La Reina De Las Nieves

capitulo 8

La noticia de lo que Laonis había hecho en la aldea se extendió por todos lados . No era algo común. Pero los más sorprendidos eran los habitantes de Gylen Castle. Jamás se hubieran imaginado que su señora tuviera tanto valor.

Alexander se debatía entre el orgullo por su mujer y el desconcierto. Verla, en aquel modo salvaje y apasionado, lo había descolocado. El creía tener una mujer tranquila en casa que se preocupaba por el y por el castillo de manera plácida e incluso abnegada. Pero esa entrega iba más a ella que simplemente coser y bordar.

Las últimas palabras que ella había dicho lo enorgullecían. Ella defendía a los suyos con punta de espada de ser necesario. Manejaba tan bien el arma que hasta quiso que le enseñará todo lo que sabía.

John le había advertido que su mujer sabía más de lo que aparentaba y la fascinación por descubrir todo lo que ella ocultaba lo inundó.

Betty, enterada de lo sucedido, se amargó. Alexander estaba fascinado con esa nueva faceta de su mujer y la seguía a todos lados como corderito. Nunca se había sentido tan ignorada. Desde que había conocido a Alexander, ella siempre había Sido el centro de su atención. El siempre dejaba todo por ella y ahora, él apenas la miraba.

Tenían días sin hablarse y aunque intentaba toparse con él, éste solo pasaba a su lado sin siquiera mirarla.

En realidad, Alexander si la notaba pero también tenía la mirada de su cuñado encima. Sin duda, estaba encandilado con Laonis pero no olvidaba del todo a Betty. Su madre se había encargado de decirle unas cuántas palabritas sobre ella antes de irse.

Sabía que a su madre no le agradaba para nada aquélla joven pero él tampoco podía olvidarla de la noche a la mañana. Ya le había explicado a Betty la situación y había intentado hacerla entender sus actitudes hacia ella pero a la chica le costaba comprenderlo.

-¡Esposo!-exclamó Laonis con frustración-No tengo planeado matar a nadie más, ¿sabes? Puedes dejarme tranquila.

Laonis estaba cada vez más hastiada de que Alexander quisiera seguirla a todos lados. En un principio, le pareció agradable pero ya no más.

Alexander la miró descolocado por un momento.

-Solo me aseguro de que estés bien.-respondió un poco avergonzado. Por suerte,Laonis había tenido la prudencia de no decirlo frente a sus hombres.

Ambos estaban subiendo las escaleras camino a sus aposentos. Era mediodía y afuera nevaba. Laonis, consciente de lo poco que podía hacer y sin poder salir al exterior, había querido ir a su habitación y descansar un poco. Pero Alexander tampoco tenía mucho que hacer.

La nieve caía espesa y con fuerza. Había querido ir a comprar algunas ovejas. Rob le había avisado que en el poblado más cercano, un aldeano vendía una manada de ovejas a buen precio. Debía ir a inspeccionarlas antes de cerrar el trato y aunque el sabía poco sobre ovejas, Rob estaba especializado en ello. Se había criado en una granja con su padre y este le había enseñado a pastorear y cuidar ovejas.

Una vez que llegaron a sus aposentos, Alexander echó algunos troncos en el hogar y se apresuró a asegurar bien el ventanal. La nevada intensa había paralizado a casi todo el castillo pero un poco de paz no vendría mal. Había trabajado casi sin parar desde su llegada a Gylen Castle y apenas había tenido oportunidad de disfrutar de su esposa y de su nuevo hogar.

Laonis se sentó en una silla frente al hogar y cubriéndose con un tartan, fijó su vista en el fuego. Alexander la imitó y estuvieron en silencio por un largo rato. Cada uno inmerso en sus propios pensamientos.

Mientras Laonis pensaba en su futuro, Alexander pensaba en su presente. Para Laonis era más preocupante el hecho de que entre más rápido pasará el tiempo, pronto sería la ex mujer de Laird. El destino que le depararía la llenaba de ansiedad . No podría regresar a su hogar. Su padre no lo consentiría y su hermano John aún no tenía su propia hogar. Sabía que él la aceptaría sin ningún problema pero él debía esperar a heredar el título de su padre .

Se asustó y sé sintió culpable por sentir tan poco aprecio por su padre y sentirlo como un estorbo. No deseaba su muerte pero sí que tomara consciencia. Ella era su hija y la había metido en un embrollo. Ya había cumplido su parte del trato. Se había casado con Alexander para calmar las ansias de guerra de ambos clanes. Que más podría esperar de ella?

Alexander por su parte, pensaba en el castillo. Poco había hecho para entablar amistades con los clanes vecinos. Se había preocupado por las reparaciones y ni siquiera había visitado a sus vecinos. Su padre le había alentado a qué se relacionará con ellos por su bien. Un clan solo y sin amistades no era recomendable. Debía formar alianzas.

Le había aconsejado a qué afianzará su alianza con los Campbell, el clan de Laonis. Eran familia ahora y de seguro sacaría un poco de provecho. Ellos eran un clan poderoso y respetable. Sus relaciones con ellos le darían muchos beneficios. Además, eran sus vecinos y aunque no dudaba de que en caso de peligro, ellos lo apoyarían (después de todo, John estaba aquí y el estaba casado con Laonis) aún debía asentar esa amistad y confianza.

El sólo quería ser un Laird respetable como su padre. Su estancia en Gylen Castle solo lo estaba preparando para su futuro rol. Aunque prefería no pensar en eso.

Los sonidos de golpes los hicieron dar un sobresalto. Alguien tocaba la puerta de la habitación y después de recuperarse del susto, Alexander se puso en pie y fue a abrir. Era Ron.

-Llego Rufus.-anunció.

Laonis no sabía quién era Rufus pero Alexander si comprendió. Balbuceó una despedida a Laonis y siguió a Ron escaleras abajo. Rufus debía ser un guerrero nuevo, o un comerciante. Pero ¿A quien se le ocurría salir al exterior con el temporal que había?
Sacudió la cabeza y decidió ignorar todo. Ya su marido se encargaría de ese tal Rufus.



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En el texto hay: escocia, romance, highlanders

Editado: 22.05.2022

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