Ya eran las 23.30. Ricchi despidió el tren con una mirada triste y después miró a su alrededor. Era una estación relativamente pequeña apenas con dos andenes, sala de espera, una parada de taxi y colectivos, una cafetería abierta las 24 horas.
"Hay que buscar hotel. ¿Por dónde empiezo?" — se preguntó algo preocupado.
No existía acá el mostrador de información turística y el único locutorio estaba cerrado a esa hora...
"Parece que voy a dormir en la sala de espera. Y bueno, no es tan grave." — Se dijo para darse ánimos.
Cuando te sientes libre el mundo es tuyo, así pensaba. Compró un sándwich en el quiosco y se sentó en el banco dispuesto a satisfacer su hambre. Al lado de él pasó un policía y se quedó quieto por miedo. El policía se detuvo y miró al chico. Era un hombre de pelo canoso y la cara muy larga.
— Hola muchacho. — Le dijo el Policía.
- ¿Disculpe señor? — dijo el chico para quitar cualquier sospecha — ¿hay algún colectivo a ésta hora que me deje en el centro? ¿O cómo podría llamar para reservar un hotel?
El policía lo miró de pies a cabeza y luego respondió.
— No hay colectivos a esta hora. El primero sale a las cinco y media.
¿Y acá en la estación no hay un hotel? Preguntó Ricchi ya algo nervioso.
El policía se rio al tiempo que le respondía.
— No hay, chico. ¿Primera vez en Beltrama?
— Si. Vine a visitar unos parientes...
— Aguanta hasta la mañana y tomate colectivo número 12.
— Gracias.
El policía siguió su camino. A unos metros se detuvo y miró al chico, y le advirtió.
— No duermas.
— ¿Porque? — quiso saber algo más preocupado ya por la advertencia.
— Te pueden robar.
- Gracias. — Fue lo único que pudo decir...
El policía asintió con la cabeza y se fue.
Cerca de la una de la mañana los ojos del chico ya parecían dos bolsas de cemento que ardían fuego. Una voz ronca, salida del parlante de arriba anunciando la llegada de algún tren. El cansancio lo tapó al chico como una niebla.
"Así me voy a quedar dormido. Voy a la lavar la cara a ver si me despierto un poco." Pensó cansado y abatido de la noche que transcurría en aquel lugar desconocido.
Arrastrando la valija Ricchi se fue al baño. Realmente estaba muy dormido por eso no vio a dos jóvenes que lo estaban vigilando hacía rato y que entraron tras él en el baño. El agua fresca le alivio un poco el sueño.
Los dos adolescentes con gorras de béisbol y zapatillas sucias entraron al baño y sin disimular lo miraron a través del espejo. Por dentro Ricchi sintió escalofrío.
"No pasa nada. Y a los más grandotes que estos rompíamos los cuernos."
— ¿Eh, flaco? — dijo uno de ellos.
— ¿Qué quieres? — Ricchi se dio vuelta.
— ¿No tienes para prestarme unos "mangos"?
- No tengo.
Ricchi levantó la valija y quiso pasar entre los chicos.
— Espera un poco — uno de ellos lo agarró del brazo.
- ¡Te dije que no tengo! — dijo Ricchi levantando la voz y lo empujó.
El chico tambaleo un segundo y de repente sacó la mano del bolsillo y la metió como una ráfaga en el pecho de Ricchi. Un golpe terrible lo dobló por la mitad, otro golpe llegó a la nariz. En la cabeza del chico empezaron a saltar caballos desbocados, los oídos se hicieron dos parlantes rotos. Ricchi se golpeó contra la pared y se deslizó al piso.
"Usaron una "plomera" — pensó Ricchi.
Con la cabeza llena de campanas, como desde el fondo del mar, sintió que le estaban sacando la campera y revolvían sus bolsillos. Lo último que escuchó eran pasos rápidos alejándose y los golpes de ruedas de valija por el piso.
Unos minutos después el chico se sentó apoyándose en la pared.
"¡Mierda! ¡Si los encuentro, los mato!"
Se quedó sentado un rato con los ojos cerrados. Tenía ganas de dormir así sentado hasta que se calmara el dolor pero no podía quedarse mucho tiempo allí. Empezó a levantarse. De repente el piso también se levantó y lo golpeó en la cara con su palma sucia y dura.
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Editado: 27.09.2019