—Aquí es —dijo Liam, señalando en derredor.
Lug y él estaban en la habitación de piedra sin techo que Dana había elegido en las ruinas de Caer Dunair para acampar. Lug extendió sus manos, tratando de encontrar los patrones típicos de energía que emanarían de un portal. Mientras tanto, Liam observó el cielo: estaba totalmente despejado. Un sol potente iluminaba las rocas derruidas sin obstáculos. El clima era muy diferente a la inoportuna llovizna que lo había empapado la primera vez.
—¿Estás seguro? —inquirió Lug con el ceño fruncido. No percibía nada especial en aquella habitación, nada más que viejas paredes agrietadas de sólida roca. No había señal alguna de un portal.
—Sí —afirmó Liam con seguridad—. Gus nos guió hasta aquí —su voz se quebró al recordar que su mejor amigo también lo había traicionado en aquel mismísimo lugar.
—Aquí no hay nada —meneó la cabeza Lug.
—Tiene que ser aquí —insistió Liam.
—Tal vez estás confundido, estas ruinas son…
—No —lo cortó Liam con vehemencia—. ¿Crees que olvidaría dónde pasó todo?
—De acuerdo —levantó las manos Lug para apaciguarlo—. Intentaré otra vez.
—Sí, hazlo —le retrucó el otro.
Lug volvió a cerrar los ojos para concentrarse. Esta vez, extendió su percepción más allá de la habitación, hacia el palacio completo. Nada. El portal ya no existía. Algo estaba mal.
—Lo siento, Liam, el portal ya no está aquí —dijo Lug, despacio.
—No puede ser —negó Liam—. ¿Es posible que tu poder esté fallando? Tal vez…
—No, Liam —reiteró Lug—. No hay forma de que las energías que debería despedir pasen desapercibidas para mí.
—¿Entonces? ¿Qué? ¿No hay forma de llegar hasta Sabrina?
—Eso me temo.
—No, no puedo aceptar eso. Me estás mintiendo.
—No, Liam —respondió Lug con la voz apagada.
—Pero tú eres la Llave de los Mundos, puedes crear tu propio portal si quieres —porfió Liam.
—Como bien dices, soy solo la llave: puedo encontrarlos, abrirlos, atravesarlos, pero no puedo crearlos.
—¡Entonces no sirves para una mierda, Lug! —gritó Liam, exasperado.
Lug suspiró sin contestar. Él también estaba preocupado, tal vez más que Liam.
—El portal existe —insistió Liam—, y está aquí, estoy seguro.
—Si es así, alguien lo destruyó, lo hizo desaparecer, porque no puedo percibirlo.
—Pero tú puedes abrirlo otra vez, ¿no? —intentó Liam.
—Me temo que no.
—¿Por qué?
—Ya te lo dije, Liam, no puedo crearlos de la nada. Quien lo disolvió hizo un excelente trabajo, tan bueno que ni yo puedo deshacerlo —respondió Lug.
—¿Uno de esos malditos magos?
—Tal vez.
—Hay algo que no me estás diciendo, ¿no es así? —entrecerró los ojos Liam con desconfianza.
Lug suspiró y clavó la mirada en el piso.
—¡Contéstame! —le exigió Liam.
—Algo salió mal… —comenzó Lug despacio—. El plan… Cormac y yo creemos que ha sido saboteado, creemos… Es posible que Marga haya sido manipulada y no estamos seguros de que lo que vio sea exactamente lo que debe pasar.
—¿Qué quieres decir?
—Por eso yo estaba en Nadur —siguió Lug—. Decidí actuar sin tener en cuenta el plan e ir a rescatarte, como debí hacerlo desde un principio.
—¿Y piensas que debo creerte? ¿Consideras que esa declaración debería ganarte mi perdón? —le espetó Liam, sarcástico.
—Considero que aún me falta mucho para ganarme ese perdón, Liam, pero estoy trabajando en ello.
—¿Trabajando en ello? —repitió Liam con tono irónico—. Me sigues mintiendo, me sigues ocultando cosas, ¿es así como estás “trabajando en ello”?
Lug apretó los labios y se mantuvo en silencio. De pronto, apoyó la mano en la empuñadura de su espada y se dio vuelta abruptamente hacia la entrada de la ruinosa habitación.
—¿Qué pasa? —inquirió Liam.
—Alguien viene —dijo Lug con el rostro tenso, estudiando los patrones de quien se acercaba.
Liam vio que Lug aflojaba la tensión después de un momento y soltaba su espada. Por la irregular abertura que alguna vez había sido la puerta, se asomó un anciano de barba. Su rostro sombrío se iluminó de pronto al ver a Lug.
—¡Cormac! —sonrió Lug, saludándolo con un abrazo.
—Gusto en verte, Lug —respondió Cormac a su abrazo, desviando la mirada hacia Liam por detrás de la espalda de Lug—. Me alegro de que estés bien, muchacho —le dijo.
Liam le contestó con una mirada de furia contenida. Cormac era el organizador de su doloroso infortunio, y aunque Liam no tenía la perfecta memoria del ex-Antiguo, nunca podría olvidar eso. Cormac se desprendió del abrazo de Lug y avanzó un paso hacia Liam. Al percibir su abierta hostilidad, se detuvo.
—Lo lamento, Liam —dijo Cormac con sinceridad, esperando que la disculpa ablandara un poco la dura mirada del otro.
—¿Tú también quieres mi perdón? —le escupió Liam—. Tendrás que formar fila —dijo con tono helado.
—¿Dónde está Calpar? —intervino Lug antes de que las cosas escalaran.
—Lug, las cosas están mal, mucho peor de lo que pensábamos —respondió Cormac—. ¿No ha llegado Yanis todavía?
—No —meneó Lug la cabeza—. Y hay otro problema: el portal ya no existe.
Los ojos de Cormac se abrieron horrorizados ante las implicaciones de aquella declaración.
—Un momento —los interrumpió Liam—. Me manipulaste una vez más, ¿no es así? —le reprochó a Lug—. Me hiciste creer que venir hasta Caer Dunair había sido mi idea, pero todo este tiempo, tu plan era traerme aquí a una especie de reunión con tus secuaces.
—¿Dónde está Calpar? —le volvió a preguntar Lug a Cormac.
—Secuestrado. Y no, no sé por quién, pero estimo que por el saboteador —contestó Cormac—. El único que puede tener pistas de cómo encontrarlo es Yanis, si es que pudo llegar hasta el jefe de Garret.
—¡Ey! —gritó Liam, tomando a Lug bruscamente del brazo—. No me ignores cuando te estoy hablando —le gruñó.
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Editado: 19.02.2021