Al estar otra vez cara a cara con el enfermero Ricchi decidió mostrar quien manda acá.
El chico ya estaba enfurecido. Se apoyó en la puerta y empezó a martillar al chofer con las zapatillas.
El hombre no esperaba un ataque feroz. Trató de defenderse con una mano mientras sostenía el volante con la otra.
La ambulancia volaba por la avenida esquivando los autos, postes de luz y la gente.
Los tres patrulleros corrían tras ellos como perros cazadores.
El chofer ya estaba sangrando y rugiendo como un oso acorralado.
Ricchi le dio un golpe más y la cabeza del chofer se chocó contra el vidrio de la puerta. El hombre se quedó casi inconsciente y se tiró la cabeza sobre el volante.
El auto dio una vuelta entera sobre su propio eje pintando rayas negras sobre pavimento.
Ricchi abrió la puerta de lado del chofer y empujó al hombre afuera. El chofer salió rodando por la calle y se detuvo bajo un auto estacionado.
Un salto al asiento y Ricchi ya estaba al mando de la camioneta.
Miró al retrovisor.
Ninguna de las patrullas se detuvo para agarrar al enfermero caído. Entonces los policías van tras alguien más. Y eso podría ser Ela.
Ricchi sabía manejar bien. Le gustaba mucho.
Lo enseñó el padre. Antes, cuando era un hombre normal. Antes que murió la madre de Ricchi.
Después de un par de cuadras el chico sentía la camioneta como su propio juguete.
Ahora solo queda escapar de la persecución. Si sería tan fácil.
Ricchi pegó una mirada rápida al salón.
Ela estaba sentada en el piso. La enfermera la abrazaba. Es como tenía miedo de perderla.
"Por lo menos no le hace daño a mi chica" - pensó Ricchi.
Allí no más se dio cuenta. "¿Mi chica? ¿En realidad todo eso me pasa a mí?"
"Después vamos a aclarar las cosas y todos los malditos misterios sobre resurrección múltiple. Ahora solo hay que escapar".
Las sirenas de los patrulleros le dieron a Ricchi una idea. El prendió la sirena de la ambulancia. Así tenia paso libre.
Los policías estaban jugando en serio. Ricchi lo entendió apenas salieron de la avenida a las calles laterales.
Unos martillazos sacudieron el vehículo.
"¡Están disparando, hijos de perra!" El chico vio en el retrovisor a los policías apuntando con pistolas. Cada segundo de las armas salía fuego y humo.
La distancia entre la ambulancia y las patrullas ya era unos cincuenta metros.
Ricchi miró alrededor. Están saliendo de la ciudad. Los faroles se despidieron parpadeando con ojos amarillentos. La ruta estaba oscura.
El chico miró al indicador de combustible y le empezaron temblar las manos. La aguja saltaba tocando el cero.
¿Qué hay adelante?
¿Dónde se puede esconderse? ¿Cómo proteger a Ela? Y al fin, ¿QUE CARAJO QUIEREN ESOS TIPOS DE NOSOTROS?
Ricchi pegó una mirada al costado de la ruta. Vio una granja. No es buena opción pero no hay otra. ¿Y que hago allí? ¿Asustar a las gallinas?
De repente se le prendió la idea. Gallinas no, policías.
La ambulancia es más grande que las patrullas. Calculando la distancia, la velocidad y el impacto sorpresa, el chico bajo la velocidad paulatinamente. Cuando los autos se acercaron a unos veinte metros Ricchi giró la camioneta y atacó a las patrullas de frente. Primeros dos autos llegaron desviarse al último segundo. La tercera trató de girar pero la ambulancia la rosó y la tiró al costado de la ruta. El patrullero chilló con los frenos, y se fue rodando abajo, abriendo el camino en los arbustos.
Mientras otros dos autos se daban vuelta Ricchi salió de la ruta y se metió por un caminito entre los árboles. Era una leve chance de escapar. "¡Sirena! - pensó Ricchi y al toque apagó la sirena de la ambulancia. Así no lo perseguirán por el sonido.
Anduvo un kilómetro más, esquivando los árboles. Finalmente se detuvo y apagó las luces. Al salir del auto primero lo que vio eran arbustos rotos por donde paso la ambulancia.
"Si se meten acá, nos van a encontrar fácilmente. Llegaran por el camino marcado."
Ricchi abrió las puertas traseras del auto, preparándose a enfrentar a la enfermera.
Pero de la breve observación entendió que no hay peligro. Por lo menos para él y Ela.
La enfermera estaba tirada en el piso tapando a Ela.
Dos agujeros sangrando se veían en su pecho.
La mujer lo miró al chico con ojos vidriosos del dolor. Trató de levantar la mano, para atajar cualquier acción violenta. Ricchi la agarró de los hombros y acostó al lado de Ela. La mujer ya no podía resistir. Ricchi miró a Ela.
- Ricchi - dijo la chica. Tenía ojos llenos de lágrimas.
- ¿Ela, estas bien?
- Creo que sí.
- ¡Nos tenemos que ir! Enseguida llega la policía.
- Está bien - dijo Ela con la voz muy débil y trató de levantarse.
La enfermera estaba atenta a ellos. Otra vez levantó la mano y le pidió a Ricchi que se acercara.
El chico se agachó sobre ella.
Las palabras de la mujer salían con dificultad.
- Pro...teje...a...la...Rei...na.
Ricchi no entendió el significado. Se quedó con cara de pregunta.
Pero la mujer no tenía nada más para agregar.
Solo estiró la mano. Le ofrecía un celular.
Ricchi asintió con la cabeza y agarró el teléfono.
De lejos se escuchaban los aullidos de las sirenas.
Ricchi la miró a la enfermera por última vez. Ya no podía ayudarla. Se dio vuelta a Ela.
- ¿Puedes caminar?
- Si. No estoy herida.
- Entonces vamos.
Ricchi la agarró de la mano y los dos empezaron a caminar rápido adentro del bosque. Tras ellos aullaban las sirenas como lobos hambrientos.
Lo último que pudo ver Ricchi cuando miró a Ela, era un agujero de bala en la cadera de la chica. Pero Ela no se quejaba en absoluto y caminaba firme. Parece que no se dio cuenta.
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Editado: 27.09.2019