—¡El nombre, Liam! ¡Dímelo! —le gritó el mago, dándole otra bofetada.
Liam escupió sangre y se mantuvo en un obstinado silencio.
—Me engañaste. Todo este tiempo, no has dicho más que mentiras —lo agarró el mago fuertemente del cuello.
—No… lo juro… —gimió Liam, tratando de respirar con el cuello constreñido por las manos del mago.
—¡El inocente Liam! ¡Desarmado y sin previa preparación! ¡Qué mentira tan descarada!
—No lo sabía —siguió jurando Liam—, la misión me fue asignada después, después de llegar al palacio. Los demás lo sabían desde antes, pero a mí me lo informaron después.
—¿Y qué es lo que te informaron sobre ella, eh? ¿Qué te dijeron? —le azotó la cabeza el mago contra la pared.
—Su nombre —jadeó Liam—, su título, nada más. Seguirla y protegerla, eso es todo lo que me ordenaron. No me dijeron por qué.
—¿Y tú aceptaste sin preguntas?
Liam no contestó.
—Dime quién dio la orden, dime el nombre antes de que decida tomar medidas para forzarte a hablar.
—No, por favor… —gimió Liam.
—Sabes que si te someto a otra sesión, obtendré el nombre de todas formas —lo amenazó el mago—. ¿Por qué no te ahorras el sufrimiento y me lo dices ahora?
—No, otra sesión no —meneó la cabeza Liam, tembloroso.
—Habla —le ordenó el otro.
Liam asintió, tragó saliva y retomó su relato.
***
—Aquí está tu mochila —interrumpió Dana la conversación entre Liam y Sabrina.
Liam la tomó y se la colgó de la espalda.
—Vamos, ya recogimos todo —los invitó Dana con un gesto de su mano—. Bruno y Augusto ya comenzaron la ascensión.
Liam siguió a Dana obedientemente, pero Sabrina se quedó plantada en el lugar.
—¿No la convenciste? —le preguntó Dana a Liam.
—Dame un momento —pidió Liam.
Dana asintió y Liam se volvió hasta donde estaba Sabrina. En voz baja, le dijo:
—Si quieres que te de la información que me pediste, deberás venir con nosotros.
—¿Chantaje? Eso es bajo —bufó ella con desdén.
—Oh, no, todavía no me has visto apelar a mis recursos más bajos —sonrió él con picardía.
—Eres insufrible —gruñó ella, pero igualmente decidió seguirlo.
—¿Y por casa cómo andamos? —murmuró Liam entre dientes.
El grupo subió la barranca por una hendidura que el agua de las lluvias había formado en los meses anteriores, durante la estación húmeda. El marcado surco les proveía con un sendero ideal, excavado en la tierra, que pudieron escalar sin problemas, apoyándose con las manos en las paredes de tierra apisonada a los lados. Al llegar a la cima, encontraron varias formaciones rocosas, salpicadas a intervalos por arbustos espinosos y secos.
—Bueno —dijo Augusto, observando el paisaje hacia el sur desde las alturas—, allá está la cascada —señaló el río hacia el sureste.
—El bosque Virmani es más extenso de lo que me imaginaba —dijo Dana.
En efecto, el bosque Virmani se extendía hasta donde alcanzaba la vista, como una alfombra ondulante de múltiples tonos de verde y amarillo. Liam notó que algunas zonas cercanas al río eran de otro color, con pastos verde amarillentos y árboles grises y truncados casi al ras del suelo, como parches de piel enferma en el saludable verdor del resto del bosque.
—¿Qué son esos lugares más secos y sin árboles? —preguntó Liam.
—Cicatrices de los incendios de la batalla de Virmani —explicó Sabrina—. Fue antes de que yo naciera. Agrimar atacó a Marakar, y habría diezmado el reino, quemándolo hasta sus raíces, si no fuera por una fuerte tormenta providencial que se desató en medio de la batalla. La lluvia fue tan fuerte que no solo apagó los focos de los incendios, sino que impidió que las tropas de ambos bandos siguieran peleando.
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Editado: 19.02.2021