Maldiciendo en todas las culturas posibles de su conocimiento el día en el que tuvo que conocer a la reina de hielo era como estaba transcurriendo la mañana de ese segundo día de recién casado para Austin. Desde el día en el que se había topado con su majestad, todo en su vida se volvió una locura impredecible tanto que ya no sabía si ese día se le atravesaría en el camino un gato negro o un gnomo de la buena suerte.
Pero ni hablar. Ninguna mujer valía tanto en este mundo. ¿Quién se creía que era? ¿La diosa Atena? ¿Afrodita?
Pues para su información, él era Austin Lawrence, conocido actor y playboy según muchas revistas y no una estatua decorativa del jardín de la casa de nadie.
Harto de permanecer dentro de un juego del que estaba más que claro solo era un peón más de la reina, Austin decidió ir a su auto rentado y conducir por la ciudad sin ningún destino en mente.
Solo conducir.
Solo olvidar.
Sin embargo, mientras aceleraba en una de las autopistas principales, escuchó como la voz del ángel blanco de su conciencia le repetía una y otra vez: “Hiciste unos votos, Austin. Votos sagrados frente al altar”. Un instante después, su ángel negro también se unió a la conversación recordándole lo nada ortodoxa que había sido esa boda, así como las razones que habían llevado a su realización.
¿Por qué se le había tenido que ocurrir participar en esa obra de teatro? ¿Por qué ayudar a una completa desconocida a limpiar su desastre? ¿Por qué rayos estaba tan enfadado y a punto de descuartizar a cualquiera que tuviera la osadía de cruzarse en su camino?
Cruzando el puente Thunderplum maldijo entre dientes al darse cuenta de lo que realmente lo tenía furioso, por lo que en un brusco giro en u que afortunadamente no dejo a nadie herido por ser el único auto del camino, el parloteo interno entre ambos bandos acabó en una derrota para su diabólico ángel negro. Evidentemente, aún quedaban algunas palabras que decirle a la estirada y poderosa señora Lawrence.
Meryl salió del coche con la elegancia y presunción de un pavorreal a pesar de la horda de periodistas que se abalanzaba sobre ella y Walter con intensión de devorar viva a su víctima del momento. Resultaba sorprendente como un video de no más de tres minutos circulando las redes sociales en todo el mundo hubiera superando con creces los esfuerzos realizados en el intrépido escape que había protagonizado una noche antes junto a un hombre no identificado. Viendo el lado positivo, esto seguramente le representaba la mejor noticia del día a su coestelar.
En el instante en que el micrófono más próximo se le acercaba peligrosamente al rostro, la joven estrella les dedicó en seguida su muy bien preparada sonrisa resplandeciente de mujer maravilla, con lo cual intentaba disimular sus más sinceros y profundos deseos de estrangularlos a todos allí mismo. Parecía imposible pero muy real como en menos de una milésima de segundo todos esos buitres podían convertir su vida en un huracán categoría nueve.
—Meryl, ¿Es verdad que realizas playback y la vocalista de Tem-Pest es una creación de la tecnología?
—Pienso que el tiempo que llevo ejerciendo esta carrera en el medio puede hablar por si sola en ese aspecto. Sin embargo, todos poseemos criterio propio y es algo en lo que nadie puede ni debe intervenir.
—¿Está queriendo decir que el video es una falsificación y que esa persona no es realmente usted? —preguntó un segundo paparazzi.
—Más que una falsificación diríamos que ha sido únicamente un malentendido que esperamos llegar a aclarar en la brevedad posible —contestó Walter.
—¿Tienen alguna idea de quién participó y las razones que motivaron a querer desacreditar a Meryl o a la banda propiamente?
—No podemos hacer ningún comentario al respecto debido a que el asunto aún se encuentra en fase de investigación —de nuevo Walter respondió por ella.
—¿Meryl Hale tiene intención de levantar una demanda por daños y perjuicios contra el o los responsables?
Al escuchar esta pregunta proveniente de un tercer periodista, Meryl no pudo evitar dibujar una leve sonrisa en su rostro.
—Todo dependerá de los resultados de la investigación. Recalco que es muy probable que solo se tratase de un malentendido sin razones oscuras detrás de ello.
—Meryl, dentro de los comentarios de dicha publicación hay quienes piensan que este ha sido un intento por enterrar la nota de tu escape fugaz anoche. ¿Hay algo de verdad en esto?
—Es cierto que anoche me encontré con un amigo que hacia un tiempo que no veía y con el cual fui a tomar un café para charlar un poco —respondió Meryl antes de que Walter pudiera abrir la boca. —Luego de esto todo fue exactamente como un “aquí se rompió una taza y cada quien para su casa”.
—Señores, lamentablemente la agenda de hoy está bastante ajustada por lo que ya debeos retirarnos. Si nos disculpan, por favor.
Walter empezó a querer caminar hacia delante con intensión de abrirle el paso a Meryl, sin embargo, la multitud no estaba facilitándole en absoluto el trabajo al pobre hombre.
—¿Hay alguna posibilidad de que estén tratando de esconder algún padecimiento en la garganta de Meryl temporalmente?
Meryl suspiró ante la evidente insistencia que la rodeaba. Decidió entonces que era hora de actuar.
— Calla y no digas nada más, que ni tú te crees ni una palabra
que tonta ilusa fui al pensar que eras mi príncipe azul añorado
sin saber que detrás de esa máscara, negro era tu color verdadero… ¡Eres el príncipe negro de mi ilusión!
La breve interpretación de Meryl tomó a todos por sorpresa provocando con ella un estallido de aplausos y varias bocas cerradas en el acto. Ahora solo quedaba acabar de ahuyentar a esas alimañas lo que esperaba no le tomara muchos días.
Con un pequeño grupo de guardaespaldas abriéndoles paso entre la multitud lograron entrar a la recepción del hotel, el siguiente paso era entrar al ascensor y realizar todo un recorrido al estilo escape del laberinto para llegar a su verdadera habitación sin aparecer en el radar de alguien no deseado.
—Será mejor que te adelantes —le sugirió Walter oprimiendo el botón del ascensor.
—De acuerdo. Solo asegúrate de no hacer ningún tipo de anotación en mi agenda ¿entendido?
—Fuerte y claro.
En ese momento el timbre del ascensor sonó y sus puertas se abrieron haciendo que Meryl entrara en acto reflejo a la caja metálica sin asegurarse antes de que no tuviera más ocupantes. Algo de lo que pronto se arrepentiría.
—Tú sí que eres difícil de igualar, lindura.
Imposible.
Editado: 23.11.2024