- ¿Qué haces acá? - era lo a Ricchi se le ocurrió decir.
- Te estaba buscando. Quiero estar contigo - dijo Ela.
- ¿Pero cómo apareciste acá? Te vi en el…
- Yo sé. Por eso estoy asustada.
Ricchi apretó fuerte la cabeza con las manos.
“Cálmate" - dijo a sí mismo – “esto tiene que tener una explicación."
Ricchi se sentó. Invitó a Ela sentarse al lado.
Ella lo miró con agradecimiento y más relajada.
El chico respiró profundo.
- Cuéntame todo lo que te paso.
Ella juntó las palmas apretando los dedos en un gesto muy sincero.
- Recuerdo muy poco. Yo estaba enferma. Estuve en el hospital. En la "Santa Brigitta", sabes el que está en el centro...
- Eso no importa ahora - dijo Ricchi impaciente - continua.
- Sí, claro. Después me encontré en un lugar muy oscuro, sin nada de luz. Me asusté. Traté de salir, empecé moverme pero no podía hacer nada. Creo que me desmayé. De repente me encontré en el cementerio. Al lado de la tumba.
Ela se largó a llorar.
- ¡Era mi sepulcro! ¿Entiendes? ¡Vi mi foto en la lápida!
Lagrimas corrían sin parar. Ela sollozó. Tapó la cara.
Ricchi le tocó la palma tratando de aliviar su dolor. Primero lo que sintió era el frio. Ela estaba muy fría. Demasiado. Tenía temperatura del cuerpo muy por debajo de lo normal de un ser humano y además por debajo de la temperatura del ambiente.
Segundo que le cruzó por la cabeza, es que está tocando a una chica que estaba muerta. Ahora se resucitó, o así pareciera.
"Parece que no es fantasma. ¿Sera zombi?" - pensó. Pero ella tenía color de piel normal, un poco pálida tal vez.
- Está bien - dijo Ricchi - ¿qué paso después?
Ela secó las lágrimas como pudo.
- Era de noche. Yo salí del cementerio tan rápido como pude. Me dan miedo los cementerios. Y en principio no sabía adónde ir.
- ¿Y no pensaste ir a tu casa?
Ela lo miró a Ricchi con una mirada pensativa.
- Tenía miedo. Por un momento pensé que me hicieron una muerte clínica o me metieron en un coma.
- ¿Para qué?
- Para sacarme de encima.
- ¿Quién? ¿Tus padres?
- Hay algunas cosas de mi familia que tú no sabes. Algún día te cuento. Es que si seguiré viva.
"Viva" - pensó Ricchi - "¿realmente lo es?"
- ¿Y después que paso?
- Me fui caminando. Caminé mucho. Llegué a la estación de tren. No sabía qué hacer. Y después te vi a ti.
Ela evitó mirarlo a los ojos, parecía tener vergüenza.
- Parecías un buen chico. De confianza. El resto ya sabes.
- ¡No, no se! ¿Para qué me mandaste a la casa de tus padres?
Ela otra vez empezó a llorar.
- Perdóname. Es que me contaste lo que te pasó, estabas herido, sin recursos. Quise ayudarte. Y además...
- ¿Que?
-...Tenía miedo que vas de la ciudad y nunca más te voy a ver.
- ¿Para qué?
Ela bajó la mirada. Ricchi entendió todo. Le miró a los cachetes si no se ponen rojos. Pero el color de piel de seguía igual. Pálido.
El tren seguía su ritmo. Por dos minutos se detuvo en una estación. Y otra vez arrancó.
Ricchi escuchó que se golpeó la puerta del vagón.
Todo este tiempo sin darse cuenta él estaba atento a la llegada del guardia del tren. Así que cuando la puerta golpeo Ricchi se puso atento.
"Allí llegaron las guardias".
Se dio vuelta.
Pero no eran las guardias. Eran dos policías.
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Editado: 27.09.2019