Pasó un segundo. Y luego otro. Y luego otro.
Hasta que, por fin, Austin se dignó en dar el primer paso.
— ¿Y bien? ¿Qué te parece? —preguntó, un tanto nervioso.
Ella sonrió. —En realidad esperaba un gran poster de ti muy sonriente, figuras de acción y más fotos de ti rodeadas por luces de navidad.
Austin enarcó una ceja. —Creo que tienes un concepto equivocado de mí.
Ariana se tomó unos segundos para terminar de escanear la habitación que en lugar de ser la de un adulto más parecía la de un niño de doce años. Al terminar suspiró resignada. —Lo de compartir habitación no era broma, ¿verdad?
—Te juro que no lo sabía —le mostró las palmas de sus manos en gesto de paz. —Hay una habitación de huéspedes que di por hecho que estaría lista para ti, o, al menos, lo está siempre que tenemos huéspedes en casa.
—Entonces debo suponer que no me consideran un huésped.
—Eres la primera chica que presento a mi familia dentro de, podría decirse, términos románticos —esbozó una sonrisa antes de confesar lo siguiente: —Además de la primera a la que llamo novia por mutuo consentimiento y fuera de cámaras.
—Pero ¿qué dices? —Ariana sonrió, claramente divertida con la idea que Austin estaba intentando venderle. —¿Eso significa que todo tu historial de conquistas es pura publicidad para tú carrera?
Austin suspiró, pasándose una mano por su cabello. —Aunque no me creas, Max y Michael tienen toda la culpa de que el mundo crea que Austin Lawrence es todo un jugador de ligas mayores. Claro que todos han sido malentendidos aprovechados por la prensa y de los cuales he prevenido a mi familia —hizo una breve pausa—, excepto por ti. También eres la primera de ese listado a la que no niego a mi familia. Una suerte que no hubiera llamado a casa de inmediato, porque de haberlo hecho antes de nuestro pequeño trato, nada de esto habría funcionado.
La culpa hizo que Ariana sintiera que le caía encima una tonelada de concreto. De nuevo había arrastrado a alguien más al fondo del precipicio debido a su egoísmo por mantener una mentira de la que tarde o temprano todo el mundo acabaría enterándose.
—Lo siento. En verdad que lo siento tanto. Yo… —trataba de disculparse temblorosa.
Austin se acercó y tomó la barbilla de Ariana en su mano, obligándola a mirarlo. —No tienes nada de que disculparte, bombón. Lo que estamos haciendo nos beneficia a ambos, ¿recuerdas?
Ella asintió.
—Bien. Ahora, desempaquemos antes de que crean que decidimos probar el amueblado antes de la comida.
Ariana rio al comprender de inmediato a cuál mueble en específico se refería Austin. Una vez de vuelta a la normalidad, colocó su bolso sobre la mesita de noche de su lado de la cama, mientras Austin se había puesto a terminar de apilar el equipaje junto a la ventana.
—Hace mucho tiempo que no tomaba vacaciones.
— ¿Llamas a esto vacaciones?
—Si. Generalmente me la paso trabajando, así que estos dos días que he liberado de mi agenda son como un sueño hecho realidad.
— ¿Y por qué trabajas tanto? No creo que sea por problemas económicos.
—Tengo una extraña adicción al trabajo. Desde que tomé las riendas de mí vida, el trabajo es lo único que existe en ella.
—Cuidado. Si no supiera bien que tratas de ocultar algo con nuestro pequeño negocio, juraría que no tienes nada más que papeles que atender tus fines de semana.
—Puede que tengas razón. Pero lo que haga fuera de esos “papeles” no tiene nada que ver contigo, ¿verdad?
—Cierto.
El aire alrededor empezó a volverse pesado como el aliento de un dragón.
Luego, un golpe sonó en la puerta.
—Austin, dice mamá que el desayuno está servido. Así que deja para más tarde tu intento de reproducción fallido y bajen ya.
Austin se frotó la cara con las manos.
—En serio Kat, tú sentido del humor no tiene límites, ¿verdad?
— ¿Quién bromea? Ambos sabemos que tu nivel…
— ¡Katherine!
—Ok. Yo solo decía. Los veré abajo.
Ariana tenía las manos en la boca intentando contener la risa, pero le era casi imposible.
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Editado: 20.10.2019