Piero sentía que le dolía todo pero tener a Alexandra a su lado era lo mejor del mundo… así que agradeció estar golpeado pues ella se preocupaba por él y lo cuidaría esa noche… y él se ocuparía de que lo cuide ¡toda la noche!
¡Deja las bromas pasadas de tono! Y camina… te voy a curar esos espantosos golpes… y gracias por poner en su lugar al sin vergüenza de Cristian… ¿Ni idea por qué volvió?...
¡Volvió por ti Alexandra! Pero ya vino tarde… ¡tú eres sólo mía! – Piero dijo eso y tomó su rostro para darle un beso… ella sintió una sensación exquisita que le recorría el cuerpo… aunque cuando el beso comenzó a ser más apasionado Piero gimió de dolor ya que tenía golpes en su cara y su boca que debían ser curados –
¡Lo siento! – Se disculpó Alexandra retirando sus labios rápidamente y tratando de aliviar el dolor con sus dedos –
¡Está bien! Si tú vas a besarme de esa manera no me importa sentir dolor toda la noche – Dijo Piero queriendo besarla de nuevo pero Alexandra lo detuvo y le ordenó caminar, tenía que curarlo, bajaron y llegaron al auto, ella manejó sin descuidar un segundo a Piero que se tocaba las costillas, había recibido buenos golpes, llegaron a su casa y entraron, Alexandra llevó a Piero a su habitación y lo acomodó en la cama -
Debes cambiarte yo voy por el botiquín… hem… ¿Dónde lo tienes?... ¡Oye no te desvistas espera que salga! – Exclamaba Alexandra toda nerviosa cubriéndose los ojos ya que Piero se estaba quitando la camisa frente a ella –
¿Qué? ¡Sí soy todo tuyo… tarde o temprano me verás…!
¡No empieces con tus cosas o te haré otro morete en tu cara! ¿Dónde está el botiquín? – Dijo muy seria Alexandra dándole la espalda –
¡En el baño! – Contestó Piero riéndose y terminando de quitarse la camisa se acomodó en la cama… le dolía todo la verdad –
Cuando Alexandra volvía con todo lo que necesitaba en sus manos pudo apreciar lo que la ropa escondía muy bien… ¡Piero Barone era extremada e irresistiblemente hermoso! Su torso descubierto de pronto le hizo pensar escenas indebidas y se sonrojó como nunca… se reprochó a sí misma por los malos pensamientos, tomó aire y se acercó a él con la mayor naturalidad que sus nervios le permitían y comenzó a curarlo.
¿Por qué tan callada? – Preguntó Piero queriendo reírse mirando a Alexandra que esquivaba sus ojos –
¡No tengo nada que decir! La visita de Cristian me dejó… sin habla – Contestó arrugando la nariz y continuando su curación con las manos temblorosas –
¡Me encanta cuando haces eso! – Suspiró Piero sentándose en la cama –
¿Qué cosa? – Dijo ella esta vez mirándolo directamente a los ojos y… se arrepintió de haberlo hecho… ¡Ahí estaba su torso desnudo otra vez! –
¡Cuando estás nerviosa o enojada arrugas la nariz de una manera tan linda que sólo quiero besarte! – Le dijo acariciando su cabello hábilmente con sus dedos –
¡Seguro eso le dices a todas!... – Bromeó ella devolviendo la vista a la curación aunque se le estaba haciendo difícil concentrarse –
No… sólo tú haces eso, por lo tanto sólo te lo he dicho a ti… y no sabes el trabajo que me está costando controlarme al tenerte aquí en mi cama… y tocándome…
¡Te estoy curando Piero! ¡Tengo que tocarte! Ahora déjame ver tu mano… ¡Huy! Está toda roja… fue un buen puñetazo – Disimulaba Alexandra su evidente estado de crisis nerviosa… ¡sabía lo que Piero deseaba…! Y lo peor era… ¡Que ella también! –
¡Se lo merecía! Es un idiota, poco hombre… ¿Cómo se atreve a volver? ¿Y tratar de querer conquistarte?… ¡Está loco!...
¿Qué? ¿Ahora tú eres el celoso? – Preguntó Alexandra con una risa de satisfacción, le encantaba ver a Piero así –
¡Pues sí! para que te miento… con sólo pensar que te besará y acariciará… ¡Me dan ganas de matarlo!...
¡No te muevas!... – Lo regañó Alexandra cuando del coraje que sentía hizo un movimiento brusco –
¡Sí… bien!... pero estoy tranquilo, sé que tú jamás dejarás que te toque… mucho menos que te bese, y mucho pero mucho menos compartir una noche contigo… ¡Esas son sólo mías! ¿Verdad? – Sonrió Piero acercándose a Alexandra que terminaba de curarlo y estaba guardando las cosas –