Ariana oyó el sonido de su teléfono en el dormitorio, pero lo ignoró. Lo último que necesitaba en esos momentos era tener que lidiar con problemas de la oficina. ¿No se había casado precisamente para ahorrarse esos problemas?
Un suave golpe en la puerta la alertó de que ya había pasado demasiado tiempo encerrada en el baño y lo más seguro era que si no salía, derribarían la puerta creyendo que se había desmayado en la bañera. Quisiera o no, tenía que salir y enfrentarse al hombre innegablemente sexy que la esperaba al otro lado.
Al abrir la puerta, el aroma exquisito a café recién hecho embriagó sus sentidos y olvidó por un segundo la razón de su angustia.
—¿Café con leche? —La voz de Ariana le provocó un suave respingo a Austin sin previo aviso. Y ahora que recordaba, ¿no estaba siendo más grave que de costumbre en la cafetería? ¿Qué tan pronto se había librado del resfriado?
—Pedí el desayuno. Espero haber acertado con panqueques de fresa y café con leche.
—¿Cómo has llegado a conocerme tan bien? —dijo Ariana con una sonrisa.
Austin no pudo evitar hacer lo mismo al ver a su esposa recién bañada cubierta tan solo por una bata que dejaba al descubierto sus delicadas piernas y una hermosa cascada color carbón intenso cayendo por su espalda. En cuanto Ariana tomo una de las sillas e hizo su famoso cruce de pierna para luego sujetar con un gancho grueso su melena salvaje, sintió como el vello de su nuca tomaba vida.
—La ducha tiene una llave en la que deja pasar agua salada. ¿Puedes creerlo? Supongo que a quien se le ocurrió esa estrategia de marketing sabe por experiencia lo doloroso que puede llegar a ser el estrés y lo relajante que puede ser una ducha salada.
Él cerró los ojos y apartó los recuerdos de esa mañana de su mente. Un minuto más y tendría que ir a hacer una prueba de esa famosa ducha usando la temperatura más fría que pudiera ofrecer el hotel.
—La probaré en un rato y así podremos comparar notas.
Ariana dio su primer trago de café y se apoyó en el respaldo de la silla dando un suspiro de deleite. Fue un sonido gutural, pero con un efecto caótico para el cuerpo de Austin. Para estas alturas de la jugada, él ya debería estar acostumbrado a las reacciones de Ariana con respecto al café, sin embargo, aún no lograba mantenerse neutral.
—Siento haberte mantenido despierto anoche. ¿Lograste dormir un poco?
—He dormido como un dulce bebé. Por el contrario, quisiera disculparme por lo de esta mañana…
—No tienes por qué hacerlo. Ambos somos adultos y entiendo que existe la frustración sexual. Solo trata que tus “dulces sueños” se queden en tu cabecita y no pasen muy seguido a tu compañera de cama —dijo Ariana, sin molestarse siquiera en averiguar cuáles eran los verdaderos sentimientos de su esposo.
—La situación está bajo control, no te preocupes —mintió Austin, tratando de disfrazar el ceño fruncido que causó las palabras de Ariana. ¿Por qué era tan buena leyendo libros de contabilidad y no las señales que le daba él? Claro que entonces parecería que ambos estaban viviendo su “felices para siempre” en lugar de una novela escrita por alguien con gustos masoquistas.
—Por cierto, lamento decirte que tus largas vacaciones soñadas se han visto frustradas. Debo volver a la empresa en dos días.
—Pero, ¿qué dices? Creí que habíamos acordado dos semanas.
—Lo sé, pero se presentó un problema con uno de los negocios de Suiza. Esa fue la razón de que tuviera que retomar el papel de ejecutiva anoche.
—¿Tú padre no puede encargarse?
—Y aunque pudiera, actualmente aún estoy al mando de la Compañía hasta nuevo aviso.
—¿Por qué hasta nuevo aviso? ¿Aun estas teniendo problemas?
Ariana suspiró. —A ti no puedo engañarte, ¿verdad?
—Vete haciendo a la idea. Ahora, suelta ya la sopa.
—¿Recuerdas a Oliver?
Austin asintió.
—Pues bien, podría decirse que él y yo estamos en la misma situación. Aunque somos la cabeza actual de las empresas de nuestras familias, aún estamos bajo el mando de nuestros padres. Y Maxwell Ferreira, su padre, está intentando volverme la vida de cuadritos queriendo demostrarme que aun soy una cría.
A Austin no le gustó como sonaba aquello. Tendría que preguntar directamente si quería sacarse la espina que lo molestaba, aunque quizás después se arrepintiera de haberlo hecho.
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Editado: 20.10.2019