Los sirvientes se apartaban con respeto y bajaban sus cabezas al cruzarse con el rey que avanzaba con pasos decididos por las galerías del palacio. Irina estaba más relajada ahora que Rinaldo había aceptado la ayuda de Yanis y se permitió disfrutar los hermosos cuadros y las trabajadas columnas por los que iban pasando. El palacio de Rinaldo era mucho más fastuoso que la universidad de Cambria, como era de esperarse. Pronto llegaron a una puerta flanqueada por dos guardias armados con uniformes de gala, que abrieron la puerta con una inclinación de cabeza al ver acercarse al rey. Rinaldo atravesó la puerta sin siquiera prestarles atención. Irina y Yanis lo siguieron.
El recinto era amplio, bien iluminado, con enormes ventanales bordeados por pesadas cortinas de brocado bordó con el escudo de la casa real bordado en oro. Los cuadros que adornaban la habitación eran en general de paisajes con montañas y algunos motivos marinos. Un enorme retrato de Rinaldo colgaba detrás de un opulento escritorio de caoba exquisitamente labrado. El rey rodeó el escritorio y se sentó en una cómoda silla tapizada con terciopelo del mismo color que las cortinas. La silla tenía un respaldo alto y estaba tan trabajada como si fuera un trono. Con un gesto de la mano, Rinaldo invitó a los otros dos a sentarse en dos sillas mucho más modestas del otro lado.
El rey abrió uno de los cajones de su escritorio, sacó una carta abierta y se la alcanzó a Yanis:
—Esto fue interceptado por mis agentes secretos en el sur de Agrimar, cerca de Strudelsam —indicó.
Yanis tomó la carta y la leyó con atención. Estaba dirigida a uno de los centros de magia de Agrimar y estaba firmada por Zoltan. Anunciaba la muerte de Stefan, la desaparición de Nicodemus e informaba que el cónclave sería dentro de dos meses. Mientras tanto, Zoltan proclamaba su autoridad transitoria sobre todos los magos y adeptos.
—Usted ya lo sabía —dijo Yanis.
—Por supuesto —dijo el rey—. ¿Por qué creen que accedí a verlos en persona? No creerán que recibo a cualquier vagabundo que se presenta en mi puerta, ¿no?
—¿Por qué no nos lo dijo?
—Quería escuchar sus argumentos, ver sus pruebas. Necesitaba confirmación de que esta carta era fiel a la verdad —respondió el monarca—. Lo que sea que Zoltan está planeando, lo ejecutará en dos meses.
—Así parece —concedió Yanis.
—Y sus planes avanzan rápido —siguió Rinaldo—. Mis espías me informaron de la desafortunada muerte de Ariosto.
—¿Ariosto está muerto? —inquirió Irina.
Yanis le lanzó una mirada fulminante para indicarle que guardara silencio y le dejara manejar las cosas a él.
—No solo eso —continuó el rey—. La princesa heredera está desaparecida, secuestrada, según mis fuentes. Sin duda otra maniobra de Zoltan para sacar a la casa de Ariosto del camino y hacerse con el poder de Marakar. Actualmente, está actuando como regente plenipotenciario. Estoy movilizando tropas hacia el sur para repeler un posible avance de la milicia de Marakar sobre el río, pero si Zoltan tiene el control de los magos…
—Las tropas no servirán de nada —terminó Yanis.
—Hay magos en Agrimar capaces de manipular y diezmar a los soldados con una simple maldición. Sin escudos de protección y sin Ojos, mis tropas tampoco llegarán a mucho. Esta es una traición sin precedentes, y ni siquiera tengo la autoridad legal para para castigarla, pues los magos dependen del Mago Mayor y no del rey.
—Un arreglo astuto que Stefan propició —apuntó Yanis.
—Nunca tuve objeción acerca del proceder de Stefan —respondió el rey con tono agrio—. Sus planes siempre beneficiaron a Agrimar y a mi legado. Su único error fue no prever su muerte.
Yanis hizo una nota mental: abstenerse de criticar a Stefan delante de Rinaldo.
—La carta que trajeron dice que usted es un mago —cambió de tema el monarca—. ¿Qué lo hace tan poderoso como para poder oponerse a Zoltan y a todos los magos de Ingra juntos? Imagino que debe tener una habilidad formidable.
—Mi poder no radica en mis habilidades mágicas, sino en mi título —respondió Yanis.
—No le entiendo —frunció el ceño el rey.
—Mi nombre es Yanis.
—Sí, eso ya lo dice la carta —protestó Rinaldo.
—¿No le suena ese nombre? ¿No sabe quién soy?
—Yanis… —repitió el rey, pensativo—. ¡Oh! —lo recordó de pronto—. Usted era el Mago Mayor de Toleram.
—Exacto —sonrió Yanis—. ¿Entiende lo que eso implica?
—¿La verdad? No —admitió el otro—. Toleram ya no existe y usted fue destituido y se autoexilió fuera de Ingra, si mal no recuerdo. Su título no tiene valor alguno.
—El grado de Mago Mayor es inalienable, y, por lo tanto, una vez alcanzado no se puede enajenar —explicó Yanis—. No importa mi situación o mi lugar de residencia, soy Mago Mayor hasta mi muerte. La asignación del área de influencia de un Mago Mayor es independiente de su grado y depende de la aceptación de cada casa real. Eso es lo que dice la ley, aunque en la práctica, son los Magos Mayores los que deciden quién preside a los magos de cada reino. Pero eso no importa, porque como Agrimar absorbió al reino de Toleram, legalmente, el Mago Mayor de Toleram tiene un lugar en la corte de Agrimar si su rey lo permite, y, en este caso, puede actuar como Mago Mayor legítimo ante la muerte de Stefan.
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Editado: 19.02.2021