Piero acercándose a la niña y sentándose a su lado –
Bueno… en mi clase, la maestra dijo que podíamos llevar a nuestro papá y… quería saber…
¿Quieres que vaya contigo? – Preguntó Piero con los ojos llorosos –
¿Tú quieres? – Dijo Kary poniéndose de pie y mirando directamente a Piero con los ojitos brillosos –
¡Sí Kary! Para mí sería un honor… y después nos vamos a comer un helado o a comprarte algo… ¿Quieres tener una cita conmigo? – Decía Piero acariciando la mejilla de la niña –
¡Sí! sólo si…
¿Qué cosa? – Preguntó Piero algo serio –
¡Si mami no se enoja! ¿Puedo tener una cita con papi? Sólo un ratito…
Sí hija – Respondió Alexandra riéndose –
¿Por qué se enojaría tu mami que salieras conmigo? – Exclamó Piero queriendo reírse también –
¡Porque ella te quiere mucho y no creo que le guste que otra mujer se te acerque…!
¡Karmindy se hace tarde! Ve a tu cuarto y te duermes – Decía toda nerviosa Alexandra empujando a Kary hacia arriba de su habitación… ¡Vaya momento incómodo! –
Ah… ¿Verdad que ya puedo decirle papi? ¡No me regañaste cuando lo hice y…!
¡A dormir Kary! – Volvió a insistir Alexandra señalándole su habitación -
¿No me digas? ¿Celosa? – Rió Piero mientras tomaba de la cintura a Alexandra que inmediatamente se dio la vuelta para quedar frente a él –
¿No te ibas ya?...
¡Sí… pero quiero otro beso! Para volver a soñar contigo mientras llega el momento de hacerlos realidad – Susurró Piero dándole un suave beso a Alexandra, prácticamente acariciaba sus labios con ternura… ¡Después de todo ya habían tenido suficiente pasión por esa noche en el jardín! –