BAILEY VANDERY
Empecé a recobrar consciencia de forma lenta, me desperté con la vista empañada y un dolor punzante en mis extremidades, pardeé repetidas veces sin dejar de escuchar el pitido de las máquinas a mi alrededor, confundida, despertando y volviendo a caer en la inconciencia incontables veces, hasta esa mañana que todo empezó a aclararse. Las voces fueron más nítidas, los colores, el dolor, la irritación en la garganta. Jadeé por quitarme el aparato que tenía sobre boca y nariz, moví mi mano con frenesí queriendo llevarla hasta mi cara sin conseguirlo. Unos pares de ojos que conocía se posaron encima de mi cabeza y me tranquilizaron con palabras bonitas mientras quitaba el tubo por donde respiraba y llamaba a los doctores.
Fue una mañana caótica, los recuerdos llegaban de golpe, uno detrás del otro aniquilando toda la paz que sentí por segundos y dejando un miedo asentado sobre la boca de mi estómago que me recordaba que estaba en peligro, que alguien intentó matarme que...¿Y mi hija? ¿Clarence? ¿Mi hermano? Nada habría valido el esfuerzo si ese maldito hubiese conseguido lo que quería.
—Tranquila —siguió susurrando Valorie mientras me acariciaba el cabello en lo que el doctor me analizaba y revisaba todos mis signos —. Estás a salvo, estás bien, yo te tengo, deja que el doctor te chequee —su voz me arrulló como a una bebé, dejé que su calma detuviera el mover violento de mi corazón y respiré contra su pecho, repitiendo una y otra vez lo que ella había dicho.
Estaba a salvo.
El doctor le dio el visto bueno y desconectaron la máquina de respirar y otras cosas conectadas a mi cuerpo, miré a todos lados consciente de que a pesar de todo el instrumento medico presente, aquello no era un hospital. Intenté encontrar mi voz en medio de la irritación de mi garganta sin conseguir más que un sonido raro y ronco inentendible.
—Bebe agua —pidió Val, poniendo el vaso de cristal cerca de mis labios y empujando el liquido por mi garganta con ternura. La quemazón cesó, busqué sus ojos y apreté su mano, Dios, la paz que me daba saber que era ella que estaba allí sosteniéndome y no él.
Había tenido miedo, mucho miedo, vi la muerte tocarme y acariciarme como si fuese suya; y todo lo que pensé era en lo mucho que le debía a Clarence y que no había podido darle, cosas que Atlas intentó quitarme al momento en que enterró su cuchillo dentro de mi cuerpo, forzándome a una situación que no quería.
—¿Dónde estoy? —pregunté, la voz no era totalmente mía, había un tono ronco en ella pero al menos se me entendía. Las caricias de Val se sintieron bien contra mi cuero cabelludo —. Intentó matarme —acusé —, el jodidamente intentó matarme. ¿Me encontraste?
Valorie negó lentamente.
—No es como piensas.
—¿No es como pienso? —pregunté demasiado duro y terminé tosiendo enloquecida, recibiendo palmadas en la espalda de la mujer que consideraba mi mejor amiga —. Empujó un cuchillo dentro de mí, joder.
Me palmeé el vientre y bajé la mirada para encontrar un...bulto, nada parecido a mi escasa barriga de cuando había estado interna en el hospital psiquiátrico. Un jadeo brotó de mi garganta, levanté la cabeza para exigir una explicación de Valorie, con mis manos ahuequé mi vientre y acaricié lentamente. Era lo que pensaba, lo sabía.
—No quiero abrumarte, acabas de despertar —dijo, con lentitud —. Han pasado casi tres meses, Bailey.
Exigí una explicación para no enloquecer en ese momento, ¿tres meses? Había paralizado mi vida por tres meses y todo había seguido su maldito curso. ¿Y mi hija, mi hombre? Era todo lo que podía pensar, mientras pensaba en el hecho de que había durado 3 meses atada a una cama y a unas maquinas in hacer nada más, mientras gente que amaba me necesitaba y mientras dos bebes crecían dentro de mí. No iba a alejar a Clarence otra vez de un embarazo mío, no iba a permitir que la historia se repitiera, no quería repetirla.
Quería salir por la puerta en ese momento y buscar al hombre que amaba y fundirme en sus brazos y hacerle saber que no había nada de malo con él, que entendía que su forma de amarme lo llevaba a hacer cosas que no siempre iban a gustarme.
En los días que le siguieron no recibí muchas respuestas, Valorie fue la única que estuvo todo el tiempo y las dos veces que intenté salir de la habitación, había un guardia fuera custodiando la puerta, no tenía las fuerzas suficientes para pelear en ese momento, llevaba un embarazo que me daba miedo, no sentía nada dentro de mí a pesar de que Valorie había dicho que todo estaba bien con los mellizos, y habían tantas preguntas sin respuestas que el estrés y el temor no se habían ido del todo de mi cuerpo. ¿Qué me escondía Valorie? ¿Por qué no me decía donde estábamos? ¿Dónde estaban los míos? Eramos una familia, pero no me dejaba ver a nadie como si estuviese oculta.
Me desesperé, la simple razón por la que cada día me levantaba y trataba de estar en forma, beberme las pastillas, las vitaminas y comer saludable era para volver a mi fuerza de siempre y así poder enfrentarme a lo que sea que estuviese ahí fuera. A la semana fui trasladada a una habitación, me entretuve en la caminadora y recorriendo cada mínimo espacio de la gran habitación que me habían dado. Estaba en una mansión, en algún país de altas colinas verdes y cultura marcada, cinco comidas al día, Valorie hablándome de bebes y ropas y un día exploté.
—Estoy cansada de esto, die que está pasando o te desarmaré, armaré un escandalo y saldré de aquí buscando respuestas —exclamé —. ¿Dónde está Clarence, dónde está mi hija, donde dejaste a Atón? —grité.
Valorie me miró como si hubiese esperado mi arrebato, se levantó y salió por la puerta sin decir nada. Solté un bufido de frustración, me acaricié el pequeño vientre abultado y suspiré, algo dentro de mi revoloteó por un momento y me ilusioné. ¿Había puesto Clarence otras dos mujeres dentro de mí? Se le daba bien embarazarme de a par, o bueno, al parecer el gen McCaney era demasiado fuerte para ser ignorado. Quise sonreír. Maldita puntería estelar, quería llenar el puto mundo con su loco apellido.
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Editado: 10.11.2024