Las voces de una multitud euforica empezaban a hacerse cada vez más cercanas. Por segundos, los destellos de los flashes se hacían presentes en la periferia de Meryl y aunque esto fuera parte del plan, no dejaba de agobiarla.
Estrella del rock y todo lo que viene con este título, pero lo que más odiaba era que le tomaran fotografías. Más aún, en situaciones en las que el un mínimo error y en menos de una milésima de segundo ni el maquillaje más profesional podría esconder a la verdadera Meryl.
—¿Estás completamente seguro de saber lo que estás haciendo? —preguntó ella mientras Austin se montaba en una motocicleta negra.
—Por supuesto que sí. ¿Qué no ves que vine prácticamente preparado?
—Seguro. Preparado para decirles a todos “Hey, aquí estoy”.
—Más bien todo lo contrario. Mi plan inicial era llevarme a Ariana y que nadie se diera cuenta.
Meryl se quedó mirando el vehículo de dos ruedas con una ceja alzada y un gesto de evidente desconfianza. —¿En verdad creíste eso posible?
Austin se encogió de hombros. —¿Quién imaginaria a Ariana Allen montada en una Harley – Davidson[1]?
—Desde luego que nadie. —Meryl saltó a la moto justo detrás de Austin, le agarró de la cintura y se apretó contra él. —Sin embargo, Meryl Hale es otra historia. ¿Y mi casco?
Austin esbozó una sonrisa pícara en respuesta mientras se colocaba el casco que lo protegería de un posible reconocimiento facial y sin ningún miedo que recorriera sus venas, se dirigieron a máxima velocidad hacia el grupo de periodistas que ya casi les habían dado alcance.
—¡Sostente!
—¡Si lo hago más, terminaré haciéndote puré!
—¡No sufras! ¡Resistiré!
—¡Eso espero!
—¡Sonríe a la cámara!
Meryl miró hacia delante y descubrió que ya estaban a centímetros de los paparazzi. En el último segundo antes del impacto, la oleada se dispersó haciendo que la moto pasara a través de un pequeño hueco. Se escucharon rechinar varios neumáticos, el sonido agudo y molesto de las bocinas junto con una diversidad laica de improperios dirigidos a ellos de parte del resto de conductores a los que sorprendieron en cuanto aparecieron de la nada en la avenida principal. Austin escuchó una carcajada proveniente de detrás suyo y tuvo que tragar saliva en cuanto se dio cuenta que para él estaba siendo un sonido de los más excitante.
—¿Y ahora hacia dónde, vaquero?
—¿Confías en mí?
—No lo sé. Quizás. Tal vez si practicamos una de esas famosas pruebas de confianza, tú me atrapas a mí y yo a ti.
Austin rio. Definitivamente la diva del rock estaba haciendo pequeños estragos en su mente a cada segundo.
Siguiendo el trayecto a través de calles laterales, esquivando a las multitudes, y asegurándose de no ser seguidos, tardaron casi cuarenta minutos en llegar a un pequeño hotel. Y durante todo ese tiempo, Austin se la pasó recordando varios versículos y relatos de la biblia evitando lo que realmente quería imaginar debido al cuerpo de Meryl que permanecía pegado al suyo, sus brazos rodeándole la cintura y su cabeza recostada en su espalda.
—Aquí estaremos seguros.
—Pues a mí no me lo parece mucho —dijo Meryl al bajarse de la moto.
—No te preocupes. Un amigo de un amigo lo recomendó por su ambiente discreto —Austin sacó la pierna de la motocicleta y se dispuso a quitarse el casco. —Solo relájate y tratemos de pasar inadvertidos.
—Seguro. Como si una chica enfundada en cuero, cabello alborotado y usando un enorme antifaz podría pasar inadvertida.
—Te has olvidado las proporciones, dulzura —Austin guiñó un ojo.
Meryl puso los ojos en blanco. ¿En verdad ese era Austin Lawrence? Evidentemente, tenía que dejarle una nota a Ariana para que mantuviera un ojo en el playboy de su esposo.
Así a como lo había asegurado el anuncio, la recepción del hotel los recibió atentamente y el botones los acompañó rápidamente hasta su habitación. Austin le dio una propina y cerró la puerta tras él.
Por fin un minuto para descansar. Meryl se quitó la chaqueta y se dejó caer en el sofá. Austin se sirvió un vaso con agua, intentando con todas sus fuerzas apartar la mirada de ella.
—Puede que acabe tomándome un año sabático después de esto, aunque antes tendré que dejar arreglado el papeleo.
—Eres la última persona a la que esperaría oír hablar de papeleo. Eso es ser nada tú.
—¿Entonces de quién si lo esperarías?
Austin se encogió de hombros. —No lo sé. Alguien diferente, supongo.
—Así que diferente, ¿eh? ¿Quizás alguien parecido a esa linda esposa que tienes?
Editado: 23.11.2024